Por el bulo hacia el fascismo
Hace unos días mantuve una conversación con un amigo que fue sindicalista y votante de la izquierda durante bastantes años. En un tono exaltado me decía que nos están ocultando el número real de muertos y desaparecidos provocados por la Dana valenciana, que alcanzaría, según sus informaciones, la cifra de varios miles. Que lo había visto en una determinada red social. En vano intenté convencerle de que si eso fuera así, sería imposible ocultar una tragedia humana de tal magnitud: los familiares, vecinos y amigos de quienes han fallecido y faltan sacarían a colación ante la sociedad, las autoridades y los medios la cantidad real o aproximada de personas que ya no están con ellos y ellas. A esta obviedad mi interlocutor respondía arrogándose una posición de superioridad como resultado de tener acceso a unas fuentes vedadas para el común de los mortales. Y reprochándome ser víctima de los engaños de un sistema que se aprovechaba de mi ingenuidad.
El pasado mes de Agosto fue asesinado en un pueblo de Toledo un niño de 11 años llamado Mateo. Desde el primer momento, determinados perfiles de redes sociales atribuyeron el crimen a inmigrantes marroquíes, incluso después de que la guardia civil detuviera al autor del apuñalamiento, que resultó ser un vecino de la localidad. Posiblemente, los mentirosos pretendían instigar actos de linchamiento como los que tuvieron lugar en Reino Unido tras una agresión mortal acaecida en Southport, cuya autoría se atribuyó, falsamente, a miembros de la comunidad magrebí.
Y, en fin, en estos días asistimos a la intensificación de la guerra judicial, soportada en sumarios construidos a partir de informaciones surgidas de tabloides y organizaciones ultraderechistas, contra Sánchez y su entorno.
Estamos inmersos en un proceso de desinformación en el que se ha embarcado la peor derecha(y la otra también) con la finalidad de tocar un poder que las urnas se empeñan en no garantizarles. El fascismo de estos tiempos ha sustituido su antigua estrategia cuartelera y violenta por la de la difusión de noticias delirantes e irracionales con el fin de extender la antipolítica, de manera que la gente pierda la confianza en las instituciones, de las que sólo emanarían conspiraciones y manipulaciones que quedarían al descubierto merced a la actuación emancipadora de esos profetas de la verdad que, desde determinadas plataformas comunicacionales y dirigencias políticas, claman contra la casta y las élites. Curiosamente, entre éstas no incluyen a esas oligarquías que se enriquecen a causa de los precios que cobran y de los salarios que pagan.
Porque el fascismo de ahora es, como el de siempre, una manifestación de la lucha de clases, con un formato, eso sí, digital. Aprovechando el control que sobre la vida de la gente ejerce el capitalismo de la vigilancia, que no sólo comercia con nuestros datos, sino que a partir de éstos induce comportamientos y actitudes, los reaccionarios han sustituido la coacción física por la colonización de las mentes como medio para alcanzar la hegemonía a través de convencernos de la prescindibilidad del Estado, salvo en sus facetas represiva y de gestor directo de los asuntos del capital. Sobra, pues, aquél, nido de corrupción, parasitismo y nepotismo. Que al frente de las naciones se pongan empresarios de éxito y militares eficientes que ‘no se metan en política’, aunque ésta les retribuya más que generosamente, como comprobamos en la Valencia devastada.
Este es el discurso que subyace al bulo. Es la apuesta de facciones muy poderosas del capital, concentradas en el sector financiero, las nuevas tecnologías de la información y las energías fósiles. Sectores todos ellos que ven amenazada su tasa de ganancia por la emergencia de China y la rebelión del Sur global; y que responden a estos desafíos intentando zafarse de impuestos y regulaciones, lo que requiere más guerras(para ganar dinero y disciplinar a los rebeldes)y menos democracia.
Claro que el comportamiento de la socialdemocracia no arregla las cosas precisamente. Lo ha dicho Berni Sanders a cuenta de los resultados de las elecciones americanas: ‘la clase trabajadora ha abandonado al Partido Demócrata porque éste ha abandonado a la clase trabajadora’. Efectivamente, los partidos que se reclaman de aquella tradición están implementando políticas neoliberales que rebajan el poder adquisitivo de los salarios y convierten en una quimera el derecho a la vivienda, como pasa en España. Escogen, además, la guerra como solución al conflicto ucraniano y respaldan, abierta o subrepticiamente, el genocidio palestino. En la Comisión Europea, los socialistas españoles han llegado a pactar la entrada de los de Meloni y Orban para que Teresa Ribera no perdiera su puesto, en una clara prevalencia del tacticismo interesado más ruin sobre los principios que se supone mueven a los demócratas.
La crisis social que esta forma de gobernar genera son munición para los bulos, porque hacen que la gente pierda la confianza en quienes decían venir para hacer una sociedad más justa y se cuelgue, para superar su inseguridad y frustración, de los charlatanes que difunden trolas. Sobre todo, y esa es otra, cuando en esta tarea criminal esos provocadores gozan de total impunidad porque ningún juez ni fiscal se atreve a aplicarles, simplemente, el Código Penal. En fin, las cosas no pintan muy bien para el Estado social. Los Elon Musk de este planeta han decidido condenarnos. Seguramente porque ellos se van a ir a otro con sus naves espaciales.
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