Ángeles Maestro •  Opinión •  14/12/2019

Las venas de América Latina vuelven a sangrar

Las venas de América Latina vuelven a sangrar

Dos procesos contrapuestos pero con el mismo origen están sacudiendo la convulsa América Latina, el golpe de Estado en Bolivia y la revuelta masiva de los pueblos contra la versión más salvaje del capitalismo.

El origen es el mismo: la profundización de la crisis general que sacude en centro del imperialismo y que intensifica su naturaleza depredadora, prescindiendo, como siempre, de las máscaras de democracia con las que se cubre en tiempos de bonanza relativa.

La victoria electoral de Hugo Chávez en 1998 marcó el inicio de un proceso en el que llegan a los gobiernos de importantes países latinoamericanos fuerzas políticas que desbancan a los representantes de las burguesías aliadas del imperialismo y promueven, en diverso grado, medidas destinadas a mejorar los niveles de vida de las clases populares y nacionalizaciones de empresas y recursos.

Hace ya algún tiempo que los portavoces de la Casa Blanca, tras constatar sus dificultades económicas y militares en otras partes del mundo, anunciaron que volvían a poner la mira del objetivo en su patio trasero. En la presentación del documento que resume la estrategia para el periodo 2017 – 2027 del Comando Sur (USSOUTHCOM por sus siglas en ingĺés) titulado «Theater Strategy», su jefe desarrolló la prioridad que para EE.UU. vuelve a tener América Latina y sus enormes recursos naturales[1].

La intensificación del paramilitarismo en Colombia ya sin la contención de las FARC, los intentos de  desestabilización en Venezuela y Nicaragua con el evidente objetivo de desencadenar un golpe de Estado, o el golpe que parece consumado en Bolivia cuando se escriben esas líneas, responden al mismo programa reeditado por enésima vez en la saqueada América Latina.

El guión y la dirección tienen la firma de EE.UU con un protagonismo cada vez mayor de Israel en la industria de la represión[2]. La ejecución directa ha corrido – como siempre – a cargo de las bestiales oligarquías locales, preñadas de odio y de racismo hacia la clase obrera y los pueblos originarios, a imagen y semejanza de quienes en nombre de la cruz y el imperio español iniciaron el expolio de América Latina.

Es preciso señalar que, excepto en Venezuela – especialmente después del intento de golpe de estado de 2002 – los diferentes gobiernos progresistas no procedieron a depurar los aparatos del Estado. Al frente de la judicatura (como se pudo comprobar en Paraguay o Brasil), del ejército y la policía, permanecieron representantes de las mismas clases sociales que habían sido temporalmente alejadas de los gobiernos y que sistemáticamente recurren al imperialismo estadounidense para recuperar sus privilegios.

Especialmente significativo es que, pese a la intensificación de la penetración militar de EE.UU en la región (se contabilizan 75 bases militares USA en diferentes países[3], Colombia formalizó su ingreso en la OTAN en 2018, desde 2008 la IV Flota se reactivó y son cada vez más frecuentes la maniobras militares «Unitas», con participación de numerosos países de la región[4]) países como el Ecuador de Correa o la Bolivia de Evo Morales no rompieran en sus países la cadena de control del imperialismo sobre sus ejércitos y fuerzas de seguridad.

Pero la mano del imperialismo norteamericano no debe ocultar los intereses europeos y especialmente los de las multinacionales españolas  – tan imperialistas como los  de Washington – que muy probablemente están detrás del golpe en Bolivia, como lo estuvieron en el fallido golpe contra Chávez en 2002.

Es prácticamente imposible que un movimiento de la envergadura del golpe en Bolivia fuera desconocido por la importantísima presencia empresarial española en ese país y en el conjunto de América Latina.

Hay que recordar que España es el segundo país inversor en la región – tras EE.UU. – y que esta situación, que se inicia en la década de los 90, está íntimamente vinculada con la construcción reciente del capitalismo español. Tras el desmantelamiento del sector industrial en las décadas de los 80 y 90 (el PIB pasó de representar el 34% del total al 15% [5]), propiciado por la entrada de España en la CEE (1986) y llamado eufemísticamente «reconversión industrial», el gobierno del PSOE y después el del PP, privatizaron en tiempo récord los monopolios públicos de empresas estratégicas en hidrocarburos, telefonía, transportes, banca, comunicaciones, electricidad, etc. Las nuevas empresas privatizadas a precio de saldo, que amasan rápidamente fortunas considerables – clientela cautiva y puertas giratorias mediante – se organizan en un trust creado a instancias del gobierno de Felipe González  y dirigido por él. El objetivo era conseguir mediante presiones y sobornos la venta, también a precios irrisorios, de recursos naturales y empresas públicas de los diferentes países latinoamericanos. El éxito fue enorme.

