Tamer Sarkis Fernández •  Opinión •  02/01/2017

El nuevo cacicato:De la estructura económica del campo andaluz y de futuribles alternativos

1. Desterrados del potencial productivo propio y de su valor

A lo largo de las últimas décadas y en especial desde la entrada de España en la Comunidad Europea, las sucesivas directrices euro-alemanas sobre división continental del trabajo han ido encasillando Andalucía en actividades de bajo o nulo valor añadido, entre las que figuran el ocio, la restauración, el turismo y la hotelería.

 

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Paralelamente, las actividades primarias (agropecuarias) mantenidas son actividades de alto valor añadido pero estrechamente dependientes del dominio europeo sobre las fases de transporte, stock y comercialización y sobre las actividades de envasado, embotellamiento, tratamiento de la materia prima o procesado/transformación alimenticia. Pongamos por caso a las centenas de miles de jornaleros aceituneros andaluces (y por supuesto a miles de jornaleros inmigrantes o temporeros), quienes con sus sudores lucran a los monopolios oleaginosos italianos o bien destinan stocks, a bajísimo precio, hacia las empresas logísticas estadounidenses, grandes distribuidoras no solamente en relación a USA, sino en todo el arco meso y latinoamericano de su influencia inversionista.

En consecuencia, se da la paradoja de que un producto arrojador de costes más que baratos para el Capital, se convierte automáticamente en producto de lujo una vez introducido en el mercado bogotano, antioqueño, chileno o mexicano. Los cuadros sobre-salariales criados a la sombra de la transnacionalización anglosajona de las economías del continente americano, constituyen una cuota de mercado reducida, pero altamente solvente, fidelizada y estable. A todo motivo de fecha señalada, corre el regalo de aceite andaluz, a precios que suman cientos de veces el ingreso local por unidad. El beneficio comercial usurpa así un % hipertrofiado respecto del valor total del producto, quedando mermada una ganancia que, bajo condiciones políticas alternativas a las actuales, podría ser susceptible de gravamen, redistribución y reinversión desarrollista.  

Esta dependencia operativa, dato resultante de un histórico déficit de propiedad andaluza y nacional sobre los medios productivos de transformación y sobre el producto derivado, enajena porciones amplias del valor primariamente generado tanto como enajena la totalidad de valor añadido en las fases intermedias. La misma propiedad de la tierra ha ido derivando hacia modelos de arrendamiento agro-industrial a empresas que pasan así a ser las propietarias reales (explotadoras y beneficiarias) de los terrenos, mientras el arrendador, incapaz de movilizar el potencial productivo debido a carencias de capitales propios y de inversiones, conserva la mera propiedad jurídica y se limita a cobrar una renta, que jamás le rinde proporcionalmente a una acumulación acrecentada de Capital en permanente flujo y concentración hacia el polo agroindustrial de la relación descrita.

En periodos recientes, este proceso viene concretándose como reconversión productiva andaluza hacia el monocultivo de exportación a la Eurozona (por ejemplo el aguacate y el mango en la provincia de Málaga). Sujetos a estructuras empresariales centralizadas y “autosuficientes” tanto como a una baja demanda de transformación del producto, estos nuevos procesos apenas generan oportunidades de trabajo derivado ni demanda de perfiles especializados en el ámbito de lo local.

2. La producción de desempleo

Bajo tal contexto, el empleo escasea. Primero, a tenor de la nueva deriva agroindustrial hacia productos apenas necesitados de inversiones de transformación. Segundo, porque gran parte de las aplicaciones de trabajo sobre el producto tiene lugar en el exterior, y lo mismo sucede con su distribución y mercantilización. Tercero, porque incluso cuando las operaciones productivas intermedias tienen lugar en Andalucía, las empresas se abastecen de “sus” propios técnicos y cuadros europeos (importación de especialistas) al tiempo que encargan tramos y actividades a distancia a través de teletrabajo y de transmisión informativa y de resultados vía TIC.

