Reforzar las estructuras para reforzar la democracia
Es la división del trabajo y la asunción de responsabilidades lo que normalmente conlleva la perdurabilidad de las organizaciones en el tiempo.
Para la izquierda española, la primera mitad de la década del 2010 al 2020 ha sido, probablemente, la década del cuestionamiento de las viejas estructuras de los partidos, de los aparatos al servicio de la partitocracia y de, en general, cualquier estructura organizada, sea de forma sindical o de partido. «¡Que no nos representan!» era el grito que sacudía a los partidos, cuyas bases estaban en la calle, mientras sus aparatos tenían miedo a un desborde popular que escapara de su control, lo que produjo, en primera instancia, un repliegue en sí mismos.
Teóricas nuevas formas de hacer política emergieron especialmente en la izquierda (supuesta horizontalidad, espontaneidad, transversalidad), pero simultáneamente emergió la era de los personalismos y de las aventuras en solitario (no hace falta citarlas) que arrastraban consigo a masas de fans de los liderazgos. Se resentían así los nuevos proyectos políticos colectivos y de unidad popular por la falta de unas estructuras en esta nueva política que garantizaran un liderazgo más colectivo, una fiscalización de las direcciones y, en definitiva, una democracia real de base dentro de las organizaciones políticas. Tras toda la sacudida, los viejos partidos seguían ahí, como el dinosaurio de Augusto Monterroso.
Decía recientemente en una asamblea mi compañera de Die Linke (La Izquierda) Katalin Gennburg, integrante de la dirección de esta organización, que el reforzamiento de las estructuras del partido y de las organizaciones políticas es la única garantía de una democracia de base. Reforzar las estructuras y los mecanismos de control garantistas entre los diferentes niveles (asambleas, coordinaciones, niveles locales, estatales, etc.) es lo que evita las aventuras personalistas que pasan por encima de las decisiones colectivas.
Izquierda Unida introdujo en la XI Asamblea Federal la figura del revocatorio para sus cargos públicos y orgánicos, un mecanismo de control de la dirección por parte de las bases, de modo que en el momento en el que la militancia considere que los cargos están desobedeciendo a la decisión de la mayoría o está perjudicando a la organización, puede utilizar este resorte de control. Esto también era resultado del toque de atención de 2011, pero no para tirar por la borda la famosa mochila de luchas, sino para adaptar la organización y hacerla más democrática. El proceso del revocatorio es largo y garantista, recurso último para situaciones excepcionales, pero solo porque un proceso de tal calibre es lo que evita que una organización se convierta en la casa de Tócame Roque.
En el caso de Izquierda Unida Exterior tenemos menos asambleas de las que nos gustaría. A pesar de ello, hemos fundado el 31 de octubre, en mitad de una pandemia, la asamblea de Izquierda Unida Provincia de Buenos Aires (que se suma en la zona a la ya existente de Izquierda Unida Ciudad de Buenos Aires). Durante su fundación, recordaba cómo el proceso de formación de la asamblea había durado varios meses y cómo se habían seguido unos mecanismos pautados hasta la creación de la misma (a veces tediosos, sí), como el hecho de tener un acta fundacional, un control y registro de los censos, unos canales de comunicación corporativos y unos cargos orgánicos.
Estos mecanismos son los que garantizan su plena integración en una federación como IU Exterior, así como su identificación con la organización a la que representan en este territorio argentino. Esos protocolos de nombramiento de responsabilidades, de división del trabajo, de estructuración de las bases, es lo que permite, por un lado, que su voz se haga oír en diferentes niveles, porque esos niveles han participado en su creación; por otro, que existan unas personas responsables (y revocables) de cumplir o ejecutar lo que las bases deciden. Finalmente, es la división del trabajo y la asunción de responsabilidades lo que normalmente conlleva la perdurabilidad de las organizaciones en el tiempo.
Estos mecanismos de control, estas estructuras democráticas desde la base hacia arriba y desde arriba hacia la base es lo que, con nuestra mochila, podemos ofrecer también a otros proyectos colectivos como militantes, tanto movimientos sociales como espacios políticos más amplios como Unidas Podemos, un frente de izquierdas y de unidad popular que, si quiere ir más allá de la coalición electoral, tiene que reforzarse estructuralmente por la base. En este sentido, reforzar Izquierda Unida es reforzar Unidas Podemos; reforzar Izquierda Unida tanto en su tejido geográfico, como en su formación militante; tanto en su presencia en el conflicto, como en su control interno y su participación democrática interna. El camino de la unidad popular es más lento que los vertiginosos tiempos políticos que nos venden los mass media (decía un compañero que se requería un poco de slow militancia, pero sin dormirse). El camino de la unidad popular se pavimenta con adoquines sólidos y no por generación espontánea. Es hora de dar forma y estructura a la unidad popular más allá de coaliciones electorales. En este sentido, reforzar las estructuras es reforzar la democracia.