En un articulo reciente titulado «El Régimen de la Transición y el capital español en el saqueo de América Latina»[6], he analizado este proceso.

Algunos de los datos de las privatizaciones referentes a Bolivia son los siguientes:

  • Repsol compró IPBF en 1995 y controla hasta la fecha el 45% de las reservas de gas y el 39% de las reservas de petróleo.
  • Red Eléctrica Española (privatizada pese a tan patriota nombre) compró en 1995 la empresa pública boliviana de distribución de electricidad ENDE.
  • El BBVA controla desde 1997 dos fondos de pensiones privatizados que suponen el 53% del total.
  • Otras empresas con importantes negocios en el país son Iberdrola, Unión Española de Explosivos, Editorial Santillana, Abertis, etc.

España es el segundo gran inversor en Bolivia, detrás sólo de EE.UU. Muchas de estas multinacionales españolas y de otros países europeos, sobre todo Alemania, estaban en conflicto con el gobierno de Evo Morales, que pretendía asumir, aunque fuera parcialmente, su control.

Pocas semanas antes del inicio del golpe, el Gobierno de Evo Morales cancelaba un proyecto de asociación para la explotación del litio entre la empresa pública Yacimientos de Litio y la multinacional alemana ACI Systems[7]. Un año antes el gobierno de La Paz adjudicaba a una empresa china la explotación de una planta de litio, desechando los proyectos presentados por empresas españolas: Asociación Accidental TSK SEP Electrónica Electricidad, grupo empresarial presidido  por el acaudalado empresario gijonés Sabino García, INTECSA Industrial – filial de la ACS de Florentino Pérez  – y la Asociación Accidental AFK ACI Group[8].

El Golpe de Bolivia ha tenido la misma partitura que otros golpes contra gobiernos progresistas en América Latina, empezando por el más emblemático y terrible de 1973 contra el Chile de la Unidad Popular. La iglesia católica y otras sectas religiosas han tenido una participación destacada, como en otros derrocamientos de gobiernos populares en la región.  «La Biblia volverá al palacio de Gobierno» era un lema de los golpistas bolivianos.

En diferentes publicaciones[9]  se ha documentado el papel de las ONGs en la financiación del golpe, con el pretexto de la ayuda humanitaria, y su penetración en los medios de comunicación. Desde hace tiempo se conoce que  USAID desarrollaba proyectos de «autonomía regional», es decir, proyectos desestabilizadores de las oligarquías locales en el este Bolivia, en las zonas más ricas. Los incendios forestales del pasado mes de agosto, en vísperas de las elecciones, tenían como objetivo mostrar a Evo Morales como un agresor al medio ambiente. Algo así como la fabricación del «ecoterrorista» Sadam Husein y el cormorán anegado en petróleo, que sirvió para justificar los bombardeos contra Iraq en 1991. El País apunta el objetivo con claridad: «A lo largo de su gestión, Morales ha sostenido que ahora, en ningún campo, el país necesita “pedir limosna” a las potencias mundiales. Este discurso le dificulta la aprobación de una declaratoria de “desastre nacional”, que, según la legislación nacional, implicaría aceptar que el Estado carece de capacidad para enfrentar la tragedia. Decenas de instituciones ambientalistas y civiles, entre ellas la iglesia católica, así como manifestaciones espontáneas en las tres principales ciudades bolivianas —La Paz, Santa Cruz y Cochabamba—, le han exigido que haga esta declaratoria»[10].

Unos preparan el escenario del golpe mientras otros, como Pedro Sánchez y la UE, fieles a las multinacionales a las que representan y parapetados en la equidistancia «contra la violencia»[11] justifican a los golpistas. Incluso comparten el escarnio del decreto del gobierno golpista que da a las fuerzas represivas licencia para matar y «que prevé la exención de responsabilidad penal, bajo determinadas condiciones, para el personal de las Fuerzas Armadas que participe en los operativos para el restablecimiento del orden interno». El colmo de la complicidad en el crimen es el envío de instructores de la policía española para entrenar a los Carabineros de Chile.

En situaciones límite como ésta se caen las máscaras, no hay terceras vías.

