Carta de Julián Conrado a la paz
Un nueve de abril en Colombia, mi abuelo solía recordar…
Porque hablaba de paz y justicia, a un gran hombre asesinaron…
A propósito del proceso de paz en mi Colombia querida, hay una fábula, del poeta venezolano Aquiles Nazoa, que no deja de darme vueltas en la cabeza:
“A la fuerza bruta del toro
quiso oponer el loro
la desarmada fuerza de la idea
y apenas comenzada la pelea
aunque vertió sapiencia por totumas
del loro no quedaron ni las plumas.”
Muchísima gente se pregunta: ¿Será verdad que el Estado colombiano dejará de utilizar la fuerza bruta contra los pobres que reclaman sus derechos? ¿Será verdad que nos permitirán, a las gentes del pueblo, hacer política de oposición con la desarmada fuerza de nuestras ideas de paz con justicia y amor? Qué bueno fuera que cesara por siempre la horrible noche y que no vuelva a repetirse la historia de Galán el Comunero, los obreros de Las Bananeras, Jorge Eliezer Gaitán, Guadalupe Salcedo, La Unión Patriótica, Carlos Pizarro, los miles de masacrados y millones de desplazados por el paramilitarismo. No es fácil pero tampoco imposible. Lo cierto es que bien vale la pena volver a soñar, volver a creer, volver a intentar; quien quita que esta vez nos cumplan y esa paz, tan anhelada, por fin, se haga realidad… ¡Ojalá!, porque otro engaño… quien sabe…
Lo único seguro es que la guerra es horror, muerte, destrucción; y la paz, tal cual y como es la paz, es vida, alegría y bienestar; lo mejor para Colombia y la humanidad entera.
Colombianas y colombianos, sigamos por el camino del amor, el perdón y la reconciliación. Este dos de octubre y todos los días de nuestras vidas, digamos, de todo corazón ¡SÍ a la paz!: La paz que se ha construido y la paz que falta por construir.
¡AMANDO VENCEREMOS!