Michael Roberts •  Opinión •  03/02/2025

Davos 2025: Trump versus Von der Leyen

Cada enero, el Foro Económico Mundial (FEM) se reúne en la estación de esquí de lujo de Davos, Suiza. Este año, como de costumbre, asistieron unas 3.000 personas de más de 130 países para discutir los problemas, desafíos y el futuro del capitalismo. Alrededor de 350 líderes gubernamentales, incluidos 60 jefes de estado y de gobierno, de todas las regiones clave (excepto Rusia, China e India) estaban allí, junto con muchos ejecutivos y oligarcas de las multinacionales, la mayoría aterrizando en sus jets privados.

Este año, los temas habituales del calentamiento global y la pobreza apenas recibieron atención. Lo que captó el interés de los «grandes y buenos» de la economía mundial fue la IA. El tema del WEF 2025 fue «Colaboración para la Era Inteligente». La IA es el tema de moda de los líderes del capitalismo; la tecnología que va a transformar las economías con un crecimiento acelerado de la productividad y el PIB y esto traerá la prosperidad a todos, o eso es lo que se espera. El WEF lanzó un informe, AI in Action: Beyond Experimentation to Transform Industry, argumentando precisamente eso, pero con varias advertencias. Los representantes de los líderes de la IA resplandecieron. «La tecnología se está moviendo a un ritmo increíble», dice Matt Garman, director ejecutivo de Amazon Web Services.

En notas anteriores, he discutido la perspectiva de que la IA transforme las economías durante la próxima década más o menos. Basta con decir ahora que hay un gasto masivo en el desarrollo de la IA y la infraestructura involucrada por parte de las empresas de EEUU y otras de IA para obtener resultados tangibles. Las empresas de IA necesitarán cientos de miles de millones de dólares en nuevos beneficios para mantener sus márgenes actuales debido a estas nuevas inversiones. Las proyecciones de Lawrence Berkeley Labs muestran que la demanda de energía de los centros de datos se está duplicando a partir del 4,4 % actual de consumo de la generación de electricidad en Estados Unidos, y los operadores de sistemas independientes como PJM y MISO están luchando por agregar nueva capacidad de generación basada en lo que están viendo. Pero eso podría conducir a una brecha de ingresos que redujese drásticamente la rentabilidad, según un estudio de JP Morgan.

La inversión en IA también está aumentando la demanda de energía. Para 2026, la Agencia Internacional de Energía (AIE) predice que el consumo de electricidad solo para los centros de datos podría alcanzar los 1.000 TWh, aproximadamente el equivalente al consumo de energía de Japón. Así que «impulsar la Era Inteligente» será una tarea enorme y tendrá un profundo impacto en la demanda y el suministro mundial de electricidad. Viene con implicaciones más amplias para las industrias y sus objetivos de descarbonización neta cero, con tecnologías que avanzan rápidamente que devoran energía a tasas mucho más altas que las que se ven hoy en día. Y además, como se discutió antes, tiene enormes implicaciones para los empleos y las rentas de trabajo. La inversión en IA podría aumentar un 160 % en los próximos dos años. Como resultado, el uso de agua y tierra por parte de los centros de datos podría tener un grave impacto en el medio ambiente.

Tras su toma de posesión, el presidente Donald Trump se dirigió al FEM por satélite y no perdió tiempo en decirle a su audiencia que Estados Unidos iba a entrar en una «edad de oro» impulsada por la producción de energía, la IA, la desregulación e impuestos más bajos, y que los países que se opongan, mejor que se aparten de su camino.

Trump dijo que Estados Unidos necesitaría duplicar su producción de energía, en parte para alimentar la IA. Así que acelerará las aprobaciones de nuevas plantas de energía, que las empresas pueden ubicar junto a sus plantas, algo que actualmente no es posible por las regulaciones. Las empresas podrán alimentarlas con lo que quieran, incluyendo carbón como respaldo, «carbón bueno y limpio», porque «nada puede destruir el carbón, ni el clima, ni una bomba».

