Diversificar la política
¿Sería el tópico de ‘el entendimiento mutuo’ la última aspiración de la política democrática? Porque si no es así estamos abocados al disenso permanente y, por tanto, a un conflicto con tintes deterministas o, aún más, fatalistas del que querer salir sería un ideal imposible, precisamente porque no habría posibilidad de vincular los enunciados con los entornos enunciadores (Rorty), perdiéndose así el contacto con la realidad y, con ello, con la comunicación. O de otra manera: para que haya entendimiento mutuo sería necesario diversificar tanto la política, como posible fuera alejarse de los modelos de racionalidad, de los que Habermas encuentra un sustituto tan extravagante como idealizante en la razón posmetafísica.
Si la política lograra diversificarse poniendo en marcha un lenguaje que sólo tuviera la pretensión de justificar sus propias afirmaciones (Rorty), no sería necesaria una determinada teoría de la racionalidad, ya sea metafísica o posmetafísica, para así mantener a salvo a la propia tradición kantiana de la razón no instrumental. Porque la razón especulativa siempre ha favorecido a los sistemas de producción capitalista, que siempre justificó su proceder con el mundo de los valores idealizantes como base de los megarrelatos que hablan de la historia, el hombre y el bienestar.
Cómo diversificar la política si sólo hay discursos desde el poder del dinero. La única salida de este callejón es mediante la comunicación sobre la diferencia. Porque el sólo hecho de manifestar la diversidad de gustos e iniciativas, de pluralizar las relaciones comunicativas en el mundo de las cosas, no ya tanto de relativizar como de acceder al mundo de los mundos posibles, lleva consigo, con el tiempo hecho cultura, la contextualización, y en ella se pierde la hegemonía del relato y con él la influencia del poder, es decir, del abuso de poder.