Lo que Donald Trump debe conocer de Cuba
Antes de empantanarse en una conversación con los miembros de la mafia anticubana radicada en Miami, Donald Trump, candidato presidencial por el partido republicano, debería conocer algunas cuestiones medulares de quienes son sus líderes, cuál es su pasado y que han hecho contra una pequeña isla que solo decidió soberanamente tomar un camino diferente al impuesto desde la primera ocupación yanqui en 1898.
En su reciente visita a Miami, el candidato republicano declaró a la prensa: “Estados Unidos debería impedir que Cuba presione por una compensación ante los daños derivados del “embargo” comercial impuesto por Washington y cualquier acuerdo con el gobierno cubano debe especificar que Cuba no puede presentar, dentro de dos años, una demanda por tres mil millones de dólares a Estados Unidos por daños”.
En ausencia de conocimientos históricos, Trump intenta ganarse la simpatía de los mafiosos sin conocer sus antecedentes.
Para empezar, debiera hurgar en el pasado de cada uno de ellos, en primer lugar, el de los hermanos Díaz-Balart, hijos de quien fuera uno de los ministros del tirano Fulgencio Batista, responsable de la muerte de no menos de 20 mil cubanos y una cifra similar de torturados.
Otra de las personas de quien debe conocer su pedigrí es Ileana Ros-Lehtinen, madrina de asesinos y cuyo padre fuera testaferro de mismo dictador, y de ahí el veneno que destila al tener que huir de la justicia y por tanto perder el altísimo nivel de vida del que gozaban, mientras el pueblo sufría los desmanes de un sistema llamado “democrático”, que llegó a tener el 23,6% de la población mayor de 10 años analfabeta.
Esos cubanos, ahora con ciudadanía estadounidense, dejaron una Cuba con diferencias sociales abismales y algunas cifras oficiales de 1958 así lo reflejan, cuestión que obligatoriamente deberá tener presente Donald Trump.
En 1958 existía en un solo hospital rural con apenas 10 camas y sin médico alguno. La tasa de mortalidad infantil en niños menores de un año por mil nacidos vivos, era de 59, mientras con los programas sociales creados por la Revolución socialista en el 2015 bajó hasta 4,2 por mil nacidos vivos, con una esperanza de vida de 78,45 años, algo impensable en el sistema “democrático” que dejaron los mafiosos anticubanos en 1959, que era solo de 58 años.
Según los datos de la época, en 1958 existían millón y medio de cubanos sin trabajo o mal remunerados y el llamado “tiempo muerto” después de terminada la zafra azucarera, era el fantasma del campesinado.
Si Trump va a conversar con esos cubanos de Miami, tendrá que preguntar por el sistema de educación que dejaron en la isla al marcharse, para saber las diferencias que había entre las escuelas privadas y la públicas.
Hoy Cuba cuenta con una educación totalmente gratuita desde la enseñanza preescolar hasta la superior, mientras la instrucción elemental hasta 9no grados es obligatoria.
Hasta 1958 en las escuelas públicas cubanas de cada 100 niños que matriculaban solo 6 llegaban a culminar el sexto grado, al verse obligados a abandonar sus estudios para buscar trabajo; por eso el 45 % de los niños de 6 a 14 años (550 mil) no asistían a la escuela, según cifras oficiales.
En 1958 Cuba contaba con 98 hospitales, entre ellos uno rural. En la actualidad existen 152 Hospitales, 451 Policlínicos, 11 mil 550 Consultorios Médicos a nivel de barrios, donde se ofrece más de 81 millones de consultas médicas, totalmente gratuito. Basta leer lo publicado en la más prestigiosa revista médica del mundo “New England Journal of Medecine”, donde se afirma:
“El sistema de salud cubano parece irreal. Hay demasiados doctores. Todo el mundo tiene un médico de familia. Todo es totalmente gratuito […]. A pesar del hecho de que Cuba dispone de recursos limitados, su sistema de salud ha resuelto problemas que el de Estados Unidos no ha logrado resolver todavía. Cuba dispone ahora del doble de médicos por habitante que EE.UU.”
El 12 de agosto 2016, Trump dijo durante su breve visita a Miami:
“Cualquier acuerdo con el gobierno cubano debe especificar que Cuba no puede presentar dentro de dos años una demanda por tres mil millones de dólares a Estados Unidos”, como compensación por los daños derivados del embargo comercial impuesto por Washington desde hace 56 años.
Evidentemente Trump desconoce algunos de los programas de Acción Encubierta que presidentes anteriores le aprobaron a la CIA, algunos de los cuales son planes de Terrorismo de Estado, causantes de daños irreparables al pueblo. Uno de ellos expone sin dobleces:
“Solamente después que los efectos de la represalia económica y de las acciones de sabotaje, se sientan profundamente en la población y en los grupos de élite, puede uno esperar que convertir la desafección en las fuerzas armadas y otros centros de poder del régimen, en revueltas activas contra el séquito Castro-comunista”.
Un memorando elaborado por la CIA sobre la situación en Cuba afirma:
“…el aislamiento económico, político y psicológico de Cuba…ha sido en buena parte, responsable de las actuales dificultades económicas de Castro, pero pudieran adoptarse nuevas y eficaces medidas de guerra económica.”
Muchas de esas acciones contaron con la participación de miembros de la mafia anticubana de Miami, como fueron los artefactos explosivos en centros comerciales, cines, teatros y fábricas.
Uno de esos terroristas nombrado Carlos Alberto Montaner, se considera hoy un analista político avezado, pero es un prófugo de la justicia cubana evadido de una estación de la policía habanera, después de ser detenido cuando colocaba una petaca incendiaria en un centro comercial.
Terroristas como Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, autores de la voladura de un avión civil cubano donde murieron 73 personas inocentes, obtuvieron refugio en Miami gracias a la mediación de la representante Ros-Lehtinen.
Similares tratamientos recibieron los terroristas Ángel de Fana Serrano; Santiago Álvarez Fernández-Magriñá; Ramón Saúl Sánchez, miembro de la organización Omega 7 y cómplice del asesino terrorista Eduardo Arocena y de Pedro Remón; Guillermo Novo Sampol, torturador del Plan Cóndor de la CIA y asesino del canciller chileno, Orlando Letelier su chofer y la secretaria.
La lista es larga, por lo que Donald Trump deberá conocer con cuales se sentará a conversar para no resultar cómplice por no accionar contra esos asesinos.
Si se decide a revisar alguno de los planes contra Cuba, Trump podrá percatarse del porqué de la reclamación cubana como compensación por los daños causados, aunque ninguna cifra podrá devolverle la vida a los 101 niños que murieron cuando la CIA introdujo en 1981 el Dengue Hemorrágico, ni a los diplomáticos muertos por las bombas puestas en las embajadas cubanas, ni a los 53 cubanos, los 11 guyaneses y los 5 coreanos que viajaban en el avión de Cubana de Aviación explotado en pleno vuelo.
Múltiples son los argumentos, pero será Donald Trump quien deba sacar sus propias conclusiones, pues como afirmó José Martí: “La verdad habla poco; solo habla para abrirse paso”.
Arthur González, cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.
Fuente: martianos.ning.com