Trump quiere bajar el precio del petróleo para que los precios de la energía para uso industrial (no tanto para los hogares) bajen. Para hacer esto, quiere que los Estados Unidos y el mundo «perforen, taladren más, chicos». Desafortunadamente para él, puede que eso no suceda. Los proyectos de oleoductos, gasoductos y líneas de transmisión en los Estados Unidos prácticamente se han detenido a medida que la gran revolución del esquisto y el fracking en la producción de petróleo de los Estados Unidos ha comenzado a desvanecerse. Según Goehring & Rozencwajg LLC, una firma de investigación especializada en inversiones alternativas en recursos naturales, la producción de esquisto de EEUU está «en la primera fase» de un declive prolongado, por agotamiento, no debido a dinámicas del mercado o exceso regulatorio. Predicen que el crecimiento explosivo de la producción desencadenado por la revolución del esquisto se estancaría a principios de 2025. Sin embargo, la realidad podría ser peor. Según los datos de la EIA, la producción de petróleo crudo de esquisto alcanzó su punto máximo en noviembre de 2023 y ha disminuido alrededor de un 2 % desde entonces, mientras que la producción de gas seco de esquisto alcanzó su punto máximo ese mismo mes y desde entonces ha caido en un 1 % o mil millones de pies cúbicos por día.

Lo que podría salvar la exigencia de Trump de precios más bajos del petróleo, a pesar de que el crecimiento de la oferta se desvanece, es que el crecimiento de la demanda global de productos petrolíferos también está cayendo. El crecimiento de la demanda se redujo casi a la mitad en 2024 en comparación con 2023.

Unos precios más bajos de la energía podrían ser importantes para las políticas de Trump si eso significara que la inflación sigue cayendo y se mantiene baja. El problema es que, en este momento, lo que ocurre es la tendencia opuesta. La tasa de inflación principal de EEUU estaba aumentando en la última parte de 2024, impulsada por un giro en los precios de la energía y los alimentos y algunos componentes «pegajosos» subyacentes como los seguros de automóviles y sanidad, los alquileres y los costes de restaurantes y hoteles. La Reserva Federal no está ganando la guerra contra la inflación.

Jack Rasmus ha señalado que la estimación oficial de EEUU del aumento en el nivel de precios para los hogares estadounidenses desde 2020 es de alrededor del 24 %. Pero esta cifra no explica adecuadamente el aumento de los precios de muchos alimentos básicos como el pan, la leche, los huevos, el pollo, etc., que han aumentado un 30-40 % desde 2020. El verdadero coste de la vivienda (precios de la vivienda, alquileres) ha aumentado aún más. Los precios de las viviendas en todo el país han subido un 39 % según el índice de precios de la vivienda de Shiller. ¡Pero los costes hipotecarios de los hogares, es decir, lo que los hogares realmente pagan de sus presupuestos mensuales, han subido un 113 %! Los índices de precios oficiales de los Estados Unidos, como el IPC, no incluyen las tasas de interés hipotecarias. Por lo tanto, la inflación hipotecaria debido al aumento de los intereses ha aumentado mucho más rápido, un 113 % frete al 39% del precio de compra de una casa. La inflación habitacional (casas y alquileres y costes relacionados) es aún mayor si se incluyen los costes del seguro de hogar, las reparaciones del hogar y otras tarifas relacionadas con la vivienda en las estadísticas gubernamentales. Las tasas de interés de las tarjetas de crédito aumentaron del 16 % al 24 %, los préstamos bancarios para automóviles se duplicaron aproximadamente al 9 % de media para las compras de automóviles, mientras que los préstamos estudiantiles aumentaron al 6,8 % y más. «Cuando la inflación de los intereses se tiene en cuenta adecuadamente, junto con los aumentos de las propiedades de los gobiernos locales y otros impuestos, tarifas y otros cargos no considerados por el Índice de Precios al Consumidor del gobierno, la verdadera inflación experimentada por los hogares estadounidenses desde enero de 2021 es fácilmente del 35%-40% y, por lo tanto, mucho más alta que la tasa oficial del IPC del 24 %».

