Frente a la ofensiva fascista en España y en Europa ¿Dónde están los intelectuales demócratas?
Del 4 al 11 de julio de 1937, humeantes aún las ruinas por los bombardeos de la aviación fascista de días precedentes, (el pasado año se cumplió sin pena ni gloria su 80 Aniversario) tuvo lugar en Valencia el Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, como expresión de solidaridad con la República Española y cuanto ello representaba. Alberti, María Zambrano, Miguel Hernández, Bergamín, Buñuel, Cernuda, Sender, Max Aub, N. Guillén, J. Dos Passos, Hemingway, A. Malraux, Ilya Ehrenburg, A. Tolstoi, Bertolt Brecht, Ralp Bates, Neruda, A. Machado… y así hasta trescientos intelectuales de las variadas procedencias. Y todo ello, en un país en guerra, y en constante peligro bajo las bombas alemanas e italianas aliadas de Franco.
Fue mucho más que un simposio de escritores, porque allí se congregó lo más granado del mundo del pensamiento y la cultura universal, para hacer frente con la fuerza de la razón a la agresión del nazifascismo nacional e internacional, cuyas bases ideológica no difieren mucho de las hoy representadas por los líderes y partidos políticos, que revestidos con mayor o menor disimulo de ropajes democráticos, están consiguiendo arrastrar a millones de europeos hacia posiciones ideológicas tan peligrosas, como aquellas que terminaron por provocar en poco menos de dos décadas, la mayor catástrofe conocida en la historia de la Humanidad.
Este mensaje, al que fácilmente podría calificarse de catastrofista, es idéntico a otros muchos que en tiempos precedentes a la irrupción de la extrema derecha en la política parlamentaria de países como Alemania, Italia, Hungría, Bulgaria, Austria, Rumanía, alertaban en los años 30, sobre la necesidad de poner coto a partidos, líderes y movimientos ultraradicales, que utilizando mecanismos democráticos, se servirían de ellos para llegar a poder y desde allí, demoler no solo dichos valores, si no acabando con el sistema democrático y propiciando el ambiente de guerra que terminó por estallar.
Espero que dentro de unos años, otros lectores de este mensaje no tengan que certificar que en el tiempo presente, es decir, el momento en que estás leyendo esto, no existía conciencia en España del peligro que se cernía sobre nuestra débil democracia, con esa confluencia de partidos de evidente coincidencia ideológica, aunque con distintos intereses exclusivamente partidista y de ambición de poder, como son PP, Ciudadanos y Vox. Una confluencia de ideologías ultraconservadoras, que tienen un precedente histórico que se cuidan muy bien de no condenar, por lo que de identidad con el encierran: el franquismo.
Es cierto, como se dice, que la nueva ultraderecha representada por la confluencia PP-Cs-Vox, ya no precisa presentarse desfilando con sus camisas pardas, o azules, prietas las filas y marcando el paso de la oca por la Castellana, brazo en alto y con el Cara al Sol por delante de sus banderas. Ya no es necesario. El cuadro escénico es otro, aunque el guión siga siendo el mismo.
Ahora comparecen ante la gente de civil y sin corbata, prometiendo acabar con una corrupción que ha sido, gestada, crecida y propagada, precisamente por los mismos valores –o mejor dicho, antivalores- que se amparan en sus siglas, para impedir cualquier cambio progresista en el actual modelo de poder político y económico, que ha generado una terrible crisis, y que cuando, gracias al sacrifico que se tragó los sueños de millones de españoles comienza a remontarse, de nuevo parece que pretenden volver a las andadas, consolidando unos de los modelos de sociedad más injustas que existen en la Europa del siglo XXI.
Llego al final de esta reflexión enlazando con el comienzo de la misma.
Frente a ideologías inequívocamente fascistas, que defienden la memoria de Franco y se postulan como formaciones redentoras hacia un nuevo orden autoritario, del mismo corte de los que entran en tromba con votos de sus huestes alienadas en los parlamentos europeos, ¿dónde están levantado la bandera de la resistencia, los profesionales liberales, los intelectuales, los profesores, los renombrados hombres y mujeres del mundo de las artes, de la literatura, aquellos que en un tiempo fueron la vanguardia de la Democracia?
¿Dónde está la Conferencia de Rectores de Universidad? ¿Dónde la Academia del Cine y de las Artes Escénicas, tan reivincativas de sus derechos de autor y de sus líos corporativos? ¿Porqué no han comparecido con la potencia de sus habilidades y argumentos en el debate sobre el Valle de los Caídos y el traslado de los restos del dictador, “test” democrático donde los haya, para medir el grado de compromiso de las personas y de los colectivos en la defensa de los valores democráticos?
Ahí dejo esta reflexión, como quién mete un mensaje en botella, y lo lanza al mar proceloso de las dudas sobre su destino.
Floren Dimas
Calabardina 29 de octubre 2018