Política Exterior de Estados Unidos: El círculo extremista se cierra
En medio del ambiente enfebrecido que se vive en la Casa Blanca, los recientes nombramientos del presidente Trump en puestos claves de su administración reflejan claramente el acento belicista, de poder fuerte y chantaje imperial que le está imprimiendo a la política exterior estadounidense.
Junto a los cambios en el mando del Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional, también el presupuesto que Trump acaba de firmar el pasado viernes, para lo que queda de ejercicio fiscal 2018, exhibe la preeminencia de las políticas de fuerza por sobre la diplomacia, al más clásico estilo del llamado “hard power”. Mientras las partidas del Departamento de Defensa crecen en más de 60 mil millones de dólares, el presupuesto de la cancillería estadounidense y sus órganos conexos para la diplomacia pública ha sido recortado en un 32%. Mientras el gasto total en defensa, incluida la renovación del arsenal nuclear, llega a los 700 mil millones de dólares, el resto de los gastos sumarán 591.000 millones. Estados Unidos eroga en defensa, más de lo que gastan juntos los siete países que le siguen.
Al presentar hace un año la propuesta de presupuesto 2018, el director de la Oficina del Prespuesto de Trump, Mick Mulvaney, fue rotundo: “El presidente dijo que se iba a gastar menos dinero en la gente de fuera y más en la de casa”[…]”Es un presupuesto de poder duro, no blando, y es algo intencionado. Este es el mensaje que queremos enviar a nuestros aliados y adversarios. Este es un Gobierno fuerte y poderoso”, señaló en rueda de prensa.
Los halcones hacen nido
En un remedo de los días más siniestros de la administración W. Bush, viejos y nuevos halcones asumen la conducción de la política exterior imperial.
Donald Trump acaba de nombrar como su Consejero de Seguridad Nacional al siniestro John Bolton, uno de los principales promotores de la guerra de Irak. En 2001, Bolton se convirtió en subsecretario de Estado para el control de armas, una posición que cobró peso en la antesala de la invasión de Irak porque la justificación de Bush para atacar se centró en la supuesta posesión de armas químicas y biológicas por parte de Sadam Husein, que luego no se encontraron. “Estamos seguros de que Sadam Husein ha escondido armas de destrucción masiva”, dijo Bolton en un discurso en 2002.
Es una figura tan polémica en Washington que en 2006 tuvo que abandonar su cargo de embajador estadounidense ante la ONU después de apenas 14 meses, debido a la negativa del Senado a confirmarle definitivamente para ocupar el puesto, al que Bush le nombró aprovechando un receso congresional.
Bolton, de 69 años, quien asumirá sus nuevas funciones el 9 de abril, fue una de las candidaturas barajadas por Trump al ganar las elecciones para estar al frente del Departamento de Estado. El hombre es un reacio defensor del unilateralismo hegemónico de Washington. Entre sus frases célebres, se encuentra una que es auténtica muestra de su intolerancia: “Por mí, si la ONU pierde 10 pisos, no hay franca diferencia”, dijo en 1994 cuando Kofi Annan anunció su voluntad de limitar los conflictos armados para así instalar las fuerzas de paz de la ONU. En una conferencia de prensa dijo también que “las Naciones Unidas no existen como institución” y cuando le preguntaron de qué manera reformaría el Consejo de Seguridad fue absolutamente claro: “La reforma sería poner en el Consejo de Seguridad a un solo miembro permanente porque ese es el reflejo real de la distribución de poder en el mundo Ese miembro sería Estados Unidos”.
Comentarista habitual en la cadena televisiva FOX, Bolton es un ideólogo ultraconservador, vehemente defensor del “interés nacional” de Estados Unidos, y que respalda sin remilgos los ataques militares como estrategia preventiva. “Es perfectamente legítimo que Estados Unidos ataque primero para responder a la ‘necesidad’ (de defensa propia) que presentan las armas nucleares de Corea del Norte”, escribió en un artículo publicado hace dos semanas en el diario The Wall Street Journal.
