Francisco González Tejera •  Opinión •  06/12/2017

Delito de odio

Delito de odio es no llegar a fin de mes, que nos gobiernen corruptos, que desahucien a familias enteras y a niños a punta de pistola policial, las 356.000 personas enfermas dependientes asesinadas en sólo dos años por la retirada de las ayudas a la dependencia.
 
Delito de odio es que los jóvenes tengan que irse al extranjero por no poder sobrevivir en su propio país, los cinco millones de niños que pasan hambre, las ocho millones de familias que sobreviven sin ingresos, los millones de personas desempleadas, los doce mil suicidios por motivos económicos en los últimos cinco años.
 
Delito de odio es que 150.000 héroes y heroínas de la democracia y la libertad sigan enterrados como basura en fosas comunes y cunetas, la verdadera patria digna y no la banda criminal que evita su exhumación.
 
Delito de odio es aplicar artículos de la Constitución a cualquier pueblo que desee ejercer su legítimo derecho al voto, enviar tipos uniformados a patear y apalear a personas mayores y jóvenes con papeletas en la mano, encarcelar a quienes desean que su pueblo se exprese libremente en unas elecciones, negar el pan a millones de familias que quieren salir adelante, aplicar recortes y reformas neoliberales sobre los sectores populares, matar de hambre, desarrollar políticas que solo sirven para enriquecer a los miembros de la mafia que viaja en coche oficial.
 
Delito de odio es que millones de hijos de obreros tengan que dejar la universidad por no poder pagar las abusivas tasas, el masivo fracaso escolar, la violencia de género sobre la que no se toman medidas adecuadas, la carta blanca al narcotráfico que inunda de drogas cada barrio popular.
 
Delito de odio son los sobres y maletines repletos de billetes de quinientos euros que cobran quienes ejercen el poder, sus cuentas corrientes en paraísos fiscales, el desvío de capitales, los pelotazos urbanísticos, las licencias de obra a constructores mafiosos a cambio de favores y prebendas, las puertas giratorias, la persecución de las ideas, la Ley Mordaza, los miles de presos políticos.
 
Delito de odio es mantener una monarquía que no eligió nadie, su despilfarro de dinero público en fastos, viajes, juergas, vestidos caros, cochazos de lujo, vacaciones en hoteles de lujo, yates millonarios.
 
Delito de odio es que delincuentes de guante blanco vinculados al régimen no vayan a la cárcel cuando roban, que sean condenados a unos pocos meses de prisión, para luego salir absueltos y seguir disfrutando todo ese dinero saqueado de las arcas públicas del estado.
 
Delito de odio es encarcelar a quienes piensan diferente, promover con la excusa de Catalunya los grupos de nazis criminales, soltarlos en las calles para que apaleen con barras de hierro a personas que se manifiestan pacíficamente, fomentar el miedo, la impunidad de los grupos de fascistas que hacen apología del genocidio franquista, del holocausto nazi, sin que ningún juez, fiscal o policía tome ninguna medida.
 
Delito de odio es que millones de personas coman de la basura, que hagan cola para no morir de hambre en los comedores sociales o los bancos de alimentos, que Leticia luzca sus anorexicos modelitos millonarios en cada visita oficial, que los miembros del partido de la Gürtel se gasten millones en cocaína y prostíbulos.
 
Delito de odio es que encarcelen al autor de este artículo que como Thoreau piensa que “bajo un gobierno que encarcele a alguien injustamente, el sitio adecuado para una persona justa es también la cárcel.”
 
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