Miguel Angel Ferrer •  Opinión •  07/01/2018

Elecciones en México: Fiel de la balanza y portero de lujo

Las puertas de Los Pinos se abren desde adentro reza la sentencia clásica que ha determinado la práctica político-electoral de México en los últimos noventa años. Desde Álvaro Obregón hasta Enrique Peña Nieto. Y ahora mismo, luego de nueve décadas, no hay signos visibles de que la elección presidencial de julio de 2018 pudiera ser diferente a todas las anteriores.

Elecciones en México: Fiel de la balanza y portero de lujo
Esa sentencia clásica, desde luego, tiene un sustrato: los votos ciudadanos no cuentan frente al voto decisivo de Los Pinos. Ya lo había dicho José López Portillo en un arranque de sinceridad política: el presidente de la República es el fiel de la balanza.

Modalidades históricas y circunstanciales aparte, la esencia de la fórmula clásica se mantiene: el presidente de la república designa a su sucesor. Y si durante un largo tiempo ese sucesor emergía del mismo partido político del jefe de Los Pinos, la experiencia reciente enseña que, sin variar la fórmula esencial, el designado puede provenir de otro partido. O incluso, aunque esto todavía no se ha visto, puede ser alguien sin militancia formal en alguna organización partidaria.

Esa facultad  presidencial ha debido, a lo largo del tiempo, adaptarse a las circunstancias de la época. Si durante los decenios de la hegemonía priista sólo del PRI podía emerger el sucesor, los nuevos tiempos exigieron un cambio que no pusiera en cuestión la fórmula clásica. Esta adaptación tomó la forma de un híbrido político llamado pri-panismo o Prián. Un acuerdo entre los dos partidos de la derecha mexicana para alternarse en el poder. Es la historia de las últimas tres sucesiones presidenciales. Realmente continuidad, pero disfrazada de alternancia.

Y según todos los indicios, en este 2018 Los Pinos pretende repetir la receta. De modo que el nuevo presidente de la república puede ser lo mismo José Antonio Meade, bajo las siglas del PRI, que Ricardo Anaya por el PAN. Habrá de decidirlo el fiel de la balanza. Pero en todo caso la fórmula seguirá inmutable: las puertas de Los Pinos se abren desde adentro. Y si bien no hay experiencia al respecto y no parece probable, la fórmula podría adecuarse nuevamente. Ahí está en la reserva el recurso de los candidatos independientes. O el expediente extremo de la sustitución de uno de los candidatos. Ya ha pasado y podría volver a pasar. Modalidades al margen, hasta el momento nada hace pensar que la fórmula clásica no se ejecute en 2018.

Si la clave del asunto es la continuidad de la plutocracia en el poder, en verdad es irrelevante qué partido y qué persona se instalen en Los Pinos. Esto último sólo tiene importancia en la medida de que persona y partido son las materializaciones de la plutocracia revestida de partidocracia.

Desprestigiada como está la partidocracia, los candidatos independientes pueden ser el mecanismo del futuro para mantener, como hasta ahora, a la plutocracia en Los Pinos. Lo esencial permanecería sin necesidad de cargar con el desprestigio de los partidos políticos. La plutocracia no descansa. Y siempre está pensando cómo mantener su poder sustantivamente sin consideraciones adjetivas.

Si todo sigue como hasta ahora, qué persona y qué partido se instalarán a fin de año en la residencia oficial de Los Pinos no lo decidirá el voto popular, sino, como hasta ahora, el fiel de la balanza en uniforme de portero de lujo.

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