Y además están los planes de Trump para aumentar los aranceles sobre las importaciones, no solo sobre los productos producidos en otros países, sino también en sectores de consumo claves. Es muy probable que eso presione al alza los precios de los hogares, a menos que el dólar estadounidense siga aumentando en valor de cambio en comparación con otras monedas. Pero eso puede no continuar. Trump está exigiendo que la Reserva Federal reduzca las tasas en 2025. Si la Reserva Federal cede, el dólar puede caer a medida que aumente la inflación, un conflicto de objetivos para Trump. Sin embargo, hay cada vez más indicios de que la Reserva Federal, todavía con la esperanza de ganar la guerra contra la inflación, mantendrá las tasas de interés donde están, a pesar de la presión de Trump, especialmente porque los aumentos arancelarios planeados por Trump y las deportaciones de trabajadores migrantes indocumentados aumentarán los precios y los costes laborales para la industria estadounidense.

Según el vicepresidente Vance, la administración Trump planea deportar a aproximadamente 1 millón de trabajadores indocumentados al año. El número actual de trabajadores no documentados en los Estados Unidos se estima en 11,7 millones, pero la tasa de aumento está disminuyendo.

El Consejo de Inmigración estima que un programa de deportación podría costar 88 mil millones de dólares al año si se implementa. Y como he señalado antes, la inmigración neta ha sido crucial para el crecimiento económico de los Estados Unidos en los últimos años. Reducir eso, según las estimaciones de PIIE, conduciría a una disminución real del PIB del 1,2 % al 7,4 % para 2028, con disminuciones similares en el empleo como resultado. Probablemente, sin embargo, las deportaciones no alcanzarán ese nivel y la inmigración «legal» de trabajadores cualificados continuará a cierto ritmo bajo Trump.

Las políticas internas de Trump son mucho más claras de seguir. Quiere hacer nuevos recortes significativos en el impuesto sobre la renta y el impuesto sobre los beneficios corporativos, mientras que al mismo tiempo reduce el gasto público, particularmente a nivel federal, la clásica economía neoliberal del «goteo«.

Recortar el gasto público no será tan fácil como han descubierto legiones de gobiernos neoliberales. El gasto «discrecional» del gobierno de los Estados Unidos ya se ha reducido hasta tocar hueso. El bienestar, la medicina, etc. son gastos por «derechos», mucho más difíciles de reducir. ¡El nuevo zar de Trump, Elon Musk, encontrará que las únicas áreas en las que puede recortar es en los gastos en defensa! El empleo federal de 3 mil de personas está en su nivel más bajo como porcentaje del empleo estadounidense en 85 años (~2%). Entre los trabajadores federales, el mayor empleador es el Departamento de Defensa (excluyendo los militares activos), seguido del Servicio Postal y  el departamento de Asuntos de Veteranos. Los objetivos más probables de Musk, la Agencia de Protección Ambiental, la Comisión de Bolsa y Valores y el Departamento de Trabajo juntos representan menos del 1% de los trabajadores federales, mientras que el Departamento de Educación representa solo el 0,14%.

Hablando de «gastos en defensa», en su discurso de Davos, Trump volvió a su exigencia habitual de que los gobiernos europeos comiencen a pagar su propia defensa y su apoyo a Ucrania. Pidió que los miembros de la OTAN paguen el 5% de sus PIB en defensa, más del doble del promedio actual. Tal cambio en el gasto hacia la militarización sería nefasto para las finanzas públicas de Europa, cuando se supone que los gobiernos nacionales de la UE deben invertir más en control climático y la digitalización de la IA, mientras que al mismo tiempo logran los superávits fiscales primarios a medio plazo para cumplir con las normas fiscales de la UE.

