Los cinco errores de Ángela Merkel
Alemania cambia de rumbo
Pierpaolo Barbieri. Escritor y director ejecutivo de Greenmantle. El País 30.09.2016
En la hecatombe seminal de la crisis europea era tentador ver a Angela Merkel como la protectora de Europa: una líder fuerte y pragmática, decidida a luchar por el proyecto europeo ante la amenaza de la desintegración. Media década más tarde y a meses de elecciones federales que una vez más ganará, esa imagen no cuadra con el largo plazo.
Merkel ha sido responsable de cinco decisiones clave en la economía política de Europa que primero exacerbaron la crisis y luego dificultaron su salida. Cuando las hipotecas basura encendieron la mecha de un incendio global, fue Angela Merkel quien bloqueó una respuesta europea ante la crisis bancaria. Fue insistencia alemana que los rescates financieros fueran nacionales en vez de europeos. Pero las respuestas nacionales solo pueden ser tan creíbles como los balances nacionales, algo que exacerbó la conexión entre la banca y las naciones, esa gran quimera del Banco Central Europeo (BCE). Los mercados pusieron el foco en naciones más débiles, empezando por Grecia. Así se inauguró la época de los rescates soberanos. Aunque Merkel aceptó el rescate griego, Alemania rechazó un fondo común europeo durante meses, lo que sólo empeoró las cosas para Irlanda, Portugal y España. Las propuestas de Nicolas Sarkozy para usar los fondos para recapitalizar el sistema financiero cayeron en oídos sordos; en 2012 Merkel prometió a Mario Monti que el rescate de los bancos se federalizaría eventualmente, pero en el último paquete —el de España— se puso sobre las espaldas del fisco español, debilitando al soberano. Cuando el vehículo permanente nació (el European Stability Mechanism, ESM), fue tan estigmatizado que Italia decidió, equivocadamente, no usarlo. Los bancos italianos todavía hoy no tienen el capital necesario para financiar una recuperación sostenible. Mientras tanto los créditos bilaterales a Grecia siguen siendo un problema, ya que Alemania rechazó su restructuración cuando en 2013 se hizo lo propio con las deudas privadas. Todos sabemos que Grecia nunca pagará esos créditos, sin embargo seguimos bailando al ritmo de lo que se pueda tocar en el Bundestag. El problema son precisamente los diputados que dicen responder a Merkel. Así, la promesa de alivio de deuda para Grecia ha quedado sólo en palabras. Esto dañó los esfuerzos reformistas del Gobierno de Antonis Samaras y ayudó a Syriza a llegar al poder, un partido de improvisadores que casi precipita el Grexit el año pasado sin quererlo. La falta de flexibilidad de Merkel ha avivado al populismo anti-europeísta más allá de Atenas. Ahora el preocupante AfD ha traído la ola a la misma Alemania. Cuando Europa se decidió a reforzar la coordinación macroeconómica con el Compacto Fiscal, Merkel fue su mejor defensora, pero la canciller se olvidó que el control presupuestario de las naciones no era el destino final sino un paso hacia la federalización fiscal. Las propuestas originales incluían no solo un control estricto de los presupuestos nacionales, sino además eurobonos como parte de un nuevo presupuesto federal europeo. Los gastos se controlan mejor que antes pero nadie —excepto Alemania— tiene espacio fiscal para luchar contra las consecuencias de la crisis. Otro favor electoral al populismo. Ante la falta de progreso hacia los eurobonos, recayó sobre el BCE de Mario Draghi la creación del quantitative easing, que ha logrado lo que debían hacer los eurobonos: reducir la prima de riesgo de los países periféricos para alentar la recuperación económica. Por la negativa de Merkel perdimos la oportunidad de crear el equivalente al Funding Act de 1790 cuando Alexander Hamilton y George Washington crearon el mercado de deuda federal americano garantizando deudas estatales. Finalmente, aunque Merkel apoyó la creación de una unión bancaria, su Gobierno ha bloqueado la creación de una garantía común de depósitos; mientras no haya un seguro europeo los inversores pueden tener dudas de si sus ahorros están tan seguros en un banco italiano como en uno alemán. Todavía se recuerdan esas publicidades irresponsables del Deutsche Bank invitando a inversores españoles a moverse a la “segura” Alemania. Tan desprovista de sucesores como de contrincantes, Merkel volverá a ganar. Habrá otro enroque de coaliciones y la reina seguirá en el poder. Pero, ¿en pos de qué? El poder debe tener un propósito más allá de la permanencia. En la longe durée de la historia europea, la reina del pragmatismo se desdibuja. +++ *Pierpaolo Barbieri es director ejecutivo de Greenmantle y autor de La sombra de Hitler: el imperio nazi y la guerra civil española (Taurus) El País. 30 SEP 2016 En la hecatombe seminal de la crisis europea era tentador ver a Angela Merkel como la protectora de Europa: una líder fuerte y pragmática, decidida a luchar por el proyecto europeo ante la amenaza de la desintegración. Media década más tarde y a meses de elecciones federales que una vez más ganará, esa imagen no cuadra con el largo plazo. Merkel ha sido responsable de cinco decisiones clave en la economía política de Europa que primero exacerbaron la crisis y luego dificultaron su salida. Cuando las hipotecas basura encendieron la mecha de un incendio global, fue Angela Merkel quien bloqueó una respuesta europea ante la crisis bancaria. Fue insistencia alemana que los rescates financieros fueran nacionales en vez de europeos. Pero las respuestas nacionales solo pueden ser tan creíbles como los balances nacionales, algo que exacerbó la conexión entre la banca y las naciones, esa gran quimera del Banco Central Europeo (BCE). Los mercados pusieron el foco en naciones más débiles, empezando por Grecia. Así se inauguró la época de los rescates soberanos. Aunque Merkel aceptó el rescate griego, Alemania rechazó un fondo común europeo durante meses, lo que sólo empeoró las cosas para Irlanda, Portugal y España. Las propuestas de Nicolas Sarkozy para usar los fondos para recapitalizar el sistema financiero cayeron en oídos sordos; en 2012 Merkel prometió a Mario Monti que el rescate de los bancos se federalizaría eventualmente, pero en el último paquete —el de España— se puso sobre las espaldas del fisco español, debilitando al soberano. Cuando el vehículo permanente nació (el European Stability Mechanism, ESM), fue tan estigmatizado que Italia decidió, equivocadamente, no usarlo. Los bancos italianos todavía hoy no tienen el capital necesario para financiar una recuperación sostenible. Mientras tanto los créditos bilaterales a Grecia siguen siendo un problema, ya que Alemania rechazó su restructuración cuando en 2013 se hizo lo propio con las deudas privadas. Todos sabemos que Grecia nunca pagará esos créditos, sin embargo seguimos bailando al ritmo de lo que se pueda tocar en el Bundestag. El problema son precisamente los diputados que dicen responder a Merkel. Así, la promesa de alivio de deuda para Grecia ha quedado sólo en palabras. Esto dañó los esfuerzos reformistas del Gobierno de Antonis Samaras y ayudó a Syriza a llegar al poder, un partido de improvisadores que casi precipita el Grexit el año pasado sin quererlo. La falta de flexibilidad de Merkel ha avivado al populismo anti-europeísta más allá de Atenas. Ahora el preocupante AfD ha traído la ola a la misma Alemania. Cuando Europa se decidió a reforzar la coordinación macroeconómica con el Compacto Fiscal, Merkel fue su mejor defensora, pero la canciller se olvidó que el control presupuestario de las naciones no era el destino final sino un paso hacia la federalización fiscal. Las propuestas originales incluían no solo un control estricto de los presupuestos nacionales, sino además eurobonos como parte de un nuevo presupuesto federal europeo. Los gastos se controlan mejor que antes pero nadie —excepto Alemania— tiene espacio fiscal para luchar contra las consecuencias de la crisis. Otro favor electoral al populismo. Ante la falta de progreso hacia los eurobonos, recayó sobre el BCE de Mario Draghi la creación del quantitative easing, que ha logrado lo que debían hacer los eurobonos: reducir la prima de riesgo de los países periféricos para alentar la recuperación económica. Por la negativa de Merkel perdimos la oportunidad de crear el equivalente al Funding Act de 1790 cuando Alexander Hamilton y George Washington crearon el mercado de deuda federal americano garantizando deudas estatales. Finalmente, aunque Merkel apoyó la creación de una unión bancaria, su Gobierno ha bloqueado la creación de una garantía común de depósitos; mientras no haya un seguro europeo los inversores pueden tener dudas de si sus ahorros están tan seguros en un banco italiano como en uno alemán. Todavía se recuerdan esas publicidades irresponsables del Deutsche Bank invitando a inversores españoles a moverse a la “segura” Alemania. Tan desprovista de sucesores como de contrincantes, Merkel volverá a ganar. Habrá otro enroque de coaliciones y la reina seguirá en el poder. Pero, ¿en pos de qué? El poder debe tener un propósito más allá de la permanencia. En la longe durée de la historia europea, la reina del pragmatismo se desdibuja. +++ *Pierpaolo Barbieri es director ejecutivo de Greenmantle y autor de La sombra de Hitler: el imperio nazi y la guerra civil española (Taurus) El País. 30 