Bolton tendrá al parecer un buen aliado en la Secretaría de Estado. La salida de Rex Tillerson de ese puesto no sorprendió a nadie. El magnate petrolero no congeniaba con el magnate inmobiliario y de los realities shows televisivos que hoy manda en la casona presidencial de Washington; por más que a la larga compartían los propósitos estratégicos. Todo lo contrario de lo que sucede con Mike Pompeo, el nuevo jefe de la diplomacia estadounidense, a quien se considera como el más leal a Trump de los miembros del gabinete. “Con Mike Pompeo, tenemos una forma de pensar muy similar”, dijo el presidente al anunciar su nuevo nombramiento.
Pompeo viene de una meteórica carrera política, convenientemente financiada por los reaccionarios hermanos Koch. Graduado de la Academia Militar de West Point, en 2010 fue electo a la Cámara de Representantes, donde estuvo seis años, hasta que Trump lo nombró al frente de la CIA.
Adquirió fama en Washington por la dureza con la que fustigó a Hillary Clinton en la comisión especial para investigar el atentado de Bengasi (Libia) de 2012, cuando la excandidata presidencial era secretaria de Estado. La investigación acabó sin hallar responsabilidades en Clinton, pero Pompeo llegó a calificar el caso como algo “peor que el Watergate en algunos aspectos”. Eso lo puso en la línea de mira de Donald Trump a la hora de conformar su gobierno.
Se le considera un halcón, seguidor de la filosofía ultraconservadora del Tea Party. Su visión como director de la CIA era claramente imperial: “Para ser exitosa la CIA debe ser agresiva, implacable, tenaz”, afirmó. No pocas veces invocó con sorna la posibilidad de asesinar al líder norcoreano Kim Jong-un, levantando temores de un probable retorno de Washington a la práctica de los asesinatos de líderes extranjeros.
Pompeo, que ahora debe lidiar con los vericuetos de la política exterior, se ha mostrado partidario de un “cambio de régimen” en Corea del Norte y de sabotear los acuerdos nucleares con Irán.
El dúo Bolton-Pompeo será bien asistido en la proyección agresiva hacia el resto del mundo por la embajadora USA en la ONU Nikki Haley , una déspota con puesto diplomático.
El pasado diciembre, Haley amenazó a los Estados miembros de la ONU con represalias si apoyaban una resolución que criticaba la decisión de Washington de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, y dijo que el presidente Donald Trump tomaba la votación como “asunto personal” y Estados Unidos “anotará nombres”.
En carta que envió a los representantes de 180 países, Haley advirtió: “El presidente observará esta votación cuidadosamente y me ha pedido que informe sobre los países que votaron contra nosotros. Tomamos nota de cada voto sobre este asunto”.
A ello añadió un mensaje enérgico en su cuenta en la red social Twiter: “En la ONU siempre se nos pide que hagamos más y demos más. Por eso, cuando tomamos una decisión por voluntad del pueblo estadounidense sobre dónde situar NUESTRA embajada, no esperamos que aquellos a quienes ayudamos nos ataquen. El jueves se votará sobre una crítica a nuestra elección. EU anotará los nombres”.
Dos simples perlas del pensamiento y actuar de la dama del equipo de Trump para la política exterior.
Venezuela y Cuba en la mira
Si algo distingue y une a los personajes nombrados es su obsecada visión injerencista e imperial sobre Venezuela y Cuba, su cercanía con el Senador Marco Rubio y su mirada hacia América Latina como traspatio que ha de ser obediente.
Todos deben recordar la prepotente intervención de la señora Haley en Naciones Unidas el día que se aprobó por abrumadora mayoría la resolución contra el bloqueo estadounidense a Cuba; la que, por cierto, recibió una contundente respuesta del Canciller cubano.
Haley no ha dejado de usar la tribuna de la ONU para atacar reiteradamente a Cuba y a Venezuela.
Recientemente anduvo por Miami para reunirse con la más rancia ralea anticubana. Haley se encontró en la Universidad Internacional de la Florida (FIU) con los congresistas anticubanos Ileana Ros-Lehtinen, Marco Rubio , Carlos Curbelo y Mario Díaz-Balart para debatir, de acuerdo a los reportes, sobre “cómo se puede fortalecer la democracia en América Latina y especialmente en Cuba y Venezuela”.
Según el senador Marco Rubio, el encuentro se organizó a petición de Nikki Haley para conocer las demandas de exiliados de Cuba y Venezuela, aunque se habló también del estado actual de los negocios norteamericanos en América Latina y la relación de Estados Unidos con la región.