Sin embargo, Trump disertó sobre cómo el «régimen regulador» de Europa trata a Estados Unidos «muy mal» «muy, muy injustamente con los impuestos del IVA y todos los demás impuestos que imponen«. La regulación europea de las empresas tecnológicas estadounidenses se queda con miles de millones de Apple, Google y Facebook, dijo. Europa no compra productos agrícolas estadounidenses ni coches estadounidenses, sino que envía coches a los Estados Unidos por millones. Esto resulta en «cientos de miles de millones de dólares de déficits» con la UE, así que «Vamos a hacer algo al respecto».

Todo esto hizo que el discurso de Davos del presidente de la Comisión de la UE, Von der Leyen, fuera particularmente débil. Reconoció que Europa se estaba quedando atrás de los Estados Unidos en inversión en nuevas tecnologías.

«Para mantener nuestro crecimiento en el próximo cuarto de siglo, Europa debe cambiar de marcha». Anunció que la Comisión Europea está a punto de presentar una hoja de ruta para el crecimiento, llamada Compass Competitiveness. ¿Qué defenderá esta hoja de ruta en relación con el «desafío existencial que enfrenta Europa (Mario Draghi) y dados los planes de Trump para destruir las economías de Europa? No es más inversión pública, sino más dependencia de la financiación de capital privado en toda la UE.

«Europa necesita un mercado de capitales profundo y líquido». Verá, las empresas europeas no pueden recaudar la financiación que necesitan, «porque nuestro mercado de capitales nacional está fragmentado», es decir, demasiado pequeño. ¿Cuál es la respuesta? La Comisión quiere crear una Unión Europea de Ahorros e Inversiones, «con nuevos productos europeos de ahorro e inversión, nuevos incentivos para el capital de riesgo y un nuevo impulso para garantizar el flujo continuo de inversiones en toda nuestra unión«. Así que más dinero para el capital financiero y más ganancias para los inversores.

El segundo movimiento político es desregular la industria europea: «demasiadas empresas están reteniendo la inversión en Europa debido a la burocracia innecesaria». El mercado único europeo todavía tiene demasiadas barreras nacionales, por lo que Europa necesita un único conjunto de reglas.

La tercera política es reducir los costes de energía. Verá, Rusia cortó los suministros de energía a Europa (¡!) y por eso los costes han aumentado. Y ahora los Estados Unidos proporcionan más del 50 % de nuestro suministro de GNL. Der Leyen admitió que «los hogares y las empresas han sufrido altos costes de energía y las facturas de muchos aún no han bajado. Ahora, nuestra competitividad depende de volver a precios para la energía bajos y estables».

¿Cómo hacerlo? Con más «energía limpia» de las energías renovables y las nuevas tecnologías, como la fusión, las baterías geotérmicas mejoradas y de estado sólido; pero no mediante una mayor inversión pública, sino mediante la movilización de «más capital privado para modernizar nuestras redes eléctricas e infraestructura de almacenamiento».

Así que la respuesta de Europa a Trump es confiar aún más en las importaciones de energía de EEUU; esperar que el sector privado invierta en nuevas tecnologías porque Europa «desregulará»; y el sector financiero prestará más para la inversión en lugar de especular en activos financieros. Juzgue usted la probabilidad de que esta estrategia tenga éxito.

El futuro, tal y como lo pintaron en Davos Trump y Von der Leyen, implica más barreras para el comercio entre países; y más desregulación para que los banqueros e industriales puedan hacer lo que quieran, sea cual sea el daño a la seguridad y los derechos de los consumidores y sin importar el impacto en el medio ambiente y el clima. Von der Leyen dijo que el Acuerdo de París sobre los objetivos climáticos era vital mantenerlo (a pesar de que su objetivo de 1,5 C se superó en 2024), mientras que Trump ha sacado a los Estados Unidos del acuerdo (de nuevo). Más al grano, confiar en el sector privado para realizar una mayor inversión en tecnología y control climático para cambiar la economía mundial demostrará, una vez más, su fracaso.


