Michael Roberts •  Opinión •  20/06/2018

Las rabietas de Trump y la economía mundial

La reunión del G7 en Quebec, Canadá, fue un hito en muchos sentidos. En primer lugar, hubo una clara ruptura de la blanda unidad de propósito y política habitual expresada en las reuniones del G7 por los líderes de los siete países capitalistas más importantes del mundo.

Justo antes de la reunión, el presidente de Estados Unidos Donald Trump anunció una serie de medidas arancelarias proteccionistas contra el resto de los países del G7, incluyendo a su vecino más cercano, Canadá, por motivos de “seguridad nacional” – al parecer Canadá es ahora un riesgo para la seguridad de los EEUU. De este modo, Donald Trump ha cumplido sus promesas electorales.

En la reunión Trump atacó a los otros líderes alegando que sus gobiernos estaban imponiendo reglas comerciales “injustas” a los productos de Estados Unidos y que tenían que reducir sus excedentes en el comercio con los EEUU. Los otros líderes ya habían respondido a las medidas arancelarias de Estados Unidos con nuevos aranceles previstos en reciprocidad para las exportaciones clave de Estados Unidos y respondieron a los ataques de Trump con argumentos y pruebas de que, por el contrario, eran los EEUU los que restringían la importación de bienes y servicios extranjeros.

Y así ha comenzado la guerra comercial- una guerra en la que las principales economías capitalistas no se han visto envueltas desde la depresión de 1930 y que se suponía iba a ser superada por acuerdos internacionales como el Acuerdo General sobre Tarifas y Comercio (GATT), la Organización Mundial de Comercio (OMC) y el Tratado de libre Comercio de América del Norte (TLC) en el período de postguerra. Trump ha calificado la OMC como el peor acuerdo comercial posible y al TLCAN el segundo peor (para Estados Unidos). Los EEUU han protegido  a los estados capitalistas europeos y japoneses con sus ejércitos y armas nucleares contra la supuesta amenaza de Rusia y ahora había llegado el momento de que pagaran su parte aumentando tanto el gasto en defensa como con acuerdos comerciales ‘más justos’. La verdadera ironía de este argumento de Trump es que a continuación pidió que Rusia, el supuesto enemigo, volviera a ser invitada a las reuniones del G7, echando sal a la herida.

Lo que todas estas payasadas de Trump revelan es que el período de la Gran Moderación y la globalización, desde la década de 1980 a 2007, cuando todos los Estados capitalistas trabajaron juntos para beneficio global del capital en todos los países (en diversos grados), ha terminado. La Gran Recesión de 2007-8 y la consiguiente Larga Depresión desde el año 2009 ha cambiado el panorama económico. En una economía capitalista mundial estancada, donde el crecimiento de la productividad es bajo, el crecimiento del comercio mundial ha disminuido y la rentabilidad del capital no se ha recuperado, la cooperación ha sido sustituido por una competencia cada vez más feroz: los ladrones han caído.

Trump es el ‘populista’ y líder nacionalista de la potencia capitalista más grande; Italia (la más débil de los países del G7) se ha hecho populista y nacionalista también. Y Gran Bretaña está bloqueada por el ‘Brexit’, un autodesastre para el capital británico ganado a pulso. El ataque de Trump quiere decir que la reunión del G7, cuya agenda era la creciente desigualdad, la automatización y el cambio climático – los desafíos clave a largo plazo para la supervivencia del capitalismo – se quedó congelada.

Pero no importa, por ahora. La economía mundial está en su mejor momento desde el final de la Gran Recesión. El Banco Mundial estima un crecimiento global del PIB real del 3,1% este año, lo mismo que en 2017. Eso puede no parecer muy alto, pero supone una recuperación tras el período de recesión de 2015-6, cuando el crecimiento mundial se redujo a sólo el 2,4% y las economías del G7 solo podían alcanzar el 1,5%. Ahora las economías del G7 se están expandiendo a alrededor de una tasa de 2,5%. El desempleo en los EEUU, el Reino Unido y Japón está en mínimos históricos. E incluso en Europa, la tasa de desempleo ha caído al 8%, aún por encima de los niveles previos a la crisis, pero evolucionando a la baja.

Sin embargo, en sus últimas Perspectivas Económicas Mundiales, los economistas del Banco Mundial no estaban convencidos de que esta leve recuperación (todavía un 30% por debajo de la tasa de crecimiento mundial antes de la crisis) va a ser sostenida.  “Se espera que caiga en los próximos dos años, a medida que la recuperación mundial se agote, el comercio y la inversión se moderen y la financiación se dificulte. Se prevé que el crecimiento en las economías avanzadas se desacelere hacia tasas potenciales, a medida que se normalice la política monetaria y los efectos del estímulo fiscal de Estados Unidos mengüen”.   Por otra parte, “los riesgos para las perspectivas siguen tendiendo a la baja. Incluyen movimientos desordenados en los mercados financieros, la escalada del proteccionismo comercial, mayor incertidumbre política y el aumento de las tensiones geopolíticas, todos ellos nublan el panorama”.