Así pues, contra tópicos de “falta endémica de preparación” y demás clichés sobre “los retos de actualizarse y capacitarse para poder competir”, lo cierto es que los trabajadores andaluces (y a fortiori los jóvenes), lejos de adolecer de “carencias de valor” respecto de “lo exigido por el mercado laboral”, han incorporado en sí una sobre-abundancia de valor añadido no absorbible por la estructura empresarial existente (o excedente relativo de valor en la Fuerza de Trabajo). Póngase otra vez como ejemplo el sector aceitero, donde las empresas europeas que reciben el aceite de oliva virgen natural y centralizan su tratamiento, conservación, control, embotellado, etiquetado, exportación, almacenamiento, aplicación como ingrediente a productos terceros de alta calidad, provisión al mercado final, etc., no tienen interés en contratar a un químico, un diseñador gráfico, un diseñador industrial, un publicista o un asesor nutricionista andaluces. Esas empresas se auto-abastecen de ese tipo de profesionales con rendimiento de alto valor añadido, o bien los contratan en los territorios que componen circuitos de derivación/rentabilización del producto. Quieren a los andaluces como embotelladores o camioneros, hecho loable, siempre y cuando éste se completara con la contratación de toda esa fuerza laboral de valor añadido vacante y cuyos salarios diferenciales sí permitirían reanimar la actividad económica local.

“A lo sumo”, algunas empresas deciden contratar a la fuerza de trabajo capacitada local si pueden compensar los aspectos citados con una híper-rentabilización del trabajador en base a condiciones impuestas de intensidad de trabajo, extensificación del tiempo de plustrabajo y deceso salarial. Este recetario cumple la paradoja de optimizar el valor añadido por operaciones especializadas mientras se “desvaloriza” a los operarios, lo que por supuesto comporta suculentas gratificaciones a escala monopólica europea pero no engendra potencial alguno en la esfera de lo local.

Y, sin embargo, más allá de este último dato la mayoría de jóvenes profesionales formados están atrapados en una tendencia hacia la expulsión laboral estructural (pues la propia estructura se abastece de valor añadido a través de los mecanismos terceros apuntados), si no se han precipitado ya. Esta alienación constituye terreno abonado para todo tipo de consignas liberales y social-liberales sobre “auto-ayuda”, “auto-inversión”, “auto-empleo”, “autonomía”, etc. En la práctica, la asunción de esta “convocatoria” por parte de los profesionales desplazados significa ofrecerse a entrar por la ventana tras haber sido expulsado por la puerta. Sin embargo, las ventanas son más estrechas y se abren sólo de vez en cuándo; con el cuentagotas del trabajo al detalle por encargo. Esto permite, sin duda, maquillar el desempleo en las estadísticas y temporalmente en el bolsillo del excluido. Pero ni ofrece perspectivas de estabilidad para arrancar un proyecto de vida, y ni muchísimo menos perspectivas de formación empírica sobre la praxis del ejercicio de trabajo, lo que redunda, con los años, en una des-habilitación del profesional y en la consecuente privación de su competitividad.

No me parece que este divorcio entre el “mercado laboral” y la fuerza de trabajo capacitada, tenga por alternativa la traslación del trabajador a un área de reserva vacante de donde pueda ser trasladado con pinzas hacia un área de micro-trabajos puntuales, por lo demás en fiera competencia del candidato con otros tantos pedigüeños tajantemente individualizados. Ambas derivas constituyen las dos caras de la misma moneda dependiente de la concentración exterior de propiedad real y acuñada a imagen y semejanza de su marco lógico. Sería del todo irrealista pensar que el pequeño o mediano propietario rural provincial vaya a tener la iniciativa individual de trascender su propia condición de arrendador a la agroindustria, de productor básico o de mono-cultivador. Al fin y al cabo, uno no suele poseer de forma sostenida y rigurosa la voluntad de hacer algo para lo que uno mismo se comprueba irremisiblemente discapacitado. Y, este actor económico, ni dispone de capitales físicos propios ni puede invertir individualmente en adquirirlos; cuanto menos en emplear a profesionales para el tratamiento/transformación de productos.