El nuevo Secretario de Estado Mike Pompeo, por su parte, es el brazo de apoyo de Marco Rubio en la armazón de las mentiras de los supuestos “ataques sónicos” en Cuba contra funcionarios estadounidenses, buena parte de los cuales son, a decir de la agencia AP, funcionarios de inteligencia. Esto ha sido denunciado por varias fuentes y recientemente ratificado por el diario español El País, que atribuye los supuestos ataques acústicos contra funcionarios estadounidenses en Cuba a una argucia de la CIA para enfriar y eventualmente eliminar el proceso de acercamiento entre ambas naciones.
Tanto Pompeo como Rubio comparten la línea ideológica ultraconservadora del Tea Party. Tienen un estrecho vínculo desde hace varios años. En 2015, cuando Pompeo era representante por Kansas, copatrocinó el proyecto de ley impulsado por Rubio, Cuban Military Transparency Act, para impedir cualquier transacción financiera con empresas gestionadas por los militares cubanos. Entonces no fue aprobada, pero el presidente Trump los complació en sus anuncios de política hacia Cuba en junio 2017.
Apenas tres días después de aquel discurso de Trump en Miami, el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), Mike Pompeo, se reunió en Langley, el 19 de junio, con varios miembros de la Brigada mercenaria 2506 encabezados por Félix Rodríguez Mendigutia (uno de los involucrados en el asesinato del Che en Bolivia) y otros personajes, entre ellos el comisionado del condado de Miami-Dade, Esteban Bovo Jr., el Sheriff Jorge Gutiérrez Izaguirre y el senador cubanoamericano, Marco Rubio.
Pompeo también ha sido un activo adalid de las políticas antivenezolanas de la administración Trump. El pasado enero, durante un intercambio en el American Enterprise Institute, aludió a la influencia que tuvo desde la CIA para que Trump dispusiera sanciones contra el gobierno de Nicolás Maduro, en base “a la propia inteligencia que habíamos entregado y él había solicitado”.
Ya en julio 2017, el entonces director de la CIA había realizado unas declaraciones polémicas sobre Venezuela durante un foro de seguridad del Instituto Aspen, en Colorado. “Tenemos muchas esperanzas de que pueda haber una transición en Venezuela y la CIA está haciendo lo mejor para entender la dinámica allí”.
“Venezuela podría convertirse en un riesgo para Estados Unidos”, diría un mes después a la cadena televisiva Fox. “Los cubanos están ahí; los rusos están ahí, los iraníes, Hezbolá están ahí. Esto tiene el riesgo de llegar a un lugar muy malo, por lo que Estados Unidos debe tomarlo muy seriamente”.
El mentiroso de Bolton
Pocos políticos estadounidenses en las últimas décadas han sido tan tan perversos y manipuladores hacia Cuba como John Bolton. Muy recordadas son sus acusaciones en mayo de 2002 -cuando Bush hablaba de atacar 60 o más países, Afganistán había sido invadido por las fuerzas imperiales, se amenazaba a Irak por supuestamente construir armas químicas y Chávez había sufrido el Golpe de Estado impulsado desde Washington- de que Cuba estaba fabricando armas biológicas y las estaba pasando a países “terroristas”.
“He aquí lo que sabemos: Estados Unidos considera que Cuba está llevando a cabo al menos una labor ofensiva limitada de investigación y desarrollo de guerra biológica. Cuba ha proporcionado tecnología de doble uso a otros Estados renegados. Nos preocupa que esa tecnología pueda respaldar programas de armas biológicas en esos Estados. Exhortamos a Cuba a que cese toda cooperación aplicable a las armas biológicas con los Estados renegados y a que respete plenamente todas sus obligaciones en virtud de la Convención sobre las Armas Biológicas.”, señaló Bolton entonces ante una sorprendida audiencia que le escuchaba en la Heritage Foundation.
Pocos días después, Fidel Castro le respondería a Bolton contundentemente: “En lo que se relaciona con las armas de destrucción masiva, la política de Cuba ha sido intachable. Nunca nadie ha presentado una sola prueba de que en nuestra patria se haya concebido un programa de desarrollo de armas nucleares, químicas o biológicas. Para los que no entiendan de ética, apego a la verdad y transparencia en la conducta de un gobierno como el de Cuba, podrían comprender al menos que hacer lo contrario habría constituido una colosal estupidez. Cualquier programa de esa índole arruina la economía de cualquier pequeño país; Cuba nunca habría estado en condiciones de transportar tales armas; cometería adicionalmente el error de introducirlas en combate contra un adversario que cuenta con miles de veces más armas de ese carácter, el cual recibiría, como un regalo, el pretexto de usarlas.
