Cambiemos en el ojo del huracán
El macrismo es como un festival de rock;
están Divididos, son Decadentes,
tienen varias Viejas Locas,
se mueven como Ratones Paranoicos
y están hasta Las Pelotas
Texto de un meme difundido en redes el 2 de septiembre de 2019
Las elecciones internas de agosto pasado en la Argentina dieron vuelta las interpretaciones relacionadas con la situación real del país y le dieron una visibilidad irrefutable a la opinión popular acerca del gobierno de Mauricio Macri y, también, sobre la fórmula que construyó Cristina Kirchner, con Alberto Fernández a la cabeza. En un país que empieza a acostumbrarse a respetar su constitucionalidad -aún en el marco de una democracia “sucia” o de “baja intensidad” como la actual-, la ciudadanía concurre a las urnas un domingo de sol y, en diez horas, da vuelta todo, invierte el témpano y muestra los dos tercios que rechazaban al gobierno, por encima del tercio que, hasta aquella jornada, lo acompañaba.
En tres años y diez meses la gestión de la Alianza Cambiemos (PRO, Unión Cívica Radical, Coalición Cívica) empeoró todos y cada uno de los aspectos de la vida social y económica del país; en función del plan de negocios que los grupos económicos instalaron, se hundió a millones de argentinas y argentinos en la pobreza y la indigencia, además de rematar las posibilidades de estabilización económica y financiera que le daba el desendeudamiento externo logrado por el kirchnerismo y comprometer el futuro de varias generaciones y destruir el valor de las empresas más importantes del país, con YPF en el valor más bajo de su historia.
La bomba les estalló en las manos, antes de ir a refugiarse, a partir de diciembre, en sus palacios internacionales. En tierra queda una situación de destrucción, que incluye a las estructuras partidarias armadas para imponerse al gobierno anterior, una práctica de las “alianzas” argentinas que, solo han servido para inflar globos de triunfo una vez y, después, salir tan “volao” como el Pedro Navaja de Rubén Blades.
La implosión del sistema partidario del gobierno llega al borde del sainete, con un Juntos por el Cambio convertido en “desunidos por la derrota”, con el mascarón de proa de un Miguel Pichetto extraviado en los canales sin rating que todavía lo convocan y ya rosqueando para convertirse en auditor opositor, el PRO en terapia intensiva y Macri, ahora sí, listo para una jubilación eterna, aunque con las cuentas bancarias cargadas y a buen recaudo del cepo con corral que le puso a la ciudadanía.
La rebelión de los orcos, los elfos, los hobbits o lo que sean…
Aunque se dice que las derrotas “no tienen dueño”, la debacle de Cambiemos tiene responsables, al menos para las distintas tribus que empezaron a multiplicar facturas desde la misma medianoche de ese domingo en que el Presidente ordenó a la gente que se vaya a dormir, mientras sus asistentes descolgaban los racimos de globos amarillos que se quedaron sin la ya no tan mágica Ciudad de Tan Biónica. La pelea no tiene límites ni fronteras: radicales contra macristas, radicales versus radicales, gobernadores contra ministros, operadores contra políticos y, claro, Elisa Carrió contra todos y todas y todas y todos contra Durán Barba.
Orcos se llamaban los monstruos de la mitología celta; orcos denominó J. R. R. Tolkien a su raza de criaturas usadas como soldados por los grandes villanos de su “Señor de los Anillos”. Los macristas “puros” y cibernéticos, con desprecio, siempre llamaron orcos a los miembros del sector negociador, “rosquero” y encargado del “trabajo sucio”, encabezado por Emilio Monzó, uno de los dirigentes más hábiles de Cambiemos, que llegó a la presidencia de Diputados después de haber sido, por ejemplo, ministro macrista del Gobierno de la CABA y, antes, titular de la cartera de Asuntos Agrarios de la por entonces sciolista provincia de Buenos Aires.
