Las brevas
Tras subir de la playa, el viejo Tom nos invitó a tomar un aperitivo con motivo del cumpleaños de Mayte; su actual pareja desde que falleció Bárbara. Entre cañas y cañas, Mayte nos contó algunas anécdotas de su vida. Anécdotas, como el día que votó a los socialistas tras cuarenta años de sotanas y censuras. A los ochenta años, la felicidad no es la misma que a los cuarenta. A los ochenta, el espejo que nos refleja, no es más que un testimonio incómodo de los azotes de la vida. «A veces – nos contaba Mayte – miro de reojo al lago de la alcoba. Otras, lo miro de frente e intento recordar el rostro de mi boda. Un rostro de plebeya con espíritu de doncella. Un rostro alegre para una España triste; de caras marrones, de ropa remendada y neuronas apagadas».
Desde el cumpleaños de Mayte no he vuelto por El Capri. Ayer, me comentaba Peter – el dueño del local – que Paco (su cuñado) está de acuerdo con las recientes declaraciones deFelipe González. Si se celebrasen nuevas elecciones, algo muy probable que suceda, «sería un error: querer vender las mismas brevas que la semana pasada». Tanto la fruta como la política son productos perecederos. Productos que caducan de un día para otro; productos – y perdonen por la redundancia – que pierden el brillo tras arrancarlos de la higuera. Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Mariano Rajoy han fracasado en el cumplimiento del encargo ciudadano. Los «cuatro jinetes del Apocalipsis» han negociado de forma competitiva. Han negociado, como les digo, como si el arte de gobernar fuera un juego de suma cero.
La campaña electoral que se avecina – dice el cuñado de Peter – será algo así como: «sé lo que hiciste el último verano». Probablemente, las estrategias partidistas pasarán por la búsqueda de culpables; más que en la autocrítica de los elegidos por no llegar a un pacto de Gobierno. Aunque Pedro Sánchez sea «la principal cabeza de turco»; el líder de Ciudadanos tampoco queda bien parado en este desaguisado. No queda bien parado, como les digo, porque su abstención – ante una hipotética investidura de Sánchez -, evitaría el marrón de volver a votar estas navidades. Así las cosas, tanto Sánchez como Rivera son piezas determinantes para evitar la «catástrofe». Una catástrofe entendida como el hastío que supone para millones de españoles volver, y ya serían tres en doce meses, al ritual de las urnas.
Al final, me decía Peter, todas las brevas caen de maduras. Peter se refiere a que, tarde o temprano, los elegidos tendrán que agachar la cabeza para facilitar la gobernabilidad del país. Lo que está ocurriendo en España, forma parte del proceso de adaptación que supone el cambio de paradigma. Aunque el PP sacara tajada mediante la apelación al voto útil, y el PSOE consiguiera otro puñado de votos por el «no es no» de Pedro a Rajoy; lo cierto y verdad es que después de «las terceras» seguiríamos sin romper el «maleficio» del pluralismo partidista. No lo romperíamos, queridísimos lectores, porque la estructura sociológica del voto ya no responde a un modelo mayoritario de PSOE, PP y fuerzas nacionalistas. Ahora, estamos ante una tarta fraccionada por populares, socialistas, podemitas, ciudadanos y nacionalistas. Así las cosas, por mucho que algunos sueñen con los rodillos, no tiene sentido marear la perdiz a cambio de la nada. Al final, hasta las brevas más verdes caen de maduras.
Fuente: http://elrincondelacritica.com/2016/09/13/las-brevas/