Desde el punto de vista político, vivimos en una época en la que hay y habrá cada vez armas más poderosas que cualquiera de las nacidas de la tecnología: las armas de la moral, la razón y las ideas. Sin ellas ninguna nación es poderosa; con ellas ningún país es débil. Tal apotegma requiere una motivación excepcionalmente profunda, sangre fría e inteligencia. Debiera saberse que para el pueblo cubano, por encima de cualquier otro valor sobre la Tierra, están los valores que inspiran la libertad, la dignidad, el amor a su patria, su identidad, su cultura y el más estricto sentido de la justicia que pueda concebir el ser humano. No son armas de destrucción masiva, son armas de defensa moral masiva, y estamos dispuestos a combatir y a morir por ellas.”
¿Habrá entendido el mensaje el Sr. Bolton?
En el 2014, cuando los presidente de Cuba y EEUU anuncian el inicio de una nueva etapa en las relaciones bilaterales, John Bolton declaró en un programa de radio: “Yo creo que es una tremenda derrota para los Estados Unidos. El Presidente, con su acción, ha dado legitimidad política a esta dictadura y le ha extendido un salvavidas económico al régimen precisamente en el momento en que debiéramos incrementar las presiones”.
El regreso de Bolton a posiciones de poder en la política exterior imperial augura nuevos días de amenazas y conflictos. Sobre sus proyecciones, un alto funcionario de la administración republicana dijo a El Nuevo Herald: “Para América Latina, siempre ha hecho énfasis en cómo Cuba, Venezuela y Nicaragua han socavado los intereses de Estados Unidos en toda la región”[…] “Bolton cree que Venezuela, con su crisis económica, es vulnerable y y que otros países, incluido Irán, continúan teniendo una gran influencia en su Gobierno”.
Mientras, el senador Marco Rubio mostraba su regocijo por el nombramiento del nuevo Consejero de la Casa Blanca: “Conozco bien a John Bolton, es una excelente elección y va hacer un gran trabajo como asesor de seguridad nacional”, escribió Rubio en su cuenta de Twitter.
En agosto pasado, Bolton dijo al portal de extrema derecha Breitbart que Venezuela era una amenaza para Estados Unidos y urgió a Washington a no ser “tímido” con respecto a la “dictadura” de Nicolás Maduro, llamando a apoyar más a la oposición que busca “restaurar” un gobierno representativo.
“No olvidemos que Irán tiene bastante peso en la Venezuela de Maduro y lo tuvo también durante (el gobierno de Hugo) Chávez”, dijo. “¿Por qué la embajada iraní más grande del mundo está en Caracas? Porque a través de ella están lavando dinero y porque Venezuela, junto con Canadá, tiene las mayores reservas comprobadas de uranio”.
Otro ahijado de Rubio en la OEA
Cobrando los no pocos favores que Trump al parecer le debe, el senador Rubio refuerza su influencia en la actual política exterior estadounidense al lograr nombrar como Embajador de Estados Unidos en la OEA al exrepresentante estatal de la Florida Carlos Trujillo.
“Carlos ha servido a sus electores de manera diligente en la cámara baja de Florida durante los últimos ocho años y sé que hará lo mismo como representante del pueblo estadounidense en la OEA”, indicó Marco Rubio en un comunicado, al ser el encargado de informar el nombramiento.
Trujillo se convierte así en voz preminente de la política de la administración Trump hacia América Latina, una vez que todavía el Congreso no ha confirmado a Kimberly Breier como subsecretaria de Estado para el hemisferio occidental.
Junto al hipócrita de Almagro hará buena dupla en la OEA para conducir los intereses imperiales en nuestra región. Trujillo ha expresado que Venezuela es la prioridad de su gestión.
América Latina vivirá momentos de redefiniciones de su relación con Estados Unidos en la muy próxima Cumbre de las Américas. Allí Trump acudirá rodeado de toda esta banda de halcones, herederos de la doctrina Monroe. Tiempos borrascosos se aproximan.
Fuente: Cubadebate