Ali Abunimah •  Opinión •  02/12/2016

¿Qué significará el presidente Trump para Palestina?

Cuando ha llegado el día que casi nadie esperaba ver, son pocas las cosas que podemos decir con certeza.
Una de ellas es que la presidencia de Hillary Clinton habría sido un
desastre para quienes apoyan la lucha del pueblo palestino por sus derechos.

Su fallida campaña la presentaba como la sucesora natural del presidente Obama, el demócrata que acaba de entregar a Israel –sin condiciones– el mayor paquete de ayuda militar de la historia.

Durante la campaña por las primarias del Partido Demócrata, Clinton se ‘vendió’ a sí misma como la aliada de la línea dura más beligerante y violenta del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu contra el pueblo palestino.

Ella prometió que haría del bloqueo a la acción no violenta del movimiento BDS por el boicot, la desinversión y la sanciones [a Israel] conducido por los palestinos una prioridad de su futura administración.

Ella se superó a sí misma haciendo campaña contra los pronunciamientos más moderados en relación con la necesidad de que Israel rinda cuentas de sus acciones. Entre otras cosas, la primavera pasada solicitó directamente a los integrantes de su Iglesia Metodista Unida que votaran en contra de la desinversión a las empresas que ayuden y se beneficien de la ocupación israelí.

Clinton manifestó ser una extremista anti-Palestina en un momento en que las propias bases del Partido Demócrata se mostraban más dispuestas que nunca a abrazar la causa de los derechos de los palestinos.

Su apoyo a ultranza a Israel es apenas una más de las muchas formas en que ella y los responsables de su partido se plegaban a los deseos de los donantes y se revelaban como desconectados de importantes segmentos de la población del país cuyo apoyo daban por descontado.

Pero Hillary Clinton no será presidenta.
  

Trump

Lo único que se puede decir con alguna seguridad del presidente electo Donald Trump es que nadie sabe exactamente qué hará.

Desde el comienzo de su campaña, dijo una y otra vez que en su trato con israelíes y palestinos sería imparcial, lo que hizo que la mayor parte de los israelíes más fanáticos y neoconservadores se lanzaran a los brazos de Clinton.

Pero ante la posibilidad de un efecto bumerán, tuvo un rápido giro y prometió a Netanyahu que reconocería que Jerusalén era la “capital indivisa de Israel” y animó activamente a ese país para que continuara construyendo asentamientos coloniales en la Cisjordania ocupada.

Trump continuó dando muestras de poca disposición al apaciguamiento.
En julio, después de haber ganado la nominación en su partido, esquivó la pregunta de un periodista sobre la posibilidad de que él siguiera la “tradición” de otros candidatos republicamos y visitara Israel.

–Esa es la tradición, pero yo no soy tradicional –respondió Trump.

Aunque estos giros muestren a un hombre errático y carente de puntos de vista inequívocos, las posiciones más pro-Israel de Trump, en sustancia no difieren mucho de las políticas ejercidas por Obama, cuyo enfoque sobre la construcción de asentamientos ha sido más que equiparable al del presidente George W. Bush.

Temores viscerales.

El 9 de noviembre, en su discurso triunfal, Trump volvió a su tema acostumbrado: “Estaremos junto con el resto de las naciones que quieran estar junto con nosotros... Tendremos las mejores relaciones.
Espero tener unas relaciones excelentes, fabulosas, formidables”.

Esto tranquilizará bien poco a la personas, tanto estadounidenses como del resto del mundo, cuyos temores viscerales son avivados por las manifestaciones que impulsaron el ascenso de Trump; sus ataques racistas e incitaciones contra los musulmanes y mexicanos, su engreimiento en relación con las agresiones sexuales a las mujeres, su negación el calentamiento global y su indulgencia con los supremacistas blancos antisemitas –incluyendo el Ku Klux Klan– que les dieron su aval.

Los equivalentes israelíes de esos repugnantes estadounidenses están hoy celebrando la victoria de Trump.

Netanyahu felicitó a Trump y lo llamó “un verdadero amigo de Israel (...) Confío en que el presidente electo Trump continúe reforzando la alianza entre nuestros dos países y la conduzca a las más altas cumbres”, agregó el primer ministro de Israel.

Neftali Bennett, el ministro de Educación israelí que se ha vanagloriado de haber matado a árabes, saludó la llegada de la era Trump. “El triunfo de Trump es una oportunidad para que Israel acabe con la idea de una nación palestina en el centro del país, que perjudicaría nuestra seguridad y la justicia de nuestra causa”, dijo Bennett.

Aunque la llamada solución de los dos estados ya estaba muerta y no iba a ser Clinton quien la resucitara.

Luchar

La causa palestina ya se ha transformado en la lucha por la igualdad contra un afianzado sistema israelí de ocupación, colonialismo basado en asentamientos y segregación racial asegurado y arraigado gracias al apoyo del establishment bipartidista de Estados Unidos.

Los palestinos no estaban esperando el resultado de las elecciones estadounidenses para decidir el camino que tomaría su lucha.

Trump ha ganado, pero las cosas no han cambiado. Durante la última década, el apoyo a los derechos de los palestinos ha estado creciendo en Estados Unidos, sobre todo entre los jóvenes, y en las cada día más diversas bases del Partido Demócrata, que han sido totalmente traicionadas por sus líderes aliados con el establishment.

Ahora más que nunca, las personas están entendiendo que el apoyo de Estados Unidos a Israel proviene no solo de los mismos que apoyan la supremacía blanca. El encarcelamiento masivo, la incontrolada violencia policial y el militarismo e imperialismo estadounidenses son más fuertes.

Se origina también en los círculos liberales y a favor de los derechos humanos supuestamente defendidos por Clinton, quienes más a menudo de lo deseable ponen en le mismo plano al colonizador y al colonizado, al opresor y al oprimido, a las fuerzas de ocupación y a quienes se resisten a ellas.

Ahora, estas bases no tienen otra opción que superar la desesperación precipitada por la elección de cualquiera de los dos candidatos y unirse, mantenerse organizadas y luchar por sus derechos y los de los pueblos de todo el mundo.

La verdad es una sola: no tenemos otra opción que librar esta lucha, sean cuales sean las circunstancias.


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