Extraviado en su nube de troles y focus group, Marcos Peña y la gobernadora María Eugenia Vidal, dejaron a él y a su tropa fuera de las listas nacionales, del mismo modo con que antes lo habían apartado de la mesa chica de la Rosada. En respuesta, el grupo liderado por el también ex randacista de Carlos Tejedor no tuvo empacho en tirar la primera piedra, y también la segunda. Con una simpatía que no caracteriza al pasado de su familia bahiense, el ex jefe del bloque de diputados oficialista, Nicolás Massot, comparó al estratega presidencial Durán Barba con el «manosanta» de Alberto Olmedo, un charlatán que se hacía pasar por curandero brasileño para ganar dineros y manosear cuerpos femeninos, en una época en que el enfoque de género todavía no se hacía sentir en la sociedad local.
Más directo aún, el círculo de Monzó “aceptó” con rapidez la muerte de Cambiemos junto a la de su gobierno y empezó a orejear los cartones que conducen a un nuevo continente partidario. El asunto importa mucho a los macrismos, cuyos cálculos les dicen que podrán aferrarse a alguna palmera antes que el huracán Dorian los destruya con su coletazo, para usar una figura del repertorio de un sistema partidario que oculta tras los ejemplos climatológicos e hídricos sus fracasos, errores y derrotas. La retaguardia porteña a la que aspiran se complementaría, en sus fantasías, con bancadas legislativas nacionales y bonaerenses de peso suficiente como para refutar los planes del Frente de Todxs, que estará cerca del quórum propio en Diputados, con mayoría holgada en el Senado nacional, y con una oposición al fenómeno Axel Kicillof fragmentada en la Legislatura platense. Para intentar alguna resistencia necesitan que no haya fugas, y aquellos despreciados “orcos” hoy son guerreros tan resentidos como peligrosos.
A pesar de los desplantes en su contra, Monzó aceptó que lo resucitaran de urgencia e integrar la comisión presidencial que se reunió el lunes 2 con Sergio Massa junto al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, en las oficinas del primer candidato a diputado nacional bonaerense por la lista de Los Fernández.
Una boina blanca arrastrada por los vientos
Casi sin derecho a reivindicar sus orgullos blasones populares de origen, al remanente radical del Siglo XXI ya no le quedará siquiera el consuelo de ser cola de ratón de un espacio vencedor. En su “discusión interna” algunos hicieron seguidismo sin crítica a las propuestas de hambre, desorganización nacional y persecución revanchista del macrismo; otros… criticaron pero se quedaron, en una gala de antiperonismo impropio de un partido que tuvo en sus filas a un Ricardo Balbín y a un Raúl Alfonsín.
Los dirigentes de las tres provincias que gobiernan tienen preocupaciones de distinto tipo. En Jujuy y Corrientes el tema es no perder diputados nacionales, después de performances perdedoras en las PASO, donde los representantes locales de Los Fernández se impusieron por 18 y 19 puntos. El panorama en Mendoza es más complejo: el gobernador y jefe nacional partidario trata de despegarse de la imagen de plomo de Macri y hasta viajó a Costa Rica para evitar fotos que puedan influir negativamente en los comicios del 29 de septiembre, en los que su elegido Rodolfo Suárez, tendrá que sostener los 15 puntos de ventaja sobre el peronismo logrados en las internas que consagró a la kirchnerista Anabel Fernández Sagasti como su rival.
Todo eso sucedió un ya lejano 9 de junio, cuando le ganaron la interna al macrismo; tres meses después enfrentan una ola fernandista que, en las paso de agosto, ya los aventajó por 36.000 votos (40.48 a 37.33%) en la presidencial y por 9.000 (39.96 a 38.10%) en la de diputados nacionales. La jornada electoral del domingo primero de septiembre, presentada como un “éxito” de radical por su victoria en San Martín tras 16 años de administración peronista, mostró un crecimiento abultado de los votos logrados por el Frente de Todxs en San Rafael, Tunuyán y Lavalle, con relación a los acumulados 20 días atrás.
