Rodrigo Bernardo Ortega •  Opinión •  05/10/2024

Por qué la caída de la inflación en Argentina no es una buena Noticia

Poco hablamos de la economía del país del Cono Sur, tal vez porque todas las medidas económicas que han intentado los últimos gobiernos -tanto de derecha como de izquierda- no parecen funcionar. Hemos visto como la ya endémica inflación, es decir, el aumento sostenido de precios de bienes y servicios, alcanzó para el 2023 un 211%, superando incluso el valor registrado por Venezuela para el mismo año.

La inflación afecta sensiblemente la calidad de vida de las personas comunes, ya que al perder poder adquisitivo la moneda, aumenta el costo de vida, erosiona los ahorros, y genera una gran incertidumbre frente al futuro económico, acabando en pérdida de confianza en las instituciones. En consecuencia, en las elecciones presidenciales de ese mismo año el pueblo argentino ha decidido cambiar al gobierno peronista por uno autodenominado “libertario” en cabeza del estrafalario Javier Milei. 

El libertarismo (o libertarianismo, economía laissez-faire, también llamado  anarcocapitalismo), suscrito por Milei, es una ideología turbo-capitalista que cree que todos los problemas económicos de la sociedad pueden ser solucionados practicando el libre mercado a través de la iniciativa privada. Para ello se debe eliminar cualquier intervención del gobierno como lo son las regulaciones, impuestos excesivos, la empresa pública, los subsidios, etcétera. Así mismo, se cree como dogma a la tesis de Milton Friedman quien dice que la inflación es siempre un fenómeno únicamente monetario, al punto  que en febrero de 2024 Milei incluso propuso un proyecto de ley para dar cárcel a funcionarios que emitan moneda.

El recién posesionado Milei empezó a implantar sus radicales políticas, a las que llama el ajuste, y pasado medio año de presidencia podemos ver ya sus efectos, así que veamos pues cómo son sus datos de inflación: 

El índice de IPC (Índice de Precios al Consumidor, que mide la inflación porcentualmente), lleva ya unos 4 meses con datos moderados de inflación. El último dato disponible de agosto 2024 se ubicó en 4.2%, un descenso notable respecto al dato del mismo mes del año anterior: 12.4%.

Ante estas noticias, el gobierno argentino ha dicho en diversos escenarios que es motivo de celebración por estar “domando la inflación”. Lo cierto es que, aunque a priori una menor inflación es una buena noticia, nos cabe preguntarnos cuál es el costo social si para bajar dicho indicador se está induciendo una recesión económica.

Para empezar, la caída de la inflación no implica una disminución de precios, sino una desaceleración en el aumento de precios: Primero, los argentinos no han recuperado poder adquisitivo, es más, debido a los desbordados valores de enero y febrero, el valor interanual proyectado para el 2024 es de 236%, incluso mayor al del 2023. Lo segundo es que contrario a lo esperado, el gobierno Milei ha continuado emitiendo pesos, de hecho a niveles más descontrolados que en el gobierno de Fernández, la gran diferencia está en que en lugar de utilizar el dinero del erario para programas sociales y servicios públicos se ha utilizado para comprar dólares.

Entonces, ¿Cómo explicar la caída en la inflación? La razón es la disminución generalizada de la actividad económica transversal a casi todos los sectores. Tomemos por ejemplo la manufactura, que si bien empezó a entrar en crisis en junio de 2023 nunca tuvo un bajón de más del 5% mensual (Índice IPIP), el desplome desde que asumió Milei es sostenidamente de hasta ¿? puntos mensuales. Este mismo fenómeno se repite con la caída de la construcción, y con el índice de producción de las Pymes; lo cual constatan  fuentes gremiales y oficiales por igual.

Estos datos parecen etéreos y herméticos, pero lo cierto es que revelan un castigo concreto a los ciudadanos: aumento del desempleo, aumento de la pobreza, caída del consumo. 

En lo que va del año, 170.000 personas han perdido sus empleos, siendo 130.000 de ellas pertenecientes al sector privado, lo cual no deja de ser paradójico. 

Un dato escalofriante en toda regla es la disminución del consumo de leche, el cual ha llegado a un alarmante 30%. Se presume que la leche, siendo un alimento básico de la canasta familiar, generalmente es lo último que se recorta del mercado. Esta fuerte caída del consumo de productos perecederos produce que los supermercados vendan dichos productos a precio de liquidación (por ser precisamente perecederos), de ahí que baje nominalmente la inflación.

Otros efectos de la reducción de la capacidad de compra de los argentinos es la disminución del recaudo impositivo, y todo esto a pesar de que no ha desmontado ningún impuesto (aunque la reducción de impuestos si había sido una propuesta de campaña). 

Milei comprometido dogmáticamente a tener un superávit fiscal ha recortado en exceso los gastos del estado sacrificando a la clase media y trabajadora: la mayor parte de este ajuste procede de las jubilaciones, universidades, obras públicas, subsidios al transporte y servicios públicos; profundizando de esta manera la crisis.

La Universidad de Buenos Aires (UBA) se ha declarado en emergencia presupuestaria debido a los recortes de fondos del gobierno de Javier Milei, los cuales han venido afectando gravemente su funcionamiento.  La falta de recursos ha llevado a la suspensión de obras de mejora y al deterioro de las instalaciones, con problemas para pagar servicios básicos como la electricidad. Los salarios de los profesores y trabajadores no docentes han caído significativamente, lo cual seguramente va a llevar a la fuga de talento y afectar la calidad de la educación.

Los llamados tarifazos son las subidas abruptas de los precios regulados (debido a los subsidios estatales que han sido progresivamente eliminados o regulaciones que han sido desmontadas) en los servicios públicos como la electricidad, agua, gas, transporte público, combustible y los precios de alquiler; con la llegada del nuevo gobiernos mes a mes hay anuncios de subidas en todos los rubros: en el caso de vivienda, agua, electricidad y otros combustibles, en los ocho primeros meses del año 2024 la variación acumulada fue de 179,9%. En contraste, el salario de los argentinos que cobran en pesos ven como cada vez les alcanza para menos.

Pero quizás, el segmento poblacional más afectado y que despierta más indignación es el de los jubilados. La Cámara de Diputados mantuvo el veto por presión del Gobierno a la ley que incrementaba en un 8,1% las jubilaciones mínimas, afectando al 80% de los jubilados. Los jubilados han perdido un 30% de su poder adquisitivo desde 2008, y un 17% desde 2017. Lo cierto es que la pensión no alcanza, y ante esto miles de jubilados salieron a marchar frente al congreso. La respuesta de Patricia Bullrich -la ministra de seguridad- fue la de reprimir fuertemente a los adultos mayores.

En conclusión, la promesa de campaña de Milei sobre mantener “domada” la inflación, ha servido para enarbolar un asalto a la clase media y trabajadora, es una versión más voraz de la llamada austeridad de toda la vida. Si bien la hiperinflación pueda menguar si se hace a costa de la economía y soberanía argentinas, no es más que la paz de los cementerios: dicho de otra forma, el cáncer también muere cuando muere el paciente. 

Sin embargo, podemos ver que la misma fórmula es predicada -y forzada por instituciones como el FMI y Banco Mundial- a los países emergentes como la clave para la prosperidad. 

El ajuste de Milei no es más que los ajustes Neoliberales con máscara de anti política.

Fuentes:


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