Armando B. Ginés •  Opinión •  04/07/2016

Unidos Podemos: ideas contradictorias, discurso blando y objetivos ambiguos

Unidos Podemos ha fracasado en el intento de ganar las elecciones y la supremacía dentro de la izquierda en España porque sus múltiples mensajes, a veces contradictorios, han ido dirigidos a contentar o activar distintas sensibilidades de un mismo espacio social genérico, en muchas ocasiones con intereses encontrados y con ideologías o culturas de procedencia muy dispares. Pura mercadotecnia al servicio de un conglomerado heterogéneo y un objetivo excesivamente pragmático.

 

El movimiento 15M despertó y alentó energías que permanecían dormidas, desmovilizadas, hastiadas o en la inopia del pasotismo y la abstención. Todo ello produjo un discurso radical que fue recogido por una elite académica, intelectual y activista ajena a las tradiciones de la izquierda clásica española que sirvió para galvanizar emocionalmente a mucha gente. En muy breve tiempo, los éxitos electorales inmediatos y un optimismo desmesurado sin asientos o raíces profundas en la realidad sociopolítica hizo que Podemos emergiera como una solución ideal para contrarrestar las políticas tradicionales del bipartidismo PP-PSOE. Craso error: hoy estamos asistiendo al desfondamiento controlado de tal apuesta y a la desbandada controlada y lenta de un empuje inicial que ahora se vislumbra como escasamente anclado en las realidades cotidianas de sus potenciales electores.

 

Nadie sabe a ciencia cierta en este discurso neoperonista de ni de derechas ni de izquierdas qué pretende Unidos Podemos, ¿nuevo modelo de sociedad?, ¿volver al Estado del Bienestar?, ¿más capitalismo de rostro humano o un regreso pausado a una idílica economía social de mercado? Sus ambigüedades calculadas al milímetro han debido causar estupor a una gran parte de su presunto electorado de izquierdas.

 

Unidos Podemos sabe que el instinto conservador en épocas de crisis aguda alimenta el egoísmo individual y el voto a la defensiva. Con este factor elevado a al enésima potencia ha pretendido combatir la campaña mediática contra sus siglas con palabras amables y de escaso compromiso con ideas fuertes que pusieran al establishment en jaque y conectaran con nuevas ilusiones más allá de lo políticamente correcto. Su repliegue dialéctico y programático ha denotado inseguridad en los planteamientos y demasiada confianza en sí mismos.

 

Desde una óptica de izquierdas, Unidos Podemos no parecía una alternativa fiable que pudiera ofrecer cambios sustanciales al panorama político actual de España. Demasiado tacticismo, excesiva preocupación por no salirse de lo tolerable, apariencia conservadora de gesto, mucha pose publicitaria. Daba la sensación de que a lo único que optaban era a una regeneración estética del PSOE, esto es, convertirse en partido socialdemócrata renovado sin más pretensiones políticas e ideológicas.

 

Mucha gente de Podemos se duele ahora de los resultados electorales, tan distantes de las expectativas previas. Algunos exegetas de la derrota abundan en culpar al electorado desafecto y los sufragios de más obtenidos por el PP en clave ética o moral, diciendo más o menos que contra la conciencia individual que no se moviliza contra la derecha, la corrupción, los recortes, los desahucios y el neoliberalismo poco se puede hacer al respecto. La impotencia propia se explica o justifica de mil maneras.

 

Estamos ante la enésima disputa entre la ética y la moral, enfrentamiento la más de la ocasiones estéril, ya que son dos campos, que aunque hipotéticamente interconectados juegan roles diferentes en la realidad diaria. La ética a la que reclaman los votos que les han faltado para vencer en las elecciones del 26J se ha evaporado en la incomprensión ideológica travestida en avatares multidimensionales, en los oscuros o inexistentes objetivos a largo plazo y en buenismo cínico para eludir confrontaciones verdaderas con el sistema capitalista. En definitiva, un abrumador pragmatismo y una elaboración elitista teórica a la defensiva que han sido un mazazo para sus optimistas expectativas electorales. Bastante gente no sabía con meridiana claridad qué quería Unidos Podemos, ¿nueva sociedad o más de lo mismo con transformaciones estéticas de salón?

 

La ética de los desafectos o de los sufragios huidos en desbandada no es distinta a la de los votantes efectivos de la coalición. Todos desean lo mejor para sí y para los suyos, su familia, sus colegas y su entorno inmediato. Los no votantes de Unidos Podemos han votado para defenderse de una realidad volátil, compleja e inaccesible a soluciones políticas que no ofrecían con valentía nada nuevo para resolver sus cuitas personales y familiares. El discurso de Unidos Podemos se ha ido pareciendo cada vez más al del resto de lo que llaman vieja política.

 

No son peores los no votantes de Unidos Podemos que el resto, simplemente han depositado su sufragio a favor de los valores predominantes en la sociedad posmoderna actual: egoísmo de situación, consumismo desaforado, miedo a perder el trabajo en precario de hoy, factores todos ellos que provocan conductas escapistas por la impotencia de revertir la problemática socioeconómica de manera más solidaria y colectiva y actitudes de incluirse pasivamente en la corriente que asegure la continuidad de las vivencias cotidianas. Unidos Podemos ha demostrado no poseer raíces estables en la realidad psicológica profunda de la España media.

 

Esa España mayoritaria y silenciosa se exalta con el fútbol, le encanta departir con las amistades alrededor de varias cervezas o vinos, desea irse de vacaciones como mera pose social, odia el sindicalismo de los sindicatos ausentes o en retirada y el compromiso ciudadano, no entiende de qué van los independentistas catalanes o vascos y desconoce si existe la posibilidad de vivir en comunidad de forma distinta al sistema capitalista.

 

El nuevo discurso de Unidos Podemos, valga la paradoja, se ha hecho antiguo rápidamente. Su transversalidad conservadora ha pretendido aunar voluntades cansadazas de lo obvio y repetitivo de modo cuasi religioso y moral concitando alrededor de su buena nueva hooligans o feligreses tocados por una conciencia ética excelsa. El fracaso ha sido rotundo. La política es otra cosa: fajarse desde las raíces para provocar cambios culturales desde la base. Y las raíces están en el trabajo, en la precariedad laboral, en los barrios periféricos, en el fondo de las esencias capitalistas. Las redes sociales y la transversalidad populista sirven solo para exaltaciones creativas o emocionales que se diluyen en la nadería de las exigencias vitales diarias. Hacer coincidir voluntad de querer y voluntad de querer desde ideas de izquierda nunca ha sido una empresa fácil.


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