3. Algunas propuestas inmediatas acompañando a un futuro empoderamiento de los movimientos populares

a. Una propuesta válida sería -bajo un contexto político radicalmente distinto, claro está- dar facilidades tributarias y de financiación para la constitución de ejes transversales inter-profesionales cuya materialización sobre el terreno sea lo que damos en llamar colectivos de trabajo. Ya he señalado que no puede tratarse de configurar a un campesino, él mismo alienado de factores productivos, como eje vertebrador del empleo. En cambio, planteo la concesión de créditos blandos a equipos inter-profesionales capaces de concentrar en su seno las distintas fases de procesos productivos complejos, de modo que también se concentre el valor producido en lugar de dar lugar a pérdidas de cuotas por exteriorización o bien por dependencia excesiva respecto del Capital comercial y sus distribuidoras.

De acuerdo a este modelo, el propietario agrícola sigue siendo el dueño del producto-base pero se desentiende de cualquier rol de contratista para ocupar una posición junto a otras en la división procesual del trabajo. Los profesionales acuden “al campo” tantas veces como el proceso productivo y de aplicación del producto lo requiera. Hablo, por ejemplo, del citado químico, del diseñador de envasados o de recipientes, del diseñador gráfico, del experto en conservación, del ingeniero agrónomo, del ingeniero agroalimentario experto en aplicaciones secundarias de la materia prima a terceros productos, etc. No obstante, ellos pueden trabajar perfectamente desde el núcleo poblacional, dotados de las instalaciones (laboratorio, despacho, etc.) y de los medios de producción necesarios (ordenadores, programación, testers, etc.) como parte de Planes Municipales de Dotaciones Productivas. En este mismo modelo, el campo se convierte en motor y dinamizador de la actividad productiva urbana y el empleo, abandonando su rol subsidiario tradicional de simple provisor de producto a unas ciudades que venden al campo por más valor del que le compran (intercambios desiguales campo-ciudad).

b. Por las necesidades físicas de materiales (plásticos, metales, vidrios…), de formatos (recipientes, cajas, etiquetado, información gráfica, impresión, marketing y merchandising…), que estos procesos estarán llevados a presentar, otros profesionales habrían de verse inducidos a llamar a las puertas de los proyectos, conformándose una red inter-profesional expansiva. Otras personas, grupos y colectivos, actualmente desplazados respecto del mercado laboral, podrían tener la iniciativa de convertirse en esos actores protagonistas de los procesos derivados en permanente construcción. Recibirían, a tales efectos, facilidades crediticias blandas para poner en marcha su aportación a la gran red cada vez más inclusiva y cuyos beneficios se re-invertirían también de forma inclusiva en la totalidad de actores cooperantes implicados.

c. Desde fuera y a la contra de la actividad bancaria usurera, los futuros ayuntamientos ganados por el pueblo habrían de financiar los procesos de trabajo integrado a través de créditos blandos otorgados a los equipos laborales, quienes devolverían los créditos en base a su actividad económica exitosa. Las devoluciones serían empleadas en inversiones municipales de valorización de la tierra (canalización, sistemas de regadío, abonos, etc.), así como en la activación de nuevos créditos a personas, grupos y colectivos que, desde más y más sectores productivos y distributivos complementarios, quisieran insertarse en la red de economía multi-sector emergente. Ello conformaría un círculo virtuoso compuesto por financiación-beneficios-concentración-financiación inclusiva de nuevos actores-redistribución-descentralización-de nuevo beneficios…, y así sucesivamente.

 d. En el plano geográfico-humano, la transversalidad de hábitat inherente a estas nuevas estructuras genera relaciones (participación comunitaria objetiva, nueva división del trabajo social) constitutivas de una base superadora de la enajenación entre el campo y la ciudad y de su contraposición. La red acabaría por extenderse hacia el pequeño y mediano comercio andaluz, cuyos propietarios recibirían facilidades tributarias municipales por volcarse en la comercialización del producto cooperativo emergente contra el inversionismo monopolista y como método práctico -complementario a la acción jurídica- para detener sus expatriaciones gananciales.

* Tamer Sarkis Fernández especial para La Pluma, 26 de diciembre de 2016.

Ciudad de Granollers, España


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