He sugerido al final del año pasado que el ciclo comercial a corto plazo de la depresión de 2015-16 alcanzaría su punto máximo en 2018 y luego amainaría de nuevo en 2019-20. “Lo que parece haber sucedido es que ha habido una recuperación cíclica a corto plazo desde mediados de 2016, después de la recesión global, desde finales de 2014 a mediados de 2016. Si el punto más bajo de este ciclo Kitchin fue a mediados de 2016, su pico debe tener lugar en el año 2018, con una caída posterior”. Y repetí este pronóstico en abril.

Los economistas del Banco Mundial parecen estar de acuerdo. Esperan que el crecimiento económico mundial caiga a un 2,9% en 2020.  “La expansión económica global sigue siendo robusta, pero se ha suavizado …. La actividad mundial aún está por detrás de expansiones anteriores, y se prevé que el crecimiento se desacelerará en 2019-20, así como el comercio y la inversión. El progreso del ingreso per cápita será desigual e insuficiente para hacer frente a la pobreza extrema en África subsahariana”. Y “a pesar de la expansión global en curso, se espera que sólo el 45 por ciento de los países experimenten una nueva aceleración del crecimiento este año, por debajo del 56 por ciento de 2017. Por otra parte, la actividad global sigue siendo inferior a la de expansiones anteriores, a pesar de una recuperación de una década de la crisis financiera global”. Así que el Banco Mundial cree que continuará la Larga Depresión.

Y esto suponiendo que no estalle ninguna nueva recesión mundial en los próximos dos años. Si bien no hay ninguna señal inmediata de una nueva recesión global (de hecho, lo contrario), hay muchos factores que se acumulan sugiriendo que no está demasiado lejos. El primero es el hecho evidente de que la actual débil recuperación tras la Gran Recesión es la segunda expansión más larga del periodo posterior a 1945, sumando diez años el próximo verano de 2019, si dura tanto tiempo.

Y luego está la rentabilidad. En el primer trimestre de 2018, las 500 mejores empresas estadounidenses lograron un aumento del 26% de sus ganancias por acción. Pero esto se debió principalmente a una enorme reducción de impuestos diseñada por la administración Trump. Cuando nos fijamos en las ganancias de todo el sector empresarial antes de las reducciones de impuestos, hubo una caída en el T1 de 2018 (-0,6%), que siguió a una caída en el T4 de 2017 (-0,1%). Con las reducciones de impuestos, las ganancias aumentaron un 6%. La bonanza de Trump fue un hecho aislado. Y la rentabilidad media de las economías del G7 se mantiene por debajo de los niveles previos a la crisis, incluso después de diez años de recuperación.

Y el gran riesgo futuro es la combinación de la caída de la rentabilidad y el aumento de una deuda ya alta en los sectores empresariales del G7. Si los beneficios deben comenzar a caer mientras el costo del servicio de la deuda aumenta con las nuevas tasas de interés, es el preludio de bancarrotas corporativas y una nueva crisis de la deuda. La deuda global, en particular la deuda corporativa, está en máximos históricos.

En 2017, la deuda aumentó un 10,2% entre 2016 y 2017. Analizándola por sectores, la deuda empresarial no financiera creció un 11,1%, la deuda pública creció el 6,7%, la deuda de los hogares creció un 12,5%, y la deuda del sector financiero creció un 11,3%.

El nivel de deuda de los mercados emergentes será insostenible porque, entre otras razones, su deuda vence y debe ser pagada o refinanciada. Esta es la deuda de los mercados emergentes según su vencimiento:

Muchas empresas de mercados emergentes y compañías financieras se han endeudado en dólares, ya que el dólar era relativamente débil y las tasas de interés ridículamente bajas. Gran parte del capital que ha entrado en las economías emergentes no era inversión productiva, sino préstamos y bonos para la actividad especulativa. La transferencia de capital a largo plazo hacia los sectores productivos de las economías emergentes (IED) se ha reducido desde la Gran Recesión.

Ahora la bonanza crediticia ha terminado. Unos 4.8 billones de dólares en deuda de los mercados emergentes madura desde este año hasta el 2020, y gran parte de ella tendrán que renovarse a tasas más altas y, por lo general, si la fortaleza del dólar continúa, en un entorno cambiario desfavorable.