Mientras tanto, la desigualdad de riqueza e ingresos continúa en todo el mundo. Cada año en Davos, Oxfam presenta un informe condenatorio de la desigualdad y cada año los asistentes a Davos generalmente lo ignoran. Este año, los economistas de Oxfam descubrieron que «la riqueza multimillonaria ha aumentado tres veces más rápido en 2024 que en 2023. Ahora se esperan cinco billonarios dentro de una década. Mientras tanto, las crisis de economía, clima y geopolíticos significan que el número de personas que viven en la pobreza apenas ha variado desde 1990». El informe señala que la mayoría de la riqueza multimillonaria se hereda, no se gana: «el 60% proviene de la herencia, el amiguismo y la corrupción o el poder de monopolio». La riqueza de cada uno de los 10 hombres más ricos ha crecido en casi 100 millones de dólares al día en 2024 de media. «Incluso si hubiera ahorrado 1.000 dólares al día desde los primeros humanos, hace 315.000 años, todavía no tendría tanto dinero como uno de los diez multimillonarios más ricos. Si alguno de los 10 multimillonarios más ricos perdiera el 99 % de su riqueza, seguiría siendo multimillonario».

La ministra de finanzas del Reino Unido, Rachel Reeves, también fue a Davos. En un desayuno el segundo día, alguien le preguntó a la canciller británica qué sentía acerca de la «creación de riquedad«: ¿estaba relajada, en un sentido blairita? «Absolutamente», respondió Reeves. «Absolutamente relajada». Aparentemente, el grotesco nivel de riqueza recogido en el informe de Oxfam y mostrado abiertamente por los oligarcas que asistían a Davos no la preocupaba. Me recordó a un anterior ministro laborista en el gobierno de Tony Blair, Peter Mandelson (ahora irónicamente embajador del Reino Unido en los Estados Unidos de Trump), quien una vez dijo infamemente que se sentía «intensamente relajado acerca de que la gente se volviera muy rica»… «si pagaban sus impuestos» (lo que, por supuesto, apenas hacen).

La jefa del FMI, Kristalina Georgieva, también estuvo en Davos, por supuesto. Recordó a un selecto grupo de líderes globales políticos, empresariales y de la sociedad civil las palabras de Keynes de un ensayo de 1930, escrito con el telón de fondo de la Gran Depresión, el ascenso del comunismo y el fascismo, y la desesperación nacional e internacional. A ella le encanta citar a Keynes. Esta vez lo que citó fue: «Predigo que los dos errores opuestos del pesimismo que ahora hacen tanto ruido en el mundo se demostrarán que son incorrectos con el tiempo: el pesimismo de los revolucionarios que piensan que las cosas son tan malas que nada puede salvarnos excepto el cambio violento, y el pesimismo de los reaccionarios que consideran que el equilibrio de nuestra vida económica y social es tan precario que no debemos arriesgarnos a ningún experimento». Aparentemente, hay un término medio de optimismo que no requiere revolución, pero sí requiere cambio.

Keynes escribió esto después de un discurso a sus estudiantes en Cambridge instándolos a no aceptar las críticas marxistas y a seguir siendo optimistas de que el capitalismo llevaría a la humanidad hacia adelante. Lo que siguió después de 1930 fue una profunda depresión en las principales economías, el ascenso de las fuerzas fascistas y nazis, la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Esperemos que la referencia de Georgieva a Keynes no conlleve una repetición de todo eso en la década de 2030.

Michael Roberts 

habitual colaborador de Sin Permiso, es un economista marxista británico, que ha trabajado 30 años en la City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.Fuente:

Traducción: G. Buster

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