La Mosca Roja •  Opinión •  05/09/2018

Las victorias del neoliberalismo el yo cuantificado

R. despierta cuando suena la melodía del reloj simulador de amanecer, acompañada de un haz de luz que, en este momento -cuando ya ha de despertarse de modo completo, según el mecanismo interno del artefacto- ha intensificado su luminosidad y ha cambiado a una tonalidad más clara y rosácea. La función despertar dispone de diversas memorias para programar diferentes horas de activación según el día de la semana. Sin embargo, R. marcó cuando lo hizo funcionar por primera vez, una sola hora para despertarse, sin diferenciar el periodo de lunes a viernes al del fin de semana. Al fin y al cabo, el fin de semana ha de dedicarlo, de manera todavía más necesaria a la optimización del yo: es su tiempo “libre”.

R. Consulta su pulsera de actividad y verifica las horas de sueño de la noche pasada; los periodos de sueño activo; las interrupciones de sueño; la media horaria con respecto a las noches anteriores; los datos sobre la coincidencia de horas en las que su cuerpo le ha pedido ir al baño; el número de giros sobre la cama e incluso los datos que constatan cuál es el lado de su cuerpo sobre el que, inconscientemente, prefiere dormir a lo largo de esa noche (y la inevitable comparativa con el resto de noches del resto de meses). Tras la consulta, R. activa el contabilizador de movimientos que se reiniciará para este día y se acumulará al conteo semanal de pasos, escalones subidos y distancia recorrida (total, por tramos horarios y por parte del día). Se levanta de la cama y toma el smartphone en su mano. Sus ojos se dirigen al número que indica la cantidad de mensajes de whatsapp, de mails y de notificaciones de contactos de Telegram. Los consulta y, automáticamente, entra en su rutina de sentir cierta angustia producida por las cifras tan elevadas de mensajes y notificaciones que “debería” leer para “mantenerse al día”. Deja el teléfono junto a la tableta, que ha estado toda la noche cargándose, y, tras la ducha y el aseo, se dispone a desayunar. Antes de hacerlo abre la aplicación que el equipo del que forma parte su nutricionista ha creado para indicar los menús diarios de cada paciente-usuario. Desliza el calendario hasta el día de hoy y la sección desayuno, lee los alimentos que ha de desayunar, revisa la cantidad de calorías, grasas, hidratos de carbono, nutrientes y proteínas que cada porción va aportarle y los activa, antes de desayunar, para que los datos lleguen a un “otro lado” difuso que le envía un “Bravo, tu cumplimiento es óptimo” con el que se da por hecho que R. incrementará su motivación hacia no se sabe muy bien qué y se hará feliz a él y a quien recoge los datos (¿es un quien o un qué o un nada).

En el trabajo, R. consulta de vez en cuando su pulsera de actividad y, para centrarse en su trabajo y optimizar la gestión del tiempo, utiliza Tomatoid Pomodoro, una aplicación en su ordenador que cada 25 minutos le indica, con una señal sonora, que ha de dejar lo que está haciendo para respirar, utilizar otra app que le facilita una micro-meditación activa de 5 minutos, y, a la nueva señal, volver a poner a 0 el contador de tiempo de su Tomatoid. Al finalizar el día, inevitablemente, habrá de consultar de nuevo su pulsera de actividad y asombrarse ante de los logros relacionados con sus pasos, los escalones subidos, las calorías quemadas, los estiramientos realizados, los periodos de concentración óptima, los minutos de descanso, la gestión de sus mails, su peso actual…o frustrarse, al consultar la self-data, ante su imperfección respecto al estándar que él mismo, a través de aplicaciones inteligentes diseñadas para un usuario universal.

 R. intenta dormirse, tras haber reseteado su monitor de sueño, mientras le asaltan los pensamientos que, escapando a su voluntad, le recuerdan que no ha alcanzado su máximo, el que el sistema espera de él y de todos, y que, cuando el amanecer artificial de su despertador se produzca, deberá iniciar de nuevo esa carrera sisífica por optimizar a toda costa su agotado yo,  su yo cuantificado, desde el neoliberal y verdugo parámetro del RENDIMIENTO.


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