Cataluña se expulsa del bloque histórico
Desde el s.XV la historia del sistema mundo viene marcado por ciclos sistémicos de acumulación. El capital acumulado cuando no puede ser reinvertido con una rentabilidad suficiente persigue espacios nuevos de rentabilidad, sea orientándose hacia la especulación, sea buscando nuevos mercados. Hasta ahora esta expansión del capital se ha resuelto por medio de las armas.
La guerra llamada dels Segadors y la de Sucesión española que acabó el 11 de septiembre de 1714 deberían ser vistas por la izquierda catalana desde este punto de vista. Dicho en términos de Antonio Gramsci, se produjo una ruptura del bloque histórico, es decir, de la relación entre Superestructura institucional y Estructura económica real. Lo nuevo no terminaba de nacer y lo viejo no terminaba de morir.
Lo nuevo en Catalunya eran las fuerzas que luchaban por abrir el mercado del sector textil y del alcohol a las colonias de América y a toda la península. Lo viejo que no acababa de morir era la pequeña nobleza rural del interior que posteriormente se organiza políticamente entorno al Carlismo, las fuerzas tradicionales ciegas ante los cambios inevitables introducidos por la nuevas tecnologías, avances en la navegación, etc…
Dicho de otro modo, finalmente se admitió que Galileo tenía razón cuando descubría las leyes del cielo porque el comercio internacional necesitaba de una teoría coherente con la realidad para que sus barcos pudieran orientarse correctamente. Los campesinos del interior, dominados por la superstición y el oscurantismo, podían seguir creyendo que la Tierra era plana y que los salvaría la llegada de un Mesías, y en consecuencia, al oponerse a los cambios históricos provocaron con su resistencia los diversos enfrentamientos militares que se produjeron en Cataluña. En otras palabras, la guerra de Sucesión la ganaron los botiflers, partidarios del Decreto de Nueva Planta que implicaba acabar con el corsé de las Constituciones Catalanas, que no eran otra cosa que un galimatías alejado de la realidad. Sin embargo las fuerzas conservadoras impusieron tres guerras carlistas al país y en buena medida apoyaron el nacional-catolicismo peninsular durante la mal llamada Guerra Civil Española, que de hecho era como la de 1714, una guerra europea y mundial. Especialmente relevante es el alineamiento del independentismo catalán con el fascismo europeo, francés, italiano y también alemán y belga.
Decía Forges que le horrorizaba saber que el 35% de los habitantes de la península creen todavía que el Sol da vueltas a la Tierra. Pues bien, el 47-48% de los catalanes no se han enterado todavía de que los botiflers tenían la razón y me temo que si miramos con lupa a los comunes y al PSC, tampoco es que tengan todavía muy clara la complicidad del independentismo catalán con el fascismo y con el neofascismo y con la nueva extrema derecha europea. Hay mucha izquierda anti marxista que confía más en el triunfo de la voluntad que en el de la razón en estos “Países Catalanes”. Y el fascismo, según Zeev Sternhell no es más que la suma del socialismo anti marxista, el nacionalismo identitario lingüístico-cultural, y el conservadurismo corporativista y antiliberal.
Ref: “El torpedo que rompe el orden mundial” Juan Vázquez Rojo. Revista Torpedo.