Soledad Granero Toledano •  Opinión •  03/05/2020

Pandemia ideológica

Pandemia ideológica

Estamos atravesando unos momentos históricos que nadie podía imaginar. Los seres humanos nos encontramos confinados con asentimiento y paciencia infinita. La transmisión del virus COVID 19, nos ha llevado a adoptar un modo de vida impensable, ni siquiera para las mentes más avezadas.

Con este encierro decretado y aceptado por la inmensa mayoría, las personas que practicamos el activismo social y político, más o menos directamente, estamos muy pendientes de las noticias y de las redes sociales. A través de ellas, conformamos una opinión como nunca antes, pues éstas son, casi exclusivamente, nuestra conexión con el mundo exterior. Las noticias periodísticas online y la televisión están volcadas, casi al completo, en mostrarnos un panorama unívoco de la situación:  casi todo depende de nuestro comportamiento sea más o menos responsable. A ello se une un mensaje casi apocalíptico sobre contagios y muertes y una estrategia organizada y planificada que, aprovechándose de esa situación de única referencia informativa, contagia las redes de bulos y de informaciones con tintes, a veces, cuasi criminales.

Así las cosas, al igual que en otros momentos históricos, parte de lo que antes de la pandemia constituía la masa crítica, se está diluyendo en un “vamos a superar esto y luego ya veremos”, censurando las voces que desde su encierro siguen haciéndose eco de que el presente es la clave para construir un futuro mejor y que el futuro forma parte del presente.

Tendríamos que hacer un recorrido histórico para comprobar el gran error político que para clase trabajadora y para las mujeres ha significado adoptar la postura de relegar sus propias y específicas reivindicaciones para “otros momentos mejores”, con argumentos basados en que la situación requiere una responsabilidad global que debe estar centrada en el instante político y que habrá tiempo de trabajar el futuro. Y ese futuro nunca llega.

Basta recordar tiempos recientes para comprobar que no se han recuperado los derechos fundamentales en los que se basaba, por ejemplo, la negociación colectiva, la libertad de expresión y la igualdad real entre mujeres y hombres está enfocada casi exclusivamente en la violencia de género, como si los demás componentes discriminatorios y sexistas del patriarcado no debieran ser combatidos con la misma contundencia, y como si esa violencia no fuera consecuencia de esas desigualdades. Y es que para que quienes controlan el mundo, lo mejor que puede pasar es que releguemos los momentos para que esos momentos nunca lleguen, cual día de la marmota se tratara.

Ahora y siempre, la ideología de derechas y el conformismo acomodaticio de la izquierda, son igual de peligrosos, pues la primera persigue adeptos (muchas veces inconscientes) a su régimen de privilegios y desigualdad y, el segundo consigue la pasividad ante lo que ocurre.

Desde nuestros hogares debemos seguir batallando por transformar la sociedad con las expresiones políticas que nos permiten este encierro, sin autocensurar nuestra conciencia, y mucho menos, sin autocensurar nuestra futura lucha. Hoy desde nuestras casas, desde nuestros balcones y mañana desde las calles. Quienes pretendan acomodar las luchas del futuro a un restringido y fácilmente manipulable activismo en las redes, flaco favor le hacen a la salud de nuestra ya diezmada democracia.

Ahora, desde nuestras casas, debemos alentar la llama para seguir luchando en un futuro, porque ese futuro va a estar repleto de contiendas relegadas, que debemos afrontar con mayor empeño y decisión si queremos un mundo más justo para todas y todos, porque la resignación es lo contrario al feminismo y a la izquierda.


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