El día que la Niña Heladera participó en la Feria Internacional del Libro de Venezuela
El sábado 10 de noviembre a las 2 de la tarde hora de Venezuela presenté mi libro Historia de una indocumentada, travesía en el desierto de Sonora-Arizona, en la Feria Internacional del Libro de Venezuela, FILVEN.
Esa mañana me levanté temprano, preparé café de Guatemala que solo tomo en ocasiones especiales y me senté frente a la ventana de mi habitación y disfruté el paisaje otoñal de la época del frío en el norte de América.
Ordené mi escritorio, le sacudí el polvo y quemé incienso, me volví a sentar y sorbí lentamente el café de mi pueblo natal mientras mis pensamientos se perdían en la lejanía de las memorias de infancia en mi Gran Amor. La melancolía asomó con aroma de ayote en dulce y flor de muerto y con ella el bullicio del mercado y las polvaredas de noviembre en la arada poblada de barriletes que llenaban el cielo de colores y de sonrisas los rostros de los niños de piel agrietada por el frío.
El aroma del café humeante se mezcló con la esencia de los aceites de anís, canela, clavo, hierba limón y hojas de artemisa a los que huele mi habitación; respiré profundo y acaricié mis manos con unas gotas de aceite de hierbabuena. Advertí que la Niña Heladera me observaba por un resquicio del ocre del tiempo y me sonrió con su peculiar inocencia cuando nuestras miradas se cruzaron: estoy de pie, le dije, en un arranque de emoción, nostálgica y con un terrón de sal que se desmoronaba en mi garganta mientras su silueta se desvanecía entre las hojas de los arces del otoño.
Quise abrazarla, acariciar su cabello despeinado y escucharla relatar sus aventuras con sus palabrotas del arrabal, quise decirle que todo está bien, que estoy sumamente orgullosa de ella y que la quiero. Quise decirle que me he contagiado de su valor y de su fuerza y que me ha enseñado tanto todos estos años. Seguramente como siempre, no me pondría atención y me contaría de los barrancos que añoro y del zacatal de la arada, de las tardes pastoreando a las cabritas y de sus interminables e innumerables peleas callejeras. Sería yo entonces la que guardaría silencio, embelesada con su candidez.
Desde el desierto de Sonora silbó el viento del otoño recordándome que no lo olvide, y los cactus de Arizona con sus raíces fecundas erigieron largas ramas cundidas de tunas saludándome desde la frontera; no los he olvidado, les dije mientras coloqué la silla junto a la pared donde guardan cautelosos mis abstractos la naturaleza de mi enajenación.
A las 11 en punto de la mañana hora de Chicago, comenzó la videoconferencia en uno de los salones de la Casa Amarilla, allá a lo lejos a miles de kilómetros de distancia, en el sur de América. Lenin Brea editor de la Editorial El Perro y la Rana, la casa editorial que publicó mi libro en Venezuela, comenzó la presentación en la que contó a los asistentes los detalles de la publicación, seguido de Guillermina Soria que profundizó en la migración desde la visión de género. Raúl Cazal, el presidente del Centro Nacional del Libro y uno de los organizadores de la feria fue quien me presentó a los asistentes, con palabras tan humanas, sinceras y humildes que solo pueden venir de aquellas personas que creen en el valor humano más allá de las etiquetas y las fronteras.
Y de pronto ahí estaba yo, en una pantalla, en videoconferencia relatando mi historia de travesía, que es la de miles alrededor del mundo: con sus dolores, sus fantasmas, sus miedos, sus frustraciones, sus paranoias y sus estigmas. Ahí estaba yo 15 años después de aquella odisea dando mi testimonio de sobreviviente de frontera, una historia de las miles nada más. Tratando de denunciar el peregrinar de las migraciones forzadas, como una más de los millones a través de la historia del tiempo.
La presentación se hizo en la Casa Amarilla en la cancillería venezolana, en un salón hermoso como hermosa es Venezuela.
Estaba feliz por presentar mi libro en la Feria Internacional del Libro de Venezuela, FILVEN y porque había sido publicado en la Editorial El Perro y la Rana, ambas fundadas por el Niño Arañero; por haber sido invitada a asistir en persona, pero triste a la vez porque en cada letra de ese libro está inmersa la sangre de miles de migrantes que intentaron cruzar esa frontera y murieron en el intento; estar ahí era como reivindicarlos, honrarlos, pronunciar sus nombres a través de la memoria colectiva y el ADN que tenemos en común los migrantes indocumentados alrededor del mundo.
Cuando la videoconferencia terminó, pude llorar finalmente la emoción de la alegría y de la tristeza juntas, no se puede celebrar del todo un libro y una publicación cuando en el camino quedaron tantas vidas entre las piedras y los nopales del desierto. Nunca será una felicidad total por más publicaciones y traducciones que tenga.
Apagué la computadora, acaricié el quinqué que me acompaña como gurú y destapé una botella de vino, me serví una copa y me senté frente a la ventaba a llorar el enorme privilegio que tuve de ser invitada a la Feria Internacional del Libro de Venezuela y de ser publicada por la Editorial EL Perro y la Rana. Me puebla un inmenso orgullo y agradecimiento con el niño vendedor de dulces de papaya (Hugo Chávez Frías) que creó una revolución para nombrar, visibilizar y crear oportunidades a los marginados del mundo, y yo soy una de ellos.
No me alcanzará la vida para agradecerle a Venezuela esta inmensa oportunidad y alegría que ha dado a mi vida.
Quiero agradecer a Raúl Cazal por el humanismo y la humidad y por haber abierto las puertas para que yo publicara en Venezuela y estuviera en la Feria. A Ernesto Villegas, Ministro de Cultura de Venezuela por acercarme a mi patria querida y hacerme parte de esta fiesta cultural, sé que un día iré en persona a ese gran país porque los amores sinceros están destinados a encontrarse. A la Editorial El Perro y La Rana por su empeño y profesionalismo para que este libro estuviera impreso a tiempo para la feria y por darme la oportunidad de ser publicada en tremenda casa editorial; y por la humildad de fusionar Ilka Editorial en la publicación del libro: eso es hermanar sueños.
Quiero agradecer a los asistentes que me dieron el privilegio de poner ser parte de esta fiesta cultural, a FILVEN y al Ministerio de Cultura de Venezuela por el extraordinario acompañamiento desde las redes sociales. A mi patria Venezuela, por esta muestra de amor y por reivindicar que para los lazos de humanidad no existen fronteras.
Agradecer a Maya Monasterios, a Vanessa Gutiérrez y al Ministerio de Cultura de Venezuela, por las fotografías y videos que guardaré con gratitud.
Y las gracias infinitas a las dos mujeres que confiaron en mi testimonio mucho antes de que se convirtiera en libro, a Priscila Casasola y a Carolina Vásquez Araya, por apoyarlo y respaldarlo desde el momento de su gestación.
Dedico esta publicación a los parias del mundo, a los migrantes indocumentados, a los vendedores de mercado, a mi natal Comapa y a mi Gran Amor: Ciudad Peronia. Yo merita, la Niña Heladera.
Blog de la autora: https://
Ilka Oliva Corado. @ilkaolivacorado