SEP 2016 En la hecatombe seminal de la crisis europea era tentador ver a Angela Merkel como la protectora de Europa: una líder fuerte y pragmática, decidida a luchar por el proyecto europeo ante la amenaza de la desintegración. Media década más tarde y a meses de elecciones federales que una vez más ganará, esa imagen no cuadra con el largo plazo. Merkel ha sido responsable de cinco decisiones clave en la economía política de Europa que primero exacerbaron la crisis y luego dificultaron su salida. Cuando las hipotecas basura encendieron la mecha de un incendio global, fue Angela Merkel quien bloqueó una respuesta europea ante la crisis bancaria. Fue insistencia alemana que los rescates financieros fueran nacionales en vez de europeos. Pero las respuestas nacionales solo pueden ser tan creíbles como los balances nacionales, algo que exacerbó la conexión entre la banca y las naciones, esa gran quimera del Banco Central Europeo (BCE). Los mercados pusieron el foco en naciones más débiles, empezando por Grecia. Así se inauguró la época de los rescates soberanos. Aunque Merkel aceptó el rescate griego, Alemania rechazó un fondo común europeo durante meses, lo que sólo empeoró las cosas para Irlanda, Portugal y España. Las propuestas de Nicolas Sarkozy para usar los fondos para recapitalizar el sistema financiero cayeron en oídos sordos; en 2012 Merkel prometió a Mario Monti que el rescate de los bancos se federalizaría eventualmente, pero en el último paquete —el de España— se puso sobre las espaldas del fisco español, debilitando al soberano. Cuando el vehículo permanente nació (el European Stability Mechanism, ESM), fue tan estigmatizado que Italia decidió, equivocadamente, no usarlo. Los bancos italianos todavía hoy no tienen el capital necesario para financiar una recuperación sostenible. Mientras tanto los créditos bilaterales a Grecia siguen siendo un problema, ya que Alemania rechazó su restructuración cuando en 2013 se hizo lo propio con las deudas privadas. Todos sabemos que Grecia nunca pagará esos créditos, sin embargo seguimos bailando al ritmo de lo que se pueda tocar en el Bundestag. El problema son precisamente los diputados que dicen responder a Merkel. Así, la promesa de alivio de deuda para Grecia ha quedado sólo en palabras. Esto dañó los esfuerzos reformistas del Gobierno de Antonis Samaras y ayudó a Syriza a llegar al poder, un partido de improvisadores que casi precipita el Grexit el año pasado sin quererlo. La falta de flexibilidad de Merkel ha avivado al populismo anti-europeísta más allá de Atenas. Ahora el preocupante AfD ha traído la ola a la misma Alemania. Cuando Europa se decidió a reforzar la coordinación macroeconómica con el Compacto Fiscal, Merkel fue su mejor defensora, pero la canciller se olvidó que el control presupuestario de las naciones no era el destino final sino un paso hacia la federalización fiscal. Las propuestas originales incluían no solo un control estricto de los presupuestos nacionales, sino además eurobonos como parte de un nuevo presupuesto federal europeo. Los gastos se controlan mejor que antes pero nadie —excepto Alemania— tiene espacio fiscal para luchar contra las consecuencias de la crisis. Otro favor electoral al populismo. Ante la falta de progreso hacia los eurobonos, recayó sobre el BCE de Mario Draghi la creación del quantitative easing, que ha logrado lo que debían hacer los eurobonos: reducir la prima de riesgo de los países periféricos para alentar la recuperación económica. Por la negativa de Merkel perdimos la oportunidad de crear el equivalente al Funding Act de 1790 cuando Alexander Hamilton y George Washington crearon el mercado de deuda federal americano garantizando deudas estatales. Finalmente, aunque Merkel apoyó la creación de una unión bancaria, su Gobierno ha bloqueado la creación de una garantía común de depósitos; mientras no haya un seguro europeo los inversores pueden tener dudas de si sus ahorros están tan seguros en un banco italiano como en uno alemán. Todavía se recuerdan esas publicidades irresponsables del Deutsche Bank invitando a inversores españoles a moverse a la “segura” Alemania. Tan desprovista de sucesores como de contrincantes, Merkel volverá a ganar. Habrá otro enroque de coaliciones y la reina seguirá en el poder. Pero, ¿en pos de qué? El poder debe tener un propósito más allá de la permanencia. En la longe durée de la historia europea, la reina del pragmatismo se desdibuja. +++ *Pierpaolo Barbieri es director ejecutivo de Greenmantle y autor de La sombra de Hitler: el imperio nazi y la guerra civil española (Taurus) El País. 30 SEP 2016 En la hecatombe seminal de la crisis europea era tentador ver