Las señales de la crisis ya están apareciendo en algunas de las grandes economías llamadas emergentes. Argentina ha quebrado y se ha visto obligada a pedir un préstamo de 50 mil millones de dólares al FMI, porque no puede endeudarse en los mercados internacionales de bonos a precios asequibles. La economía se hunde, la inflación se está disparando y la moneda se ha hundido. Brasil no se queda atrás. La economía brasileña está luchando para crecer algo, pero tiene los costos más altos de interés para la deuda del mudo. En el T1 de 2018, la economía de Sudáfrica se contrajo a su ritmo más rápido en nueve años y la inversión empresarial se redujo significativamente. Y la moneda de Turquía, la Lira, alcanzó mínimos históricos mientras la inflación anual llegó a más del 12%; los extranjeros han retirado su dinero y el Banco Central ha elevado su tasa de interés a casi el 18%.

Pero el punto de inflexión real es probablemente la deuda empresarial en las economías del G7. La deuda empresarial estadounidense no financiera llegó a su máximo tras la crisis suponiendo el 72% del PIB. En torno a 14,5 billones de dólares en 2017, la deuda del sector empresarial no financiero creció 810 mil millones más que hace un año, con un 60% de la subida derivada de nuevos préstamos bancarios. En la actualidad, la financiación de bonos supone el 43% de la deuda pendiente con un vencimiento promedio de 15 años frente a la vida media de 2,1 años para los préstamos empresariales en Estados Unidos. Esto implica más o menos alrededor de 3,8 billones de dólares de pagos de servicio de la deuda al año. “En este contexto, el aumento de las tasas de interés aumentará la presión sobre las grandes empresas con necesidades de financiación.” (IIF)

Aparte de las tasas de interés más altas, las empresas que necesitan crédito (a diferencia de las de alta calificación que obtienen préstamos sólo porque pueden hacerlo barato) tienden a ser más arriesgadas. Un reciente informe de Moody concluye que el 37% de la deuda empresarial no financiera de Estados Unidos está por debajo de la calificación de inversión. Es decir, alrededor de $ 2.4 billones de dólares.

Por otra parte, todas las empresas, tanto con una calificación de inversión como las especulativas, han aumentado su apalancamiento desde la Gran Recesión. Algunas compañías se han endeudado para financiar la recompra de acciones y tienen grandes flujos de caja y reservas. Pueden reducir el apalancamiento fácilmente, si es necesario. Pero las empresas más pequeñas, de mayor riesgo, no tienen esa opción. La empresa no financiera promedio está de media un 20% más apalancada que en el momento de la crisis financiera global de 2007-8. Una gran parte de la deuda esta calificada como BBB, el nivel más bajo de inversión. Eso significa que están al borde de convertirse en bonos basura. El número de empresas con calificación BBB ha aumentado un 50% desde 2009.

No tendremos una recesión global en 2018. Por el contrario, la economía mundial crece más rápido que nunca desde 2009. Sin embargo, el crecimiento puede haber tocado techo y en los próximos 18 meses la economía mundial podría comenzar a caer. ¿Cómo lo sabremos? Como he señalado en otras ocasiones, la rentabilidad del capital debe comenzar a caer de nuevo y, finalmente, los beneficios totales de las empresas en las principales economías deben dejar de subir. Si el costo del servicio de la deuda de todo esto también aumenta, tendremos todas las condiciones para que las empresas quiebren.

Una señal fiable de esto en el pasado ha sido la inflexión negativa de la curva de rendimiento de los bonos. La tasa de interés del dinero prestado a un año es mucho menor que la tasa general para los créditos a diez años, por razones obvias (el prestamista lo devuelve antes). Así que la curva de rendimiento entre la tasa a diez años y la tasa a un año es normalmente positiva (por ejemplo, el 4% en comparación con el 1%).

La idea general es que una curva de rendimiento empinada, debido a que las tasas a largo están aumentando más rápido que las tasas a corto, indica que el crédito es de fácil acceso y las ganancias son lo suficientemente altas gracias a un crecimiento económico rápido. Pero cuando los rendimientos a corto plazo se elevan por encima de la tasa de los bonos a largo plazo, es una señal de que las condiciones crediticias se han convertido en inusualmente restrictivas en comparación con las ganancias y de que existe una probabilidad muy alta de recesión en el plazo aproximadamente de un año.

El estratega del banco de inversión RBC, Jim Allworth reconoce que: No ha habido una recesión en más de 60 años que no fuera precedida por una inflexión negativa de la curva de rendimiento. En promedio, la curva de rendimiento se invierte 14 meses antes de la aparición de una recesión (media de 11 meses). La “alerta temprana” más corta fue de ocho meses. No estamos ahí todavía en los EEUU, y tampoco en ninguna parte de Europa. Sin embargo, la curva de Estados Unidos va en esa dirección”.

Las rabietas comerciales de Trump y el creciente peligro de una guerra comercial que pudiera acabar con la actual ‘recuperación’ sólo son un factor más de los riesgos subyacentes de una nueva crisis mundial.

Michael Roberts es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.

Fuente: https://thenextrecession.wordpress.com/2018/06/10/trumps-tantrums-and-the-world-economy/

Traducción: G. Buster


Opinión /