Los EEUU, un imperio en decadencia, un monstruoso gigante con pies de barro.
Los disturbios en EEUU son la respuesta lógica a una situación insostenible. Racismo, pobreza, abuso de poder, violencia, desigualdad, fascismo, unido a un presidente transtornado mentalmente y la pandemia del COVID-19.
Solo faltaba la chispa para provocar el estallido social y un nuevo asesinato racista a manos de la policía encendió la mecha.
La brutalidad policial en los EEUU es de sobra conocida en el mundo entero, puesto que hasta las películas norteamericanas la muestran sin pudor.
A esto se suma una sociedad profundamente racista y también extremadamente religiosa e intolerante, que ha demostrado su falta de empatía no solo a nivel política internacional, también en lo interno para con sus conciudadanos más desfavorecidos.
La llegada a la Casa Blanca de Donald Trump, un multimillonario y supremacista blanco hijo de miembros del Kukus Klan, un fascista psicópata que ha puesto no solo a EEUU, sino también al mundo al borde del precipicio con su política violenta y errática. Es sin duda un vector claro para la polarización máxima de la sociedad norteamericana y una invitación al revuelta ciudadana.
A todo esto le añadimos la pandemia del COVID-19 y la irresponsable respuesta de Donald Trump y su gobierno de ultraderecha fascista a la crisis sanitaria y ya tienes preparada una autobomba para acabar de reventar desde dentro el monstruo.
Tal vez estemos asistiendo a la tormenta perfecta que tumbe al imperio yanqui, a la explosión interna y la debacle internacional del modelo depredador que ha impuesto EEUU en su casa y en las casas ajenas.
Tal vez sean las últimas bocanadas de la «pax americana», a lo largo de la historia los imperios nacen, crecen, se colapsan y mueren.
¿Habrá llegado la hora?.