María Landi •  Opinión •  02/08/2024

Ante el asesinato del dirigente palestino Ismail Haniya

Una vez más el régimen sionista ha demostrado que la violencia es el único lenguaje que conoce.

Una vez más asesinó al líder palestino más moderado y pragmático, que encabezaba los esfuerzos de negociación para lograr un acuerdo de alto al fuego en Gaza.

Una vez más, asestó un golpe mortal a la dirigencia palestina cuando acababa de lograr un acuerdo de unidad nacional entre todos los partidos y facciones, como lo hizo en tantas ocasiones anteriores, con la intención de destruir esa unidad.

Una vez más, la entidad sionista asesinó a sus enemigos fuera de su territorio violando la soberanía de otros países, como lo ha hecho tantas veces en Irán, Irak, Líbano, Siria y en todo el mundo.

Una vez más, el régimen liderado por el criminal de guerra Netanyahu y su coalición fascista ha demostrado que no quiere el alto al fuego en Gaza y que está dispuesto a provocar una guerra regional, abriendo frentes simultáneos con Líbano e Irán. Para ello cuenta con arrastrar a su aventura bélica a su aliado incondicional EE.UU. y a presionarlo para atacar Irán, como lo ha hecho durante años y como lo hizo en 2003 para que invadiera Irak.

Una vez más el sionismo demuestra que no busca ni quiere la paz. Como toda entidad colonial, desde que fue implantado en medio del mundo árabe, y con el pleno apoyo de su metrópoli (las potencias occidentales de turno), Israel ha vivido en guerra contra el pueblo originario de Palestina y contra los países y pueblos de la región que no se sometieron a su control.

El actual régimen fascista israelí ha demostrado que no está dispuesto a negociar nada, y que –como lo ha hecho durante sus 76 años de existencia– seguirá ignorando las resoluciones y órdenes emitidas en los últimos meses por el Consejo de Seguridad y la Asamblea General de la ONU y por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para parar la aniquilación de la población de Gaza.

Por eso este Estado genocida debe ser obligado por la comunidad internacional a detener sus crímenes. El reciente dictamen de la CIJ establece enfáticamente el deber de todos los Estados miembros de la ONU de tomar medidas para acabar con la impunidad y la ilegalidad del régimen israelí y para obligarlo a respetar el Derecho Internacional, empezando por el incuestionable derecho a la autodeterminación del pueblo palestino.

Exhortamos a las organizaciones sociales, a los partidos políticos, a las instituciones académicas, culturales, científicas, deportivas, y a todos los partidos políticos –en especial a los que se definen como progresistas y de izquierda– a acatar el mandato del máximo tribunal de la ONU: aplicar sanciones y cortar los vínculos de complicidad que permiten al régimen fascista y terrorista de Israel continuar con sus políticas ilegales y genocidas.

Estamos a las puertas de una guerra regional de proporciones imprevisibles. No están en juego solo los derechos y el futuro del pueblo palestino, sino de todos los pueblos de la región y del mundo. La potencia colonial que mantiene la ocupación más larga y sangrienta del último siglo, y la única de la región que posee armamento nuclear (no supervisado por la ONU, además), debe ser detenida antes de que sea demasiado tarde.

Israel no va a parar el genocidio y la destrucción de Gaza, ni va a poner fin a su régimen ilegal de ocupación, colonización y apartheid a menos que sea forzado a hacerlo. Y para ello, todos y cada uno de los países y sus gobiernos tienen la responsabilidad de tomar medidas drásticas para obligarlo.

Somos los pueblos, la sociedad civil organizada y movilizada, quienes debemos exigir a nuestros gobernantes actuales y futuros que pongan fin a su silencio cómplice y su inacción, y lo hagan sin más demora, ambigüedad ni falsas equidistancias entre los genocidas y sus víctimas.

Campaña Espacios Libres de Apartheid – Uruguay

Montevideo, 31/7/24.

Información complementaria

Ismail Haniya nació en el campo de refugiados Al-Shati en la ciudad de Gaza. Su familia, oriunda de la ciudad palestina de Majdal (llamada Askelón por los colonizadores israelíes), fue expulsada durante la Nakba de 1948. Al frente de Hamás, Haniya ganó las elecciones legislativas palestinas en 2006 y fue elegido Primer Ministro del gobierno de unidad nacional, antes de la ruptura con Fatah en 2007. Tras sobrevivir a varios intentos de asesinato se autoexilió en Catar, y desde 2017 presidía el Buró Político de Hamás. Como su representante diplomático defendía la resistencia palestina a la ocupación israelí “en todas las formasresistencia popular, resistencia política, diplomática y militar”. Durante estos 10 meses de genocidio el régimen sionista asesinó a más de 60 integrantes de su familia (incluyendo tres hijos y cuatro nietos).  

El día antes de asesinar a Haniya en Teherán, el régimen israelí mató al alto mando militar de Hezbollah Fouad Shukur en Beirut, igual que en enero asesinó también allí a Saleh Al Aruri, otro alto dirigente de Hamas. Los asesinatos selectivos dentro y fuera del territorio palestino son una tradición tan larga como la existencia del Estado sionista; abarcan todas las épocas y partidos, desde líderes de Fatah y el FPLP en los 70s y 80s hasta los fundadores de Hamás, Ahmed Yassin y Abdel Aziz Rantisi en 2004, y al propio Yasser Arafat, envenenado en el mismo año.

El mismo día que eliminó a Haniya y a su guardaespaldas en Teherán, el régimen israelí asesinó en Gaza al reportero Ismail Al-Ghoul y a su camarógrafo Rami Al-Refee de la cadena Al Jazeera, que como tantos jóvenes y valientes periodistas gazatíes, desde octubre y aún en condiciones atroces están mostrando al mundo el genocidio del cual Israel no quiere testigos; por eso no permite la entrada de periodistas extranjeros a Gaza, y asesina a los palestinos.

En estos 10 meses, la máquina genocida israelí ha asesinado a 167 periodistas, 200 empleados/as de UNRWA/ONU, 600 trabajadores/as de la salud y socorristas, cerca de 20.000 niñas y niños (otros tantos están desaparecidos) y una cifra de civiles que se estima entre 50.000 y 200.000, contando los cuerpos bajo los escombros, las muertes indirectas por heridas, infecciones y enfermedades imposibles de tratar por la destrucción del sistema de salud, así como por falta de comida, de agua, de saneamiento  y de higiene, según la prestigiosa revista científica internacional The Lancet.


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