2019, un año para encaminar una nueva década ecologista y feminista
En 1919, dando fin a la Primera Guerra Mundial, se firmó el Tratado de Versalles. Dicho tratado marcó la década posterior y el devenir del siglo XX, cien años marcados por el belicismo, la concentración de la riqueza en pocas manos, la inequidad social y muy especialmente la emergencia de problemas ambientales globales.
Un siglo después la humanidad se enfrenta a una crisis social y ambiental sin parangón, donde problemas como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la degradación de los ecosistemas o las desigualdades sociales nos encaminan a situaciones catastróficas y, como se advierte desde la comunidad científica, con cada vez menos margen de tiempo para actuar.
2019 cerrará una década caracterizada por la inacción ante estos problemas. Pero también puede ser el año que marque el cambio de rumbo, que siente las bases para que en la década que comienza en 2020 se afiance el ecologismo social y el ecofeminismo, que promueven un modelo más justo y sostenible. Ecologistas en Acción trabajará durante todo el año, junto con otros movimientos sociales, para que esta transición sea una realidad.
El cambio climático es un ejemplo de uno de los problemas que requieren acciones profundas y urgentes. Sin embargo, los resultados de la última COP del pasado diciembre han vuelto a dejar de manifiesto que los gobiernos no están a la altura de las circunstancias. Lo mismo ocurre con las acciones para frenar la degradación de ecosistemas o la pérdida de biodiversidad. Los gobiernos siguen sin realizar los cambios necesarios, mientras que, bajo el dictado del poder corporativo, promueven la firma de tratados comerciales internacionales que no hacen más que agudizar los problemas mencionados.
Esta situación provoca que la transición energética no termine de llegar, que las empresas más contaminantes no tengan freno o que el comercio de armas siga siendo uno de los principales negocios del planeta. Ha llegado la hora de que la ciudadanía organizada tome el protagonismo. Y cuando quienes gobiernan no están a la altura, la desobediencia civil se muestra como una de las principales herramientas para empoderar sociedades conscientes y generar cambios importantes. La historia está repleta de ejemplos de los éxitos que se han alcanzado mediante este tipo de estrategias.
Por tanto, Ecologistas en Acción -como colectivo que siempre ha defendido la desobediencia civil como una herramienta para fomentar el ecologismo, el pacifismo y el feminismo- desea un 2019 donde la movilización social y las acciones no violentas sean el motor de los cambios que desde arriba no están llegando.
Además, como confederación de grupos locales dispersos por diferentes puntos del Estado español, la organización ecologista seguirá liderando luchas por la defensa del territorio, de sus ecosistemas y de las especies que ahí viven. Ello implica seguir protegiendo los espacios naturales de proyectos de alto impacto ambiental y los espacios públicos de la privatización. También conlleva seguir apostando por los servicios públicos, por el derecho al aire limpio, a la salud o a la vivienda.
En un contexto de aumento de la inequidad social es urgente desarrollar medidas que corrijan esa desigualdad. Medidas basadas en la solidaridad, en la igualdad de derechos para todas las personas y en la exigencia de mayor responsabilidad a quienes más han contribuido a los problemas ambientales. Asimismo, en un contexto de todavía existencia de violencias machistas y racistas, supone abrazar el feminismo como propuesta para lograr la igualdad en la diversidad y el fin de estas violencias.
La turistificación y las macrogranjas, campañas confederales para 2019
De todas las campañas que realizará Ecologistas en Acción durante el año que ahora comienza, destacan dos a escala confederal que fueron elegidas en su Asamblea General del pasado mes de diciembre: turistificación y macrogranjas. Con la campaña Turistificación se denuncia los impactos del actual modelo turístico, tanto ambientales (como el aumento del efecto invernadero o el incremento de residuos) como sociales (expulsión de las personas de sus barrios, destrucción del pequeño comercio y generación de empleo precario).
La segunda de las campañas trata de impedir las macrogranjas, unas instalaciones que además contaminar su entorno y de elevar acuciantemente las emisiones de gases de efecto invernadero, aceleran el despoblamiento rural y la destrucción de la ganadería extensiva, aquella que precisamente fija a población en este tipo de entornos.