¡Basta ya de malos trucos!
La persona encargada de limpiar el descansillo de la escalera se afanaba en dejar todo como los chorros del oro, cuando oyó que algo se movía dentro de una de las cajas apiladas junto al ascensor. Se acercó entre asustada y curiosa… ¡Un conejo tricolor! Solo un milagro salvó al roedor de acabar en la basura.
¿Qué se esconde detrás de los números de magia con animales? “¡Quién puede saberlo, si es magia!”, respondería el gracioso de turno.
Sucede a veces que un «desliz» destapa cierta realidad que jamás hubiéramos relacionado con el abuso hacia los animales. En cierta ocasión, el mago más mediático de este país olvidó parte del atrezzo de su espectáculo: un conejo. El animalito fue hallado en el interior de una caja de cartón, tal y como lo dejó el artista cuando abandonó el teatro camino de otra ciudad. Al parecer, ni siquiera era la primera vez que tal cosa sucedía en Málaga.
Pensemos en el «todo»: en todos los conejos obligados a permanecer durante horas dentro de diminutos cubículos hasta que les toca entrar en escena: saliendo de una chistera o cayendo de una nube algodonosa; en todas las palomas estrujadas por chaqués imposibles hasta que… ¡Ale Hop!: una hermosa tórtola blanca irrumpe en el show para entusiasmo de niños y grandes. En todos los leones, guacamayos y hasta flamencos que parecen salir de la nada, pero a los que las leyes naturales condicionan con las mismas y exactas reglas que a sus compañeros de especie; las mismas que nos condicionan, sin ir más lejos, a usted o a mí.
Uno se nutre de intuiciones y sospechas. Bañadas en sentido común, eso siempre. Y como no me muevo en el mundillo del ilusionismo, pensé que lo apropiado era contactar con un mago, animalista para más señas, y que él me contase. Y me cuenta Magic Néstor que no vamos tan desencaminados quienes fruncimos el ceño al ver números de magia donde aparecen bichillos, sean las clásicas palomitas o enormes serpientes. “En efecto, todo esto se nutre de la «ilusión», como bien indica su nombre; pero lo cierto es que las tórtolas han de pasar necesariamente por situaciones muy incómodas para ellas. Aquí no hay truco que valga: si salen de ahí y no entraron durante el espectáculo, es que, en algunos casos, pueden llevar en el bolsillo interno un buen rato. Así de simple. Este elemental hecho hace que, objetivamente, tras ciertos trucos haya sufrimiento animal. Por eso yo los rechazo como imperativo ético personal”. Pero, por desgracia, Magic Néstor constituye una [honrosa] excepción entre sus compañeros, pues apenas pueden contarse con los dedos de una mano quienes siquiera se plantean que el uso de animales en la práctica del ilusionismo pueda ser contraproducente. “Me consta que la mayoría entre aquellos que incluyen animales en sus shows procuran darles un buen trato; pero ni en el mejor de los casos es un trato respetuoso”. Me confiesa de paso que no será la primera vez que un artista abre entusiasmado su frac para que salga revoloteando la tortolita de turno, y que de allí solo cae a plomo sobre la tarima un cadáver. Porque las aves, sean grajos o níveas palomas, tienen la ancestral costumbre de morir asfixiadas en según qué casos. ¡Y no hay magia que valga para traerlas de nuevo a la vida! O abrasadas en plena actuación con el fuego que también formaba parte del número. O ahorcadas con el arnés que rodea su cuerpo para una más sencilla manipulación. Estos «accidentes» en directo suponen, sin duda, la mayor mácula publicitaria para un mago, pero cabe suponer que serán apenas una parte de los que ocurren durante los ensayos en privado. “Los ensayos son muy duros para los animales, pues se basan en repetir los mismos trucos una y otra vez. Estar acostumbrado no significa estar bien. Así, literalmente anulados, pasan de comportarse como seres autónomos a hacerlo como meros autómatas”.
Como en casi todo lo que tiene que ver con el uso de animales que no conlleva «agresión pública», su presencia en el mundo de la magia debe analizarse ―acaso de manera prioritaria― desde una perspectiva de la educación, dado que hablamos de una actividad especialmente diseñada y dirigida al sector infantil. “Quizá lo que más me irrita es que se ha acabado dando a entender a los niños que, sin animales, el espectáculo decae. Lo primero que nos preguntan los chavales es si vamos a sacar animales. Yo les digo que no, y aprecio en sus caras una mueca de decepción. Luego les explico el porqué, y algunos lo dan por bueno. Eso me reconforta”. Magic Néstor tiene toda la razón, pues hay magos que se rodean de casi cualquier especie que pueda dar juego ante la mencionada audiencia. Incluso muchos de dichos animalitos (siempre de aquí para allá, manoseados, teniendo que soportar viajes, ruido ensordecedor, flashes de cámaras, y que pasan la mayor parte de sus vidas en oscuros camarotes) ni siquiera participan en el show, limitando su papel al de simples acompañantes para fotografías con telón de fondo. ¡Qué cosa tan cutre! Hay quien publicita sin rubor a través de su página web las características y pautas del espectáculo, basado en la presencia de animales, a través de los cuales los críos “interactuarán” durante el show. ¿Exageraba al calificarlos de atrezzo?
“Los animales son un gancho fácil para los niños, quienes, al fin y al cabo, están en plena construcción de sus valores. Pero es ahí donde radica el mal, pues acaban percibiéndolos como meros elementos ornamentales de un escenario, similares en importancia estética a la varita o a la chistera. Ello alimenta sin duda la idea de «cosificación» de los mismos. Tras conformar su universo ético, no es fácil la reeducación”, se lamenta Magic.
El reclamo animal se ha convertido para algunos magos en su verdadero leitmotiv, cuando no en una obsesión. Es famoso el caso de la pareja de ilusionistas de Las Vegas Siegfried & Roy, especializados en grandes felinos. El segundo acabó siendo atacado por uno de sus tigres albinos, Montecore (1997-2014), durante una actuación, tras lo que Roy quedó afectado para siempre, a tal punto que tal incidente supuso el final para la exitosa carrera del dúo.
“Creo sinceramente que la magia se desvirtúa usando animales. Como estoy convencido de que su uso trata en muchos casos de maquillar una pobre técnica. Un mal mago lo disimula mejor si distrae a su público con trucos de palomas y conejos. Cualquiera triunfa como mago ante un público infantil y con animales”, se atreve a rematar Magic Néstor, consciente de que estas declaraciones no le granjearán demasiados amigos en su ámbito artístico.
Por supuesto que hay una magia digna y luminosa, como mismamente sucede con el circo. Pero con toda probabilidad está lejos de la que usa [y abusa de los] animales. ¡Hasta existen trucos (inocentes y bienintencionados) dirigidos a un público animal!
Por suerte, el conejito olvidado por el mago en Málaga no volvió con él, sino que fue a partir de entonces tutelado por la Sociedad Protectora local, que trató de buscarle un mejor compañero. No será difícil.
Juan, cariño… por lo que a mí respecta, podrías desaparecer de la faz de la tierra durante un largo periodo de tiempo. Muchos no te echaríamos de menos. Tú mejor que nadie sabes cómo hacerlo: ¡Ale Hop!
KEPA TAMAMES.
ATEA (Asociación para un Trato Ético con los Animales).