Iroel Sánchez •  Opinión •  05/11/2017

Cuba después de Trump

Se cumple un año de que Donald Trump ganara las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Pocos anunciaron su victoria, y muchos se entusiasmaron con la posibilidad de que se desatara un proceso que termine tempranamente con su mandato, pero en enero concluirá su primer ciclo de doce meses y sus controversiales tuits, los desacuerdos con los miembros de su gabinete, sus ataques a influyentes medios de comunicación y sus desafíos a consensos internos y externos, lejos de disminuir se han multiplicado.

Todo parece indicar que sin cambiar sus métodos, y a contrapelo de lo que necesitan una especie y un planeta ya bastante maltrechos, el magnate inmobiliario permanecerá en la Casa Blanca los cuatro años para los que fue electo y quién sabe si ganará una reelección que le permita duplicar ese tiempo; lo que no deja de ser un revelador síntoma de la salud de una sociedad y un sistema político que lo tienen como máximo representante.

A pesar de ello, y de que a noventa millas al Sur de sus costas, los cubanos sufrimos como el que más las consecuencias de sus actos -como su negativa a reconocer el cambio climático, el recrudecimiento del bloqueo económico y la ruptura de facto de los acuerdos migratorios entre ambos países-, viendo el esmero con que su administración se ha aplicado a la tarea de abandonar las zanahorias y retomar el garrote en la política hacia Cuba, no es la interrogante de si la Revolución cubana sobrevivirá al paso del magnate inmobiliario por la Casa Blanca la que más circula por estos días.

Parece haber coincidencias entre los analistas más publicitados en que la agresividad enarbolada por Trump es un terreno conocido por la dirección cubana que estaría “más cómoda” en él porque lo enfrentó en todas las administraciones estadounidenses, incluyendo los tres primeros cuartos del mandato de Barack Obama. Pero muy lejos de responder confrontacionalmente para buscar esa “comodidad”, ante ataques injustificables que ha venido haciendo el Presidente Trump, incluso con anterioridad a asumir la Presidencia, el gobierno cubano ha insistido en el diálogo respetuoso y en continuar alentando a los sectores que en Estados Unidos creen en la posibilidad de una relación civilizada entre ambas naciones. Prueba de ello ha sido su actuación paciente y profesional ante los cada vez más indemostrables “ataques sónicos” o las medidas migratorias para ampliar la relación con los cubanos residentes en el exterior, luego de que EE.UU. redujera el personal del consulado cubano en Washington.

Por otra parte, mientras el EE.UU. de Donald Trump rompe lanzas hasta con sus aliados europeos, se retira de la UNESCO, reniega del acuerdo de París para proteger el medio ambiente, y acrecienta tensiones con México por el tema migratorio, Cuba avanza en un acuerdo político y de cooperación con la Unión Europea, recibe nuevamente el respaldo prácticamente unánime del mundo en la ONU contra la política estadounidense, sigue apoyando a Venezuela -su aliado principal en Latinoamérica que parece encaminarse hacia la estabilización política por encima de las agresiones externas- y alcanza -a pesar de la persecución estadounidense- por primera vez su meta anual de 2000 millones de dólares en inversión extranjera, que de seguir a ese ritmo serían 8000 millones al concluir Trump el mandato para el que fue electo en noviembre de 2017. Y aún está por ver qué pasará cuando Trump tenga el próximo año que asistir a una Cumbre de las Américas que fue uno de los factores clave en la presión para cambiar la política norteamericana hacia Cuba.

En lo interno, ya con Trump al mando en Washington, Cuba terminó de  consensuar la conceptualización de su modelo económico y social que guiará el desarrollo del país y es la base para la reforma constitucional pendiente, concluyó exitosamente la nominación de candidatos para las elecciones municipales, gestionó de modo ejemplar en contraste con sus vecinos el impacto de un poderoso huracán que afectó la mayor parte del país, continuó ampliando el todavía insuficiente acceso a internet y se prepara para las elecciones generales de inicios de 2018 donde una nueva generación, ya sin los líderes que tomaron el poder en 1959, asumirá el gobierno en un período que coincide con la presencia de Trump en la Casa Blanca.

A propósito, los principales protagonistas de los eventos políticos de mayor repercusión en Cuba durante los últimos meses -conmemoración de los 50 años del asesinato del Comandante Che Guevara en Bolivia, Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, condena en la ONU del bloqueo, trabajo de los Consejos de Defensa provinciales y municipales en la recuperación de los daños del huracán Irma- nacieron todos después del triunfo de 1959 y estarán en plena madurez durante los años en que Trump gobierne en Washington para despedir al duodécimo presidente que intentó derrocar la Revolución cubana.

Fuente: http://www.cubainformacion.tv/index.php/la-columna/251-iroel-sanchez/76967-cuba-despues-de-trump


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