Venezuela resiste digna al Imperialismo
La intentona actual es diferente a las anteriores. Parece jugarse mas fuera que dentro de Venezuela. Mientras que las calles del país están en calma relativa, los medios de comunicación echan tanto humo como los teléfonos rojos de los líderes de EEUU, del cártel de Lima y de la UE que han orquestado el complot contra Maduro. Sin embargo, no difiere mucho en cuanto al concepto de lo sucedido en otros lugares lejanos caídos en manos del imperialismo (Malí, Yemen…). El guión es el siguiente: un traidor sin apoyo popular es encumbrado ilegítimamente desde el exterior como presidente del gobierno del país a conquistar, con la única y efímera misión de pedir una intervención militar de sus aliados, a la postre enemigos del país, para entregárselo en bandeja de plata y permitir su saqueo.
Las brigadas mediáticas mundiales llevan lustros preparando este momento. Nos dicen que las elecciones presidenciales en las que Maduro arrasó no tienen validez alguna, que la Constituyente no era legal a pesar de estar prevista en la Constitución bolivariana, que la Asamblea Nacional tiene potestad para nombrar presidente cuando eso es imposible en un régimen presidencialista como el venezolano. Nos dicen también que el gobierno es incapaz de ejercer su función, cuando lo que ocurre es que la República Bolivariana enfrenta una feroz guerra de EEUU y muchos de sus vecinos, agravada con la llegada al poder de regímenes fascistas como el de Macri o Bolsonaro, en países que le proveían de grandes cantidades de alimentos y productos básicos, que decidieron dejar de comerciar con Venezuela por motivos políticos.
Es obvio que siempre hubo una masa de la burguesía acomodada (de escuálidos) que se opusieron frontalmente a Chávez y a Maduro, pero jamás fueron mayoría, no podrían serlo por pura estadística demográfica. Son millones de personas más las que las misiones de vivienda, educación, salud… han sacado de la intrahistoria para entrar a formar parte activa y consciente del pueblo venezolano soberano. A pesar de la mala situación económica actual derivada de los ataques económicos y de los bajos precios del petróleo, saben que si triunfa este o cualquier otro golpe similar, las rentas petroleras dejarán de llegar al pueblo venezolano para emigrar, en oscuros maletines, a los bancos norteamericanos.
Ese es el problema que enfrenta la República Bolivariana. Empresas como Exxon abandonaron el país porque el gobierno impuso precios a sus barriles de petróleos no compatibles con el robo y el expolio al que estaban acostumbrados a perpetrar. Este tipo de cosas son las que volverán si Guaidó lograse alzarse —de verdad— con la presidencia de Venezuela. El mayor pecado que puede cometer un país es poner los recursos naturales al servicio de su población. Latinoamérica está llena de decenas de casos similares protagonizados por Estados Unidos, fundamentalmente durante el pasado siglo.
Muchos analistas avisaron de que la retirada de EEUU de Oriente Medio, tendría como efecto secundario el que el imperio apuntara sus cañones contra China y, sobre todo, contra América Latina. Una serie de golpes blandos apoyados en una judicatura formada en una especie de nueva Escuela de las Américas, le había allanado el camino con la imposición de gobiernos de ultraderecha de naturaleza fascista y profundamente corruptos. Con Venezuela bajos sus botas, el imperio lograría de un sólo disparo estos dos objetivos planteados. Adueñarse del país que lidera el bloque soberanista americano, asegurarse las mayores reservas de petróleo probadas del mundo y dañar los intereses de China en los mercados energéticos globales.
No podemos olvidar que la cooperación de empresas chinas con el sector de la extracción y el refino de hidrocarburos venezolano es muy amplia. Pero absténganse de algarabías los postmodermos equidistantes y los trotskos reciclados: la diferencia entre el modus operandi de ambas superpotencias es diametralmente opuesto, mientras que China paga en justicia por lo que compra a los gobiernos con los que comercia, EEUU invade o trata de colocar gobiernos títeres por la fuerza para poder robarles a placer sus recursos naturales. Es la distancia abismal que separa el imperialismo de viejo cuño, apoyado por la fuerza del poder militar y económico, con los puros negocios entre iguales.
No cabe duda de que Venezuela está enfrentando la gran coalición que Trump ha conseguido pergeñar para acabar con la soberanía bolivariana y, de paso, con los movimientos emancipatorios en todo el continente. Nubes oscuras se ciernen sobre América Latina. Sin embargo, la República Bolivariana no está sola. Tiene con ella a la mayoría de su población y a las más importantes de sus instituciones. Y, aunque muchos de nuestros gobiernos se sumen al bando golpista e injerencista, cuenta también con la solidaridad internacionalista y antiimperialista de millones de personas de estos países que sienten verdadera vergüenza de la actitud de sus representantes, que se mueven más por pillar un trozo del botín, que por reflejar el verdadero sentir de sus pueblos.