Paco Campos •  Opinión •  06/07/2017

Liberarnos de las mediaciones

En filosofía, como en la vida, es aconsejable eludir las mediaciones, los elementos, casi siempre inventados, que a tenor de la causalidad, pretenden justificar aquellas conexiones o tipo de explicaciones que solemos dar para las cosas que nos interesan, bueno, para nuestros intereses y los de los nuestros -> cultura, civilización, religión, ideología, y un largo etcétera que vamos acumulando a medida que vamos siendo más importantes -aquéllos que nada tienen que perder, y se limitan a subsistir, no tienen esas preocupaciones.

            Volvemos a la carga, de la mano de Rorty y Davidson, para intentar superar falsas creencias en la existencia de naturalezas intrínsecas como el yo, la realidad no humana, la consciencia, la mente y, ahora, el lenguaje. La combinación de estos tópicos permiten a la filosofía, y en general a la manera de pensar de la gente, mantener que entre nosotros y el mundo hay relaciones que sólo estas mediaciones pueden explicar. Mantenemos posiciones de ese tipo porque admitimos que el yo y la realidad no humana, por ejemplo, tienen la misma existencia, existen lo mismo que las sillas o las mesas.

            Mantienen los filósofos citados que la mediación del lenguaje entre el yo y el mundo, por su carácter representativo y explicativo estaba en la onda de la causalidad, tan pertinente en la nueva era caracterizada por la evolución (de las especies). De esta forma se ignoraba lo principal, y es que los humanos hacen las verdades al hacer los lenguajes en los que se formulan las proposiciones. No hay un mandato del yo, ni una figura del mundo representada en la mente, ni un lenguaje mediador que crea significados: todo queda reducido más o menos a esta expresión -> Intentaba pensar de este modo, que no es otra cosa que la argucia de la sintaxis.

             


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