Movilizaciones blandas
El problema de las movilizaciones de aluvión, es decir, sin estructura organizativa, sin objetivo definido y sin activismo estable, es doble. Por un lado, la poca eficacia; con el mismo ímpetu con que se crea la movilización se para y se diluye. La ambigüedad en los objetivos, la renuncia a “contaminarse” con organizaciones previsamente existentes, la indefinición en los asuntos más controvertidos permite despertar simpatía en una mayor base social. Pero eso, a su vez, supone una cohesión más endeble y una inmadurez para echar a andar en el tiempo o enfrentar el debate o la complejidad de la puesta en marcha de organización estable. Son como esos grupos de Facebook que se crean para causas puntuales, crecen de forma exponencial y se enfrían a la misma velocidad.
Por otro lado, si los sectores reaccionarios perciben que la reivindicación es tan masiva como ambigua e inconcreta, su sumarán para no quedarse fuera de la foto y colaborarán así, más todavía, en su desactivación y su inocuidad para el sistema.
Comenzó con los llamados Foros Sociales que iniciaron a andar a principios del dos mil. Toda una galaxia de colectivos de diversa índole, que renegaba de partidos políticos (especialmente en Europa), que incluso tenía como espíritu no tomar el poder sino crear sociedad desde abajo, que se reunía cada cierto tiempo sin gran estructura formal, sin líderes y sin jerarquía. Al cabo de años las ONG´s financiadas por fábricas de pensamiento conservadoras estaban presentes al grito de “otro mundo es posible”. ¿Qué tiene de malo decir otro mundo es posible?, pensaron muchos desde el poder si ni siquiera quieren derrocar a los gobiernos. Hoy no queda nada de aquello.
Vino el 15M en España, las primaveras en otros países. Concentraciones masivas bajo el grito de indignados. Horizontalidad, heterogeneidad, diversidad, pluralidad, giros de manos, saludos al sol… Aversión a partidos políticos y sindicatos, daba igual del signo que fueran. Hubo unas elecciones y una consigna era pintar una nariz de payaso a los candidatos de todos los carteles electorales, a todos, sin distinción. En las asambleas, el titiritero del parque y el joven directivo indignado y frustrado, con tres idiomas y otros tres másteres, eran más aplaudidos que el veterano sindicalista. Proclamaban la indefinición política y el rechazo a los parlamentos y diputados, proscribieron las banderas bajo las cuales se luchó para que ellos pudieras ser libres. No pidieron nacionalizar la banca ni expropiar los latifundios, pero sí que no se subvencionaran a los partidos políticos ni a los sindicatos. Ya son pasado.
Hace unas semanas vivimos la huelga feminista. Es verdad que había un documento de casi 30 páginas de reivindicaciones, pero casi nadie se lo leyó. El clamor era que las mujeres cobraran igual que los hombres, que sus parejas no les peguen ni las maten, que no se les cosifique, que tengan más representación en todos los sectores y ámbitos de la sociedad. No se concretaron suficientemente qué medidas legales se debían aprobar para ejecutar todo ello, qué leyes había que derogar, quiénes debían dimitir por no trabajar por esos objetivos (empezando por la ministra de Igualdad que manifestó estar en contra del feminismo que consiste en igualdad), qué normas debían cumplir los medios de comunicación para combatir el machismo, cómo había que terminar con la arbitrariedad empresarial para poder hacer realidad la igualdad… De nuevo falta de concreción, de estabilidad organizativa, de escalada de movilizaciones. Sin esas medidas concretas, con una mera declaración de intenciones y con todo un clamor apoyándoles, era inevitable que se convirtieran en abanderados feministas la reina Letizia, Albert Rivera, las televisiones que alardeaban del seguimiento de la huelga entre sus redacciones (lo nunca visto, una empresa orgullosa del seguimiento de una huelga entre sus trabajadores), Ana Rosa Quintana y hasta Rajoy desautorizando a sus ministras que criticaron la huelga. A excepción de cuatro casposos de la derecha montaraz, todos terminaron orgullosos de la jornada. Las encuestas decían que el 85% de los españoles estaba de acuerdo con las reivindicaciones, o sea, incluido los empresarios que pagan menos a las mujeres, los hombres que se benefician de la desigualdad y los publicitarios que utilizan el cuerpo de la mujer como reclamo.
Es curioso, los politólogos hablan de golpes de Estado blandos pero en los que se llegan a derrocar a gobiernos legítimos. En cambio nosotros nos creemos que estamos haciendo revoluciones fuertes pero dejamos intacto el sistema. Creo que el enemigo nunca actúa de forma blanda y nosotros nunca actuamos suficientemente fuerte.
Fuente: http://pascualserrano.net/es/noticias/movilizaciones-blandas/