Carlos Belgrano •  Opinión •  04/01/2023

Desclasificaron documentos inéditos sobre el asesinato de JFK

Desclasificaron documentos inéditos sobre el asesinato de JFK

Desde hace casi sesenta años, todos nos habitualizamos a la idea que, el impacto fulminante de las cuatro balas del fuego cruzado que,por delante y detrás, perforaron el cuerpo de un sujeto espectacular, -como nadie antes ni después de él-, se debieron a la cerrada renuencia del entonces Presidente a intervenir militar y directamente, por entonces, destada en Laos y Cambodia.

Y, probablemente ese haya sido uno de los principales vectores para que, toda la Comunidad de Inteligencia aquí en el DC, -incluso el propio J Edgar Hoover y toda la cúpula del FBI- se coludieron con las otras Agencias Federales para todo cuanto acaeció ese fatídico mediodía en la Plaza Dealey. 

Pero el caso es que, quizás, producto del remordimiento de algunos Almirantes ya fallecidos, una suerte de Pacto Secreto entre varios de ellos, fueron dados a conocer por un puñado de sus herederos, aparentemente unos pocos días antes que culminase el 2022.

Deviniendo lo más sustantivo de esos papers, en el hecho que, el Gran Jack, unos meses precedentes a su supresión, habría impartido una orden, directa y precisa a su Secretario de Defensa -Robert McNamara-, a los efectos que este, desplazase una task force con destino a la Antártica.

La operación denominada Windmill 2, debería partir desde Key West para junio de 1963 y, estaría conformada por el portaaviones USS Enterprise y los submarinos:  SSN 593 Thresher y el SSN 589 Scorpion -los 3 provistos de propulsión nuclear-.

Ello, a los efectos de no reincidir en el estrepitoso fracaso de la intentona en 1947 por parte del Almirante Richard Evelyn Byrd, en la cuasi secreta misión High Jump, en la que, silenciados por un marcado misterio, fueron hundidos 3 de los 4 tanqueros de dicha expedición al continente antártico.

Con más dos barreminas, un destructor, tres fragatas y, alrededor de quinientos setenta efectivos, entre tripulantes e infantes de Marina en esas gélidas aguas.

Anoticiado el Director de la CIA, Allen Dulles de lo que considero como una demencial baladronada, procuró por todos los medios, disuadir a Kennedy que abortara esa medida, recibiendo como lacónica respuesta: «Lo haré en memoria de Forrestal».

Y, aunque los documentos recientemente revelados no lo precisan, deduzco que se refirió al homicidio de su mentor en 1949.

Quien, según algunas fuentes, antes de ser arrojado al vacío desde la décimosexta planta del Hospital Naval Bethesda en Maryland, alcanzó a relatarle al, por esa época, bisoño Congresista por el Estado de Massachusetts que le habían medido el ataúd.

Para que no revelase a la Prensa, los pormenores del desastrado final de esa campaña austral, poco después al cese de las hostilidades en la Segunda Guerra. 

Que, según el relator, fue victimizada por una fuerza descomunalmente poderosa de aeronaves con formas de platillos volantes y, con inscripciones similares a cruces gamadas que, emergiendo de las profundidades, aniquilaron gran parte de la Escuadra norteamericana, allí destacada.

Se sabe, sin que, debamos apelar a teorías conspiranoides que, Dulles, junto a su hermano John Foster y hasta el propio Richard Nixon -que cuando fue encuestado por la Policía de Dallas, dijo haber sufrido un ataque de amnesia, el día del magnicidio-, fueron los principales ideólogos de ese inconfesable crimen. 

Por lo cual, todo me lleva a inferir que, la fracasada misión para reivindicar a la Armada Estadounidense de aquella inexplicable derrotaentre fines de 1946 y principios de 1947, coadyuvó, tal vez, mucho más de lo que hasta ahora supusimos en las causas que impulsaron a todos esos asesinos.

Acaso porque una nueva página, desmitifique la historia oficial, merced a que…


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