Ricard Jiménez •  Opinión •  02/10/2016

Segunda transición

Tras la dictadura franquista una ardua lucha cargada de conflictos, dudas e
incertidumbre, se produjo lo que se conoce como la transición democrática.
Con las elecciones de 1982, en las que el PSOE salió victorioso, a ojos de
la población, comenzó a que el río volvía a sus cauces. Dirigido este
nuevo régimen hacia el progreso, el estado del bienestar y a la entrada de
España en las instituciones europeas. Mayor libertad e igualdad pareció
palparse en el ambiente. No obstante, todo fue pura utopía teórica,
palabrería, murmullos políticos cargados de aire, de falacias y argumentos
de doble rasero. De este modo, tras el franquismo se dió pie a una
democracia viciada y estigmatizada, llena de matices sombríos y oscuros. Por
ello, cabe preguntarse si ciertamente el sistema político que surgió
después de la caída del franquismo se trata verdaderamente de una
democracia.

Platón, filósofo griego, sobre el 400 a.C. trató sobre los distintos
sistemas políticos posibles y curiosamente definió lo que él llamaba
timocracia. Para Platón timocracia se trata de un sistema de gobierno basado
en el honor. Es decir, un sistema en el que el poder lo adquieren quienes son
poseedores de un cierto estatus (capital, bienes privados, etc.) ¿A nadie le
suena?

Por lo tanto el paso del franquismo al sistema de gobierno actual debería
ser renombrada como ‘transición timocrática’ (¿Por qué querrán
eliminar la filosofía del sistema educativo?). Dentro de este contexto
debería ser pensado qué camino tomar. O bien, un camino lleno de ‘res’
por parte de los mismos de siempre (reestructuración, reformas,
redescripción, etc.); o bien, escribir de nuevo las bases sobre las que
edificar el futuro. Sin duda me decanto por la segunda vía, la del cambio
radical (que no violento), para ello serán necesarias ingentes dosis de
concienciación cultural (apartada obviamente de los intereses de los
actuales dominantes poderes tecno-científicos propios del capitalismo),
mucho debate, consenso. El cambio no tiene por qué darse de forma súbdita y
repentina, puede ser gradual. Dicho cambio no se trata meramente de una
revolución política, entra mucho más en la esencia de la sociedad, y es
que, parafraseando a Camus: “con la rebelión nace la conciencia”. De no
ser así la situación devendrá insostenible tanto a nivel individual como
social.


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