Tomás F. Ruiz •  Opinión •  04/09/2022

Seis meses de mentiras sobre Ucrania y su guerra

Seis meses de mentiras sobre Ucrania y su guerra

Desde tiempos de Franco no se había vivido una medida de represión informativa tan grave como esta”

Pocas veces en la historia de la humanidad tan pocos habían mentido tanto para engañar a tantos en tan poco tiempo.

Llevamos seis meses incapaces de saber qué es verdad y qué no lo es gracias a los señuelos informativos con que nos desinforman los medios; seis meses sometidos a las fake news (noticias falsas) que infiltran en los medios occidentales las centrales de inteligencia norteamericanas. Esos medios, con su plantilla de periodistas a nómina de la CIA, toman las noticias falsas que les proporciona la OTAN, las procesan para hacerlas más digeribles, menos inverosímiles, y se las ofrecen, sin ningún tipo de desvergüenza para la digna profesión de informadores que representan, a la indefensa población occidental a la que van dirigidas.

Complot y manipulación

Efectivamente, la guerra de Ucrania se ha convertido en un devastador crisol para poner en práctica todo tipo de diabólicas artimañas y perversos complots en la línea de lavar el cerebro (“brainwash” en jerga anglosajona) al indefenso receptor de informaciones europeo.

Desde la peligrosa Organización del Tratado del Atlántico Norte (léase CIA, FBI o Pentágono) están experimentando con nosotros para ver hasta qué punto llega nuestra ingenuidad ante sus perversas artimañas, hasta dónde la credulidad en sus inverosímiles falacias. En esta guerra de Ucrania, los medios de comunicación occidentales no parecen sentir vergüenza alguna sometiéndose a las diabólicas estrategias comunicativas que les aplican. Piensan que Europa se ha quedado ciega y sorda, que ha perdido su norte en la razón y la justicia y que en ese estado de inconsciencia resultará muy fácil engañarla.

Envenenamiento informativo

No hay escrúpulos ni límites en el envenenamiento informativo que se está aplicando; se utiliza de todo: retorcidos subterfugios, denigrantes bulos, abyectas simulaciones… El caso del despreciable montaje de los cadáveres colocados premeditadamente en las calles de Bucha, cuando llevaban semanas muertos, fue una de las performances (puestas en escena) más brillantes que llevaron a cabo los cabezas rapadas nazis del batallón Azov. Este escalofriante montaje -basado en fotografías manipuladas y falsas interpretaciones- encendió ríos de indignación en todo el mundo y ha sido uno de los principales detonantes de la rusofobia.

Sinceramente, me resulta repugnante ver la patética situación a que han degenerado mis compañeros de profesión: nunca creí que la prensa europea pudiera caer tan bajo. En los tiempos que corren, el Estado mayor de la OTAN se ha convertido en redactor jefe de todos los periódicos de Occidente, supervisor de todas las radios y redes sociales y censor de todas las cadenas (nunca mejor dicho) televisivas. Se trata de mentir y crear falsos argumentos para que al ciudadano europeo lo blanco le parezca negro y lo negro blanco. Europa ha vuelto a la manipulación informativa de la ocupación nazi y en España hemos retornado a los siniestros años del franquismo.

Noticias falsas

Ese absurdo inventar noticias falsas, manipular el escenario bélico, invertir a los protagonistas de las masacres… Estamos viviendo una situación muy cercana a la que se plantea en la escalofriante obra “1985” de George Orwell. Y la información ofrecida sobre los ataques a la central nuclear de Zaporiyia lo confirma. Los medios europeos han cumplido correctamente su papel de la voz de su amo, recogiendo patrañas tan absurdas como sugerir que Rusia es la responsable de los bombardeos a la central. Esa falacia, tan insostenible ahora que se encuentra allí un equipo de observadores internacionales, ha sido tragada y repetida hasta la saciedad por casi todos los medios de comunicación del mundo.

La prensa europea carece de vergüenza a la hora de convertirse en cómplice de la manipulación de la verdad y de la difusión de mentiras. Con la abyecta complicidad de los medios de comunicación, el ciudadano europeo sufre la desinformación que se persigue con estas maniobras de envenenamiento informativo. A través de ellas, a través de los alguaciles trompeteros en que se han convertido los periodistas europeos, la NATO dicta los mandamientos de rusofobia a toda Europa. No hay que olvidar que algunos alcaldes europeos, como el de Madrid sin ir más lejos, se ha tomado esta rusofobia como asunto personal y a través de las pantallas de televisión ha llamado a los rusos hijos de puta (bastards en la barriobajera lengua anglosajona que el “dick face” chapurrea).

Rastrera prensa española

Desde mi posición de informador profesional, me cuesta creer que mis colegas periodistas de España no hayan manifestado el menor escrúpulo a la hora de someterse al nuevo Reichstag informativo que les imponen desde la OTAN. Parece que con tener a mano el tarro con vaselina -que tanto utilizaron antes y después de la muerte de Franco-, se dan por satisfechos. En algunos medios del país, considerados “de izquierdas” y dignos de admiración en los años setenta, parece que incluso disfrutan con esa repugnante sodomización a que los someten desde Washington.

La prensa española, humillada hasta la médula en su despreciable sumisión a los mandamientos dictados por la NATO, llega a ser tan desvergonzada que actúa como cómplice de Kiev, diseminando las mentiras que el mismo Zelensky urde desde su retardada personalidad de mal cómico y peor payaso. Mientras tanto, sin ninguna voz que denuncie esta maniobra represiva, el rastrero gobierno español prohíbe ver en todo el territorio “nazional” la Rusian Television (RT), para impedir que los ciudadanos españoles puedan contrastar las falsas y tendenciosas informaciones que, a través de la ramera mayor del reino que es la TV española, les ofrecen desde el lado nazi-ucraniano del conflicto.

La desvergüenza de la prensa española, insisto, es que ni uno sólo de los medios de comunicación importantes del país se ha atrevido a criticar esta medida goebeliana que atenta contra el inalienable derecho de los ciudadanos a recibir una comunicación veraz y contrastada. Desde tiempos de Franco no se había vivido una medida de represión informativa tan grave como esta. Y lo que es peor, nadie, ni desde las páginas de los periódicos, ni desde los micrófonos de las emisoras ni desde las pantallas de la televisión, ha levantado la voz para denunciarlo… ¿Para esto pasan los estudiantes de C.C. de la Información cinco años formándose como periodistas en la universidad, aprendiendo deontología y ética de la profesión? ¿Para eso las clases de Teoría de la Comunicación, donde el primer mandamiento dice que toda información pública debe ser contrastada antes de ser difundida? Rastrera prensa española… QVO VADIS?

Tomás F. Ruiz es periodista profesional, miembro de la fape


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