Muerte al laicismo, viva la democracia
El intento de golpe de Estado en Turquía fracasó. El pueblo se lanzó masivamente a la calle, convocados por el presidente Erdogan y por las mezquitas de todo el país, y los militares dejaron sus tanques y sus fusiles sin usarlos indiscriminadamente contra la gente, evitando una masacre difícil de evaluar. ¿Por qué esa rendición sin lucha? Los oficiales del ejército explicaban el levantamiento porque se consideraban obligados a velar por la constitución y por su laicidad, que estaba siendo atacada por los decretos e iniciativas legislativas del gobierno tendente a una islamización del Estado. De hecho, ya había propuesto algún ministro el cambio constitucional para proclamar un Estado Islámico. Pero parece que una mayoría del pueblo, al que ese ejército se debe, parece apoyar esos cambios o desde luego se oponen a los métodos de los militares. Y ante eso, sólo cabía renunciar y entregarse.
Se restablecía así la «democracia» de Erdogan, que en unos días ya ha detenido a más de 40000 personas acusadas de golpistas, ha depuesto y en muchos casos encarcelado a más de 3000 jueces, está proponiendo la implantación de la pena de muerte, ha expulsado la mitad de los generales y altos cargos del ejército, ha purgado la administración en todos sus ámbitos expulsando a miles de funcionarios «desleales», entre ellos más de 60000 profesores. Ha cerrado 130 medios de comunicación, deteniendo a centenares de periodistas y mantiene la férrea censura sobre las redes sociales. Y todo este despliegue represivo se ejerce sobre una gran parte de la población, basándose en unas listas negras que ya tenía establecidas. El golpe, para muchos «inducido» o «auto golpe» no ha hecho más que justificar el incremento de la represión y acelerar la actitud dictatorial del presidente que desde hace más de un año venía denunciando el informe del comisionado por los Derechos Humanos, Democracia y Ayuda Humanitaria de la OSCE, Jesús López Medel (ex diputado del PP), que daba testimonio de «la deriva de islamismo radical excluyente» y de «autoritarismo» con la supresión de los controles, en especial el judicial. El presidente autoritario no se tapaba en mayo para decir que todos debían tener claro que él detentaba «los tres poderes del Estado».
Mientras este déspota establece un Estado Totalitario y Fundamentalista, la UE se limita a sugerir que se respete la democracia mientras mantiene unos acuerdos vergonzosos pagando dinero al régimen turco para que contenga y reprima a los refugiados sirios. Y todo el mundo cierra los ojos mientras este miembro destacado de la OTAN retoma con más fuerzas los bombardeos sobre los kurdos. Apenas se dedican unos segundos en algún telediario a lo que Amnistía Internacional considera incumplimientos masivos de los derechos humanos, con torturas generalizadas, apresamientos en masa y ataque a todas las libertades.
EEUU condenó el intento de golpe, pero se limita a sentir «preocupación» por el restablecimiento de la democracia. Y sigue manteniendo sus relaciones privilegiadas con el socio que más ayuda a sus intereses estratégicos en la zona, la punta de lanza de la OTAN en su actuación sobre Siria y el resto de la región.
Todo Occidente asiste entre inmóvil y cómplice al desgarramiento de otro pueblo, al aniquilamiento de uno de los pocos estados laicos que quedan en el área musulmana y a la implantación de otro Estado Totalitario Islámico. Los inmediatos intereses estratégicos y económicos valen más que la destrucción y desestabilización de países enteros y los continuados y duraderos conflictos en que se ven inmersos. Ni siquiera se piensa en las repercusiones que puedan sufrir nuestras poblaciones occidentales, que ya estamos sintiendo en nuestras carnes el terror del fundamentalismo que nosotros hemos permitido o apoyado.
Hace 40 años, EEUU impulsó con inmensos recursos a los «combatientes de la libertad» (Bin Laden) para terminar con el Estado laico de Afganistán. Lo mismo ha hecho después, ayudado por otros gobiernos europeos, con IRAK y LIBIA, países laicos y de los más avanzados en el mundo árabe. Y está intentando desde hace años, y casi consiguiendo, el mismo cambio en Siria. Ese Occidente puede estar orgulloso, en menos de medio siglo ha conseguido cortar el desarrollo, la apertura y hasta la llamada «occidentalización » de estos países para convertirlos en totalitarismos teocráticos fanatizados, incentivando el odio y la «guerra de civilizaciones», en la que cada vez más los «occidentales impíos» somos el objetivo de estas «nuevas democracias».
* Miembro de Prometeo y del Frente Cívico Somos Mayoría.