Pero algo hay que aprender, porque el guión se repite y se repite y ya no es posible seguir alegando ignorancia.
Atilio Borón escribía en los momentos más álgidos de la desarmada resistencia del pueblo boliviano y tras la renuncia de Evo Morales lo siguiente: «Entran en escena las “fuerzas de seguridad”. En este caso estamos hablando de instituciones controladas por numerosas agencias, militares y civiles, del gobierno de Estados Unidos. Estas las entrenan, las arman, hacen ejercicios conjuntos y las educan políticamente. Tuve ocasión de comprobarlo cuando, por invitación de Evo, inauguré un curso sobre “Antiimperialismo” para oficiales superiores de las tres armas. En esa oportunidad quedé azorado por el grado de penetración de las más reaccionarias consignas norteamericanas heredadas de la época de la Guerra Fría y por la indisimulada irritación causada por el hecho que un indígena fuese presidente de su país. Lo que hicieron esas “fuerzas de seguridad” fue retirarse de escena y dejar el campo libre para la descontrolada actuación de las hordas fascistas -como las que actuaron en Ucrania, en Libia, en Iraq, en Siria para derrocar, o tratar de hacerlo en este último caso, a líderes molestos para el imperio- y de ese modo intimidar a la población, a la militancia y a las propias figuras del gobierno. O sea, una nueva figura sociopolítica: golpismo militar “por omisión”, dejando que las bandas reaccionarias, reclutadas y financiadas por la derecha, impongan su ley. Una vez que reina el terror y ante la indefensión del gobierno, el desenlace era inevitable»[12].

Los pueblos del Estado español tenemos una responsabilidad especial con los pueblos latinoamericanos y las razones son abrumadoras:

  • Es más que probable que intereses de empresas españolas sean cómplices del golpe de Estado en Bolivia.
  • Tenemos enfrente a los mismos capitalistas explotadores que, bajo una u otra sigla de la extrema derecha azuzan el enfrentamiento de los sectores más desesperados del pueblo con las personas inmigrantes. Nadie habla de que los trabajadores y trabajadoras de allí  huyen del saqueo de sus países por las multinacionales de aquí. El objetivo es dividirnos, impedir que miremos hacia arriba y veamos las manos de los mismos poderosos moviendo las palancas de la tragedia.

Es imprescindible que la clase obrera y los pueblos, como  hacen el venezolano y el cubano, aprendamos de la sangre derramada las enseñanzas que la historia insistentemente nos muestra. El capitalismo y el imperialismo, y es indiferente que sea estadounidense o europeo, no se detienen ni ante consideraciones democráticas, ni ante la masacre de poblaciones desarmadas. Por ello, cuando un pueblo decide recuperar – aunque solo sea en parte – los recursos que son soberanamente suyos y  las riquezas con su esfuerzo construidas, tiene que prepararse para defenderlos con sus propias armas.

Nos manifestaremos en Madrid el sábado día 21 de diciembre, a las 18 horas, desde Glorieta de Atocha hasta el Ministerio de Asuntos Exteriores, contra el golpismo imperialista y en solidaridad con la lucha de los pueblos latinoamericanos.



[1]          Navarro Santiago (2018) La nueva estrategia del Comando Sur de los Estados Unidos en Latinoamérica. http://rcci.net/globalizacion/2019/fg3932.htm

[2]          En este artículo» Israel y su larga data en América Latina» Yadira Cruz Valera analiza la implicación de Israel en diversos golpes de Estado en América Latina https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=308864&SEO=israel-y-su-larga-data-en-america-latina . Aquí se hace referencia a las múltiples denuncias de de utilización de armamento y técnica militar israelí en la represión de las mocilizaciones populares contra Piñera en Chile http://piensachile.com/2019/11/chile-e-israel-una-alianza-asesina/

[4]          Los países latinoamericanos participantes en las maniobras militares Unitas 2018, junto a EE.UU fueron  Argentina, Brasil, Costa Rica, Ecuador, Honduras, México, Panamá, Honduras, Reino Unido, República Dominicana.

[6]            [6]Maestro Martín, Ángeles (2018) «El Régimen de la Transición y el capital español en el saqueo de América Latina». http://redroja.net/index.php/autores/angeles-maestro/4862-el-regimen-de-la-transicion1-y-el-capital-espanol-en-el-saqueo-de-america-latina#sdfootnote16sym

[9]            https://www.tercerainformacion.es/articulo/internacional/2019/12/06/demuestran-implicacion-de-eeuu-en-golpe-de-estado-en-bolivia

 


Opinión /