Jorge Gómez Barata •  Opinión •  04/10/2018

Brasil entre signos de interrogación

Mientras a Lula, presidente de Brasil por dos períodos y único mandatario que al dejar el gobierno era más popular que al asumirlo, se le impide participar en la contienda electoral, el candidato de la derecha es uno de los políticos más antipáticos que pueda ser imaginado. La paradoja no puede ser más significativa.

Se trata de Jair Bolsonaro, ultraconservador y neoliberal a rajatabla, capaz de considerar el periodo de las dictaduras militares como una “Época gloriosa”, partidario de la tortura y que elogia a Pinochet y a Fujimori. Misógino al punto que en pasado mes de abril, en un discurso en Río de Janeiro, refiriéndose a sus hijos afirmó: “Tengo cinco hijos, cuatro hombres, en el quinto me dio una debilidad y vino una mujer”. Se trata de su única hija.

El periodista estadounidense Glenn Greenwald tuvo razones para tildarlo como “el más detestable funcionario público electo en el mundo democrático», mientras un sitio web australiano lo calificó como “El político más repulsivo del mundo. 

Las abismales diferencias entre uno y otros candidatos, explican por qué, a pesar de no contar con capital político propio y disponer de apenas un mes para promover su candidatura, Fernando Haddad, aspirante sustituto del Partido del Trabajo, puede ganar las elecciones presidenciales en Brasil, en cuyo caso Lula seria indultado y Dilma Rousseff reivindicada. Parece demasiado bueno para que sea fácil. Imposible no es.

Las políticas de Michel Temer, ex vicepresidente de Dilma Rousseff que en gesto abyecto se prestó a una sucia maniobra para deponer a la mandataria, unido a la obra y los atractivos del discurso de la izquierda, están generando una polarización que excluye las medias tintas por lo cual, como señala Atilio Borón, el otrora vigente centro político se ha eclipsado.

La tarea del momento para el partido del trabajo y el conjunto de la izquierda brasileña seria lograr un empate para forzar una segunda vuelta electoral en la cual el centro político que, de ninguna manera podría apoyar a Bolsonaro, girará para sumarse al candidato del PT. Una coalición así, dictada por los afanes de supervivencia política más que por coincidencias programáticas, pudiera marcar la diferencia entre victoria y revés.

A menos de dos semanas para las elecciones mientras, sube la popularidad de Fernando Haddad que opera con el capital político de Lula, crece el repudio a Bolsonaro que en materia económica y social no tiene nada que ofrecer, ni siquiera a las clases altas, unidas únicamente por el miedo a un retorno de la izquierda.

Queda por ver cuál será el papel del estamento militar cuyo Alto Mando, por intermedio del jefe del ejército, general Eduardo Villas Boas se ha pronunciado en términos sospechosamente radicales, no solo contra Lula sino contra la perspectiva de un retorno de la izquierda al poder.

El pasado 6 de septiembre durante un acto político en la ciudad de Juiz de Fora, en Minas Gerais, Jair Bolsonaro fue apuñalado, siendo operado con éxito. Aunque el suceso lo apartó por unos días de la campaña política, al victimizarse, ha aumentado algunos porcentajes su popularidad.

En pocos días se resolverá en enigma:  Fernando Haddad, actuando en nombre y por encargo de Lula se impone o fuerza una segunda vuelta en la cual tendría todas las de ganar o Jair Bolsonaro triunfa y Brasil se hunde por años en la triste noche del extremismo neoliberal. Allá nos vemos.

Fuente: Por Esto


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