Jaime Martínez Porro •  Opinión •  06/04/2021

Doble militancia

Soy doble militante porque tengo una condición doble, la de emigrante español y la de inmigrante y residente en Alemania. La doble militancia se convierte en un mecanismo para vehicular las reivindicaciones propias de esta doble condición.

Doble militancia

Nací en Palencia hace casi 32 años y vivo en Berlín desde 2016. Empecé a militar en Izquierda Unida a finales de 2015, al principio como simpatizante, luego como afiliado, y actualmente participo en la asamblea de IU Berlín. En 2018 mi situación en la capital alemana se fue estabilizando y cada día tenía más claro que mi estancia aquí iba para largo. Es por eso por lo que decidí empezar a militar en Die Linke en 2019 en mi distrito, en Steglitz-Zehlendorf. Die Linke e Izquierda Unida son organizaciones hermanas, ambas pertenecientes al Partido de la Izquierda Europea y al Grupo de la Izquierda en el Parlamento Europeo.

Soy doble militante porque tengo una condición doble, la de emigrante español y la de inmigrante y residente en Alemania. Como tal, las decisiones que se toman en España afectan a mis derechos (atención sanitaria, sufragio) o, por ejemplo, a las perspectivas de retorno. Del mismo modo, las decisiones que se toman en el Bundestag afectan a mis condiciones materiales (como la vivienda), a mis derechos laborales o a mis perspectivas de futuro en Berlín. Por eso, la doble militancia se convierte en un mecanismo para vehicular las reivindicaciones propias de esta doble condición.

La doble militancia en dos partidos políticos (más allá de otros tipos de militancia en sindicatos, asociaciones, movimientos sociales, etc.) es, por un lado, enriquecedora. Sin duda, el aprendizaje de participar en dos organizaciones, cada una con sus mecanismos de funcionamiento, con sus líneas políticas (aunque sean similares), comunicativas y estratégicas, conlleva la acumulación de un enorme acervo político-organizativo que uno añade a su caja de herramientas. Los enfoques para abordar los mismos temas se amplían, a veces condicionados por la realidad del propio país, pero otras veces con una perspectiva que permite aplicar experiencias y conocimientos de una organización en otra.

Somos internacionalistas y por eso la doble militancia se convierte en una condición en la que se estrechan lazos fraternales, en la que se lucha más estrechamente codo con codo por la justicia social, por la protección medioambiental, por el socialismo o por la paz. Somos militantes que, como recogen los documentos aprobados mayoritariamente en la XII Asamblea Federal de Izquierda Unida, celebrada a finales de marzo, «nos ayudan a tejer una red de solidaridad y cooperación entre las organizaciones de izquierdas». El internacionalismo se teje también cada día por la base y, en ello, la migración tenemos un papel fundamental.

La doble militancia es, por otro lado, también una carrera de resistencia: reuniones que se solapan, horarios y formas de organizar el día que varían entre países y costumbres; reuniones en distintos idiomas (castellano, alemán, también en inglés), organizaciones en paralelo de actos… Una forma de trabajo que no siempre se puede encajar en las 24h del día y que, en ocasiones, conlleva decidir a qué organización dar preferencia en un momento dado. Esto no significa abandonar la otra militancia (ni mucho menos), sino tratar de establecer una escala de prioridades según el momento y la situación no solo de la propia organización, sino del entorno social y político general.

Hay días que las reuniones se pueden encadenar una tras otra hasta pasar muchas horas, actualmente durante la pandemia, delante de una pantalla, en mi caso después de haber pasado muchas horas delante de esa misma pantalla trabajando. Esto supone un cansancio físico (la vista, la atención) y mental, pero también en ocasiones la renuncia a disfrutar de otras formas de ocio, de la compañía de la familia, amigos o pareja, o simplemente del legítimo derecho a no hacer absolutamente nada.

En este punto alguien se puede preguntar si merece la pena dedicar tanto tiempo a esta tarea y la respuesta es que sí. Los pros superan a los contras y, sobre todo, el espíritu de luchar conjuntamente en una comunidad amplia y diversa es muy gratificante e insufla energías en los días más agotadores. Tender puentes es lo que hacemos en lugar de poner muros, como hacen la extrema derecha y las corrientes nacionalistas que sacuden Europa y todo el mundo, porque «a través de los mares y las fronteras los trabajadores y las trabajadoras de todas las naciones se tienden las manos en unión fraternal; contra el poder internacional reaccionario del capitalismo, surge el poder revolucionario internacional de la clase trabajadora […] La explotación capitalista une a los obreros sin diferencia de oficio, sexo, religión y nacionalidad, en el único ejército revolucionario, que va a conquistar un mundo nuevo, donde el trabajador y la trabajadora tiene todo que ganar y nada que perder, salvo sus cadenas» (Clara Zetkin).

*Por Jaime Martínez Porro, militante de IU Berlín y Die Linke Steglitz-Zehlendorf.


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