Si llega al Congreso, Cornejo reeditará sus combates con el cordobés Mario Negri, un macrista de boina blanca que aspira a conducir el bloque, o lo que quede del mismo. Por su parte, el carcelero jujeño de Milagro Sala, Gerardo Morales, que se apresuró a despegar las elecciones provinciales y logró ganar aunque perdiendo quince puntos con relación a la votación de tres años y medio atrás, se sentará en el sillón de la conducción de la UCR nacional sobreviviente
Si vos querés…
El viernes 30 de agosto a las 19.15, las porteñas y los porteños que deambulaban por la avenida Corrientes peatonalizada por el intendente Horacio Rodríguez Larreta, de repente, vieron que un centenar de personas empezó a danzar, de manera sincronizada y bajo un haz de luz que las alcanzaba desde un edificio, al ritmo contagioso de una banda que, después lo sabrían, era “Sudor Marika”. La letra sorprendía con su estribillo: “Macri ya fue / Vidal ya fue / Si vos querés / Larreta también”. Fueron seis minutos a pura cumbia.
Todos los que andaban por ahí se sustrajeron de la tensión de no entender en qué país estaban parados, con la economía al borde del estallido, el Presidente cerquita del helicóptero y, quienes tienen dólares, sin saber si algún día los recuperarían. Muchos se tiraron de cabeza a improvisar primero y acompañar después el “Larreta ya fue” que propuso esa “multitud relámpago”, traducción posible de la acción inusual y en un lugar público llamada “flashmob”. Además de alegría a la noche, le pusieron música a lo que ya es una preocupación real para el jefe de Gobierno ante la certeza de que tendrá que ir a una segunda vuelta con Matías Lammens, el outsider rival que le puso el ganador nacional de las PASO y frente a la preocupación por el efecto arrastre que tendrá en ese eventual balotaje municipal del 24 de noviembre.
En realidad el sucesor de Macri en la Ciudad, al cuidado que debe dedicarle a su propia campaña, tiene que agregar el trabajo de carpintería de la estructura resquebrajada de su propia tropa, que incluye a María Eugenia Vidal, derrotada por más de 1.600.000 votos por Axel Kicillof, quien sumó el 52,53% de las simpatías bonaerenses contra el 34,67% de una gobernadora que critica en varios idiomas a Marcos Peña por haber trabado el desdoblamiento de las elecciones, como quería ella misma y los intendentes propios, hoy en su mayoría al filo de perder sus municipios. Por no quedarse callado, el jefe de Gabinete acusa a la huésped de la base aérea de Morón de no haber logrado los votos que prometió.
Los que aún fabulan con un “posmacrismo” también piensan en el bloque que les quedará en la cámara Baja, y sueñan con que el sucesor del actual Presidente en la Ciudad también lo haga en un espacio partidario que hoy soporta las peores ráfagas de la derrota y, más aún, de las decisiones que adoptó el Gobierno después de ella, con cepo al dólar incluido.
La crisis Interna es de tales dimensiones que llegó Boca, el trampolín de Macri hacia la política partidaria, donde la pelea por la sucesión del operador presidencial, Daniel «Tano» Angelici, presenta algunas facetas impensadas hasta hace pocos días, como el intento por lograr una unidad opositora que, también ahí, fulmine al actual oficialismo, derrotando a Christian Gribaudo, titular del Instituto de Previsión Social bonaerense.
Enseñando con el enemigo
Un par de sillones tapizados en azul, otros dos, dobles y blancos, mesa de vidrio, escritorio, plasma y una biblioteca, con acceso a un patio diminuto y, eso sí, con salida directa a la calle. Ese es el escenario que armó el propio Alberto Fernández en la vieja mueblería del barrio porteño de San Telmo, convertida de apuro en centro de operaciones de quien acababa de constituirse en precandidato presidencial del Frente de Todxs en la mañana de aquel sábado 18 de mayo. Con su estilo de porteño con calma coordinó las acciones de sus equipos durante la campaña que lo condujo al triunfo en las primarias que, en definitiva, rompieron los almanaques y lo ubicaron a las puertas de una Casa Rosada que recién le abrirá las puertas de su despacho principal el 10 de diciembre. Siguió las decisiones y los dichos de Mauricio Macri cuando este se enojó con los siete de cada diez votantes que lo rechazaron en las urnas, la nueva caída brutal del peso argentino, el alza de los precios de los bienes imprescindibles para no morir de hambre, la fuga de divisas sin control, la cesación de pagos de la deudas contraídas por el propio gobierno y, finalmente, el cepo a parte de los ahorros de la ciudadanía.