a Angela Merkel como la protectora de Europa: una líder fuerte y pragmática, decidida a luchar por el proyecto europeo ante la amenaza de la desintegración. Media década más tarde y a meses de elecciones federales que una vez más ganará, esa imagen no cuadra con el largo plazo. Merkel ha sido responsable de cinco decisiones clave en la economía política de Europa que primero exacerbaron la crisis y luego dificultaron su salida. Cuando las hipotecas basura encendieron la mecha de un incendio global, fue Angela Merkel quien bloqueó una respuesta europea ante la crisis bancaria. Fue insistencia alemana que los rescates financieros fueran nacionales en vez de europeos. Pero las respuestas nacionales solo pueden ser tan creíbles como los balances nacionales, algo que exacerbó la conexión entre la banca y las naciones, esa gran quimera del Banco Central Europeo (BCE). Los mercados pusieron el foco en naciones más débiles, empezando por Grecia. Así se inauguró la época de los rescates soberanos. Aunque Merkel aceptó el rescate griego, Alemania rechazó un fondo común europeo durante meses, lo que sólo empeoró las cosas para Irlanda, Portugal y España. Las propuestas de Nicolas Sarkozy para usar los fondos para recapitalizar el sistema financiero cayeron en oídos sordos; en 2012 Merkel prometió a Mario Monti que el rescate de los bancos se federalizaría eventualmente, pero en el último paquete —el de España— se puso sobre las espaldas del fisco español, debilitando al soberano. Cuando el vehículo permanente nació (el European Stability Mechanism, ESM), fue tan estigmatizado que Italia decidió, equivocadamente, no usarlo. Los bancos italianos todavía hoy no tienen el capital necesario para financiar una recuperación sostenible. Mientras tanto los créditos bilaterales a Grecia siguen siendo un problema, ya que Alemania rechazó su restructuración cuando en 2013 se hizo lo propio con las deudas privadas. Todos sabemos que Grecia nunca pagará esos créditos, sin embargo seguimos bailando al ritmo de lo que se pueda tocar en el Bundestag. El problema son precisamente los diputados que dicen responder a Merkel. Así, la promesa de alivio de deuda para Grecia ha quedado sólo en palabras. Esto dañó los esfuerzos reformistas del Gobierno de Antonis Samaras y ayudó a Syriza a llegar al poder, un partido de improvisadores que casi precipita el Grexit el año pasado sin quererlo. La falta de flexibilidad de Merkel ha avivado al populismo anti-europeísta más allá de Atenas. Ahora el preocupante AfD ha traído la ola a la misma Alemania. Cuando Europa se decidió a reforzar la coordinación macroeconómica con el Compacto Fiscal, Merkel fue su mejor defensora, pero la canciller se olvidó que el control presupuestario de las naciones no era el destino final sino un paso hacia la federalización fiscal. Las propuestas originales incluían no solo un control estricto de los presupuestos nacionales, sino además eurobonos como parte de un nuevo presupuesto federal europeo. Los gastos se controlan mejor que antes pero nadie —excepto Alemania— tiene espacio fiscal para luchar contra las consecuencias de la crisis. Otro favor electoral al populismo. Ante la falta de progreso hacia los eurobonos, recayó sobre el BCE de Mario Draghi la creación del quantitative easing, que ha logrado lo que debían hacer los eurobonos: reducir la prima de riesgo de los países periféricos para alentar la recuperación económica. Por la negativa de Merkel perdimos la oportunidad de crear el equivalente al Funding Act de 1790 cuando Alexander Hamilton y George Washington crearon el mercado de deuda federal americano garantizando deudas estatales. Finalmente, aunque Merkel apoyó la creación de una unión bancaria, su Gobierno ha bloqueado la creación de una garantía común de depósitos; mientras no haya un seguro europeo los inversores pueden tener dudas de si sus ahorros están tan seguros en un banco italiano como en uno alemán. Todavía se recuerdan esas publicidades irresponsables del Deutsche Bank invitando a inversores españoles a moverse a la “segura” Alemania. Tan desprovista de sucesores como de contrincantes, Merkel volverá a ganar. Habrá otro enroque de coaliciones y la reina seguirá en el poder. Pero, ¿en pos de qué? El poder debe tener un propósito más allá de la permanencia. En la longe durée de la historia europea, la reina del pragmatismo se desdibuja.
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*Pierpaolo Barbieri es director ejecutivo de Greenmantle y autor de La sombra de Hitler: el imperio nazi y la guerra civil española (Taurus) El País. 30 SEP 2016
Fuente: http://www.gracus.com.ar/2016/10/05/alemania-cambia-de-rumbo/#more-11819