Desempleo y hambre sobrevuelan el orbe
La pandemia del nuevo coronavirus esta dejando una estela de desempleo y de hambre en el mundo con unas consecuencias demoledoras fundamentalmente para los países menos desarrollados y para la mayoría de los pobres y trabajadores del mundo.
La globalización neoliberal con sus privatizaciones que tomaron fuerzas hace unas décadas impulsadas por el sistema capitalista ha dejado en el más absoluto limbo a la clase trabajadora que como por obra de magia desaparecen sus empleos y modo de subsistencia.
Las medidas para contener la pandemia (cierre de empresas y establecimientos de servicios, confinamiento, restricciones de viaje, distanciamiento social) prácticamente han frenado la economía en el orbe.
La directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, advirtió que el mundo enfrenta “las peores consecuencias económicas desde la Gran Depresión” y que los mercados emergentes y las naciones de bajos ingresos en África, América Latina y gran parte de Asia tienen un riesgo especialmente alto.
Claro, obvió señalar que en las naciones desarrolladas millones de personas de bajos ingresos se enfrentan al enorme desafío de quedar sin ingresos (muchos hace tiempo no los tienen) para poder pagar la alimentación de sus familiares, el costo del alquiler y la atención médica.
Solo en Estados Unidos la cifra de desempleados en los últimos cuatro meses llegó a 16 millones de personas, muy superior a la que hubo durante la crisis de 2008. En Canadá, el desempleo subió a 7,8 % en marzo, 2,2 % superior al registrado en febrero, el mayor incremento mensual desde 1976.
Para la Organización Internacional de Trabajo (OIT) la covid-19 tiene un impacto catastrófico sobre los empleos y salarios en las Américas. Detalla que la pérdida de horas de trabajo en el planeta es de 6,7 %, lo cual equivale a 195 millones de puestos a tiempo completo en el segundo semestre de este año.
Especialistas de la OIT puntualizaron en la necesidad de proteger a los jóvenes porque la pandemia se transformará en un duro golpe para ese sector y estima que de perderse más de 26 millones de empleos a nivel global, el sector más golpeado sería el de los jóvenes por cinco factores determinantes: la recesión, el cumplimiento de tareas en la economía informal, las formas atípicas de empleos, las industrias especialmente afectadas por la pandemia y la automatización.
Aseguran que esta recesión afecta más a los jóvenes porque son los primeros en sufrir los recortes de horas laborales, poseen menos experiencia laboral. Además, 3 de 4 jóvenes trabajan en la economía informal, en especial en la agricultura, pequeñas cafeterías o restaurantes, y los ahorros de este tipo de empleo son escasos por lo que no pueden permanecer confinados.
Este sector poblacional, agrega la OIT, tienen una forma típica de empleo ya sea tareas a tiempo parcial, temporal o plataformas digitales, usualmente con malos pagos; horarios irregulares, escasa o ninguna seguridad o protección social y falta de prestación por desempleo.
El director general de esa Organización, Guy Ryder reclamó al FMI y al Banco Mundial (aunque por el historial neoliberal de estos organismos será difícil que lo oigan) una respuesta inmediata hacia las personas, basada en la solidaridad mundial, en aras de proteger actividades y medios de subsistencia sobre todo en los sectores más afectados y en los países en desarrollo.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) advirtió que la pandemia tendrá impactos negativos en la región. Se prevén efectos a corto plazo como: más desempleo; menores salarios e ingresos; aumento de la pobreza y la pobreza extrema; en los sistemas de salud se percibirán mayores costos, fragmentación y desigualdades de acceso a estos.
Enfatizó que las afectaciones de mediano y largo plazo serían: quiebras de empresas; reducción de la inversión privada; menor crecimiento económico; menor integración en cadenas de valor; deterioro de las capacidades productivas y del capital humano.
Por su parte, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas significó que el número de personas que se enfrentan a una inseguridad alimentaria aguda podría casi duplicarse este año hasta alcanzar los 265 millones debido a las consecuencias económicas del nuevo coronavirus.
Se espera, enfatizó, que el impacto de la pérdida de ingresos por el turismo, la caída de las remesas y las restricciones de viajes y de otro tipo relacionadas con la pandemia dejen a unos 130 millones de personas con hambre aguda este año, que se suman a los cerca de 135 millones que ya están en esa categoría.
Arif Husain, economista jefe y director de investigación, evaluación y monitorización del Programa Mundial de Alimentos, reclamó en conferencia de prensa virtual desde Ginebra, que “’Todos tenemos que unirnos para hacer frente a esto porque si no lo hacemos el coste será demasiado alto: muchas vidas perdidas y muchos, muchos más medios de subsistencia eliminados”
Para Husain, la covid-19 es potencialmente catastrófica para millones de personas que ya están pendiendo de un hilo, y el PMA necesitará este año entre 10 000 y 12 000 millones de dólares para financiar sus programas de ayuda hacia las naciones y poblaciones más necesitadas.
Ante estas realidades que desnudan las políticas neoliberales-capitalistas que impulsan las privatizaciones en contra de los servicios sociales públicos, se hace necesario buscar otras formas de gestión económica mundial que salve a la especie humana.