Cuando la administración en funciones aceptó la realidad y la transición empezó a ser un hecho, decidió cumplir con su compromiso docente con el máster de la universidad madrileña Camilo José Cela, donde enseña desde hace una década. Las dos horas de clase sobre “la comunicación en política y el papel de los medios de comunicación”, fueron una buena excusa para seguir esquivando el abrazo de oso del macrismo, tomar distancia del torbellino financiero que vive el país y empezar los recorridos internacionales con que todo candidato presidencial adorna su campaña, sobre todo si tiene todos los boletos del caballo ganador.
En la capital española se entrevistó con el presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez, el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, el actual ministro de Asuntos Exteriores y con una serie de empresarios y banqueros, entre los que destacó Ana Botín, presidenta del banco Santander, hasta hace menos de un mes alineada con Macri en la maniobra del viernes previo a los comicios que arrastró al mercado a sobreactuar una suba de acciones y generar un “clima” bursátil que fue presentado como indicador irrefutable del “triunfo” de electoral de Cambiemos y que el lunes posterior pagó el país con el desmoronamiento del peso.
Fue en el verano peninsular que se enteró de un diálogo telefónico que nunca tuvo, en el que Macri lo ponía al tanto de las medidas económicas que pensaba tomar para “calmar al mercado cambiario”. Presidencia filtró la especie hacia un diario digital muy visitado por el mundo de la política y la economía; la levantó Clarín y la hizo estallar en sus redes y en los medios que lo tienen como respaldo informativo. Pocas horas después, las fuentes que usa Fernández para hacer conocer su pensamiento negaron el dato y consideraron que era “una estrategia del Gobierno para intentar mostrar las medidas como consensuadas”.
El viajero se despegó del nuevo intento de implicarlo en la crisis que vive el país a raíz de las políticas económicas adoptadas por la administración saliente y, a pesar de una “distancia” imposible en tiempos de la comunicación electrónica, antes de dormir en tierras españolas, cerró el día con una sentencia: «La Bolsa porteña no encuentra piso. El modelo económico de Macri generó recesión, pobreza y destrucción de valor en nuestras empresas más emblemáticas. YPF en los valores más bajos de su historia».
Antes tuvo que corregir los intentos de la periodista que el propio diario de Magnetto destacó para seguir sus pasos europeos de instalarle los temas que interesan a los coroneles de la redacción más importante del país y convertirlas en títulos de sus ediciones.
La cronista trató de aprovechar que el título de la clase fue “Cómo acercar la política a la ciudadanía, una perspectiva desde las campañas electorales” para incrustar la muletilla de su medio acerca de supuestos enfrentamientos futuros entre “La Cámpora” y “el peronismo más tradicional”, a los que presentó como “grupos antagónicos dentro del propio partido”. Con la paciencia que no siempre tuvo en el arranque de su campaña, el profesor visitante le pidió «No me hagas trampa, no voy a hablar de Argentina», y con el mismo tono con que repasó su temario durante las dos horas de clase consideró que el planteo aludía a “cómo funciona el poder una vez que el poder es instituido. Es pensar cómo van a convivir fuerzas diferentes dentro de un mismo poder» y, en ese caso, la respuesta sería «Igual que convive cualquier gobierno parlamentario de Europa que tiene que juntar votos para poder llegar. Como tendrá que vivir eventualmente Pedro Sánchez con Podemos o con los catalanes. Es igual».
Tendría después largas horas de vuelo transatlántico para seguir pensando en los equipos que necesitará para poner en marcha su gestión, en la mejor forma de atravesar el puente colgante que lo lleva al 10 de diciembre y que el macrismo no deja de columpiar y, sobre todo, en las formas en que intentarán condicionar su gobierno los grupos económicos -como el de aquella banquera que ya le pidió que “mantenga a la Argentina integrada al mundo” al modo de Macri- y los medios hegemónicos de comunicación.