EE.UU. al borde del «mal menor»
Entrevista de «Punto Final” a Arnold August (28 de octubre 2016).
Hable de su libro “Cuba y sus vecinos: Democracia en movimiento”…
“Surge de la experiencia al escribir Democracy in Cuba and the 1997-98 Elections, sobre el proceso electoral cubano, para responder a la desinformación que pretende que no hay elecciones en la isla. Realicé mi investigación en Cuba y presencié cada fase del proceso, desde los municipios hasta el Parlamento nacional. Durante la mayor parte del año y medio que me llevó la investigación, residí en casa de un delegado municipal del Poder Popular. Eso reforzó considerablemente mi enfoque analítico para comprender el proceso desde dentro. El trabajo, desarrollado en La Habana y en una zona rural, tuvo lugar desde septiembre de 1997 a febrero de 1998. De esa inolvidable experiencia profesional resultó mi primer libro. Se publicó en inglés y tuvo buena acogida en Estados Unidos, Canadá y Reino Unido. Como podrán imaginar, suscitó asombro de muchos, especialmente en Estados Unidos. La idea prefabricada de que simple y llanamente no hay elecciones en Cuba, está muy enraizada. Y ese libro engendró otro, teniendo en cuenta el aporte que me permitió ahondar mi análisis. Me percaté de que la noción sobre democracia y elecciones según el pensamiento único de EE.UU. subsiste incluso en personas de Izquierda.
Así se gestó la idea de escribir Cuba y sus vecinos… Me dediqué a estudiar más a fondo la democracia y elecciones en otros países, particularmente en Estados Unidos y Venezuela. Incluí un análisis del concepto de democracia a través de un análisis riguroso del pensamiento único estadounidense, sobre todo en lo relativo a la democracia. El objetivo era expresar que el planteamiento estadounidense no es el único.
Estoy seguro que los lectores de Punto Final entienden la crítica profunda de las nociones de democracia según el pensamiento único de EE.UU. a causa de la amarga experiencia que Chile tuvo en 1973, entre otros pretextos, en nombre de la «democracia».
¿Cómo caracteriza la “democracia estadounidense”?
“Es una democracia burguesa. Sin embargo, el aspecto más importante es el análisis de cómo la democracia y las elecciones en EE.UU. funcionan en la realidad. Por lo tanto, no estoy a favor del popular y superficial concepto que la desestima tachándola de burguesa, y a las campañas electorales como simple farsa o espectáculo. Esa es una salida fácil. Así se hace caso omiso de un análisis científico y minucioso del funcionamiento interno del sistema. Quienes alivianan su conciencia acusando a Estados Unidos de ser una democracia burguesa y un espectáculo terminaron apoyando a Clinton contra Trump, permaneciendo, consciente o inconscientemente, ajenos a lo que verdaderamente ocurre en la base.
El papel que el dinero desempeña en la política estadounidense es bien conocido. No es ningún secreto. Lo mismo es válido con respecto a la notoria corrupción del sistema político y la despiadada rivalidad carente de principios entre los dos partidos hegemónicos. El concentrarse en estas dos características equivale a caer víctima de la imagen que EE.UU. tiene de sí. Insistir sobre esas cuestiones no amenaza el statu quo para nada. El dinero, corrupción y rivalidad no son sus características primordiales. Por ende, sentirse atraído por esos atributos equivale a caer en la trampa de una visión acorde con el pensamiento único, en la medida en que su concepto permanezca dentro del cuadro demarcado por el establishment estadounidense. Por el contrario, examino el proceso desde la perspectiva de la base y no desde la cumbre”.
¿Y el fenómeno Obama?
“En el momento en que Obama aseguró a los círculos dirigentes que podían contar con él, ingentes fondos fluyeron a sus arcas provenientes de las fuerzas armadas, las compañías de seguros médicos y farmacéuticas. Para qué mencionar Wall Street. La mayoría de los principales medios -en realidad, parte de esa misma elite corporativa- así como las publicaciones universitarias le apoyaban. Durante el periodo 2006-2008, la elite estadounidense enfrentaba una gran crisis de credibilidad ante el resentimiento e ira de los afroamericanos así como internacionalmente a raíz de la era Bush. El creciente movimiento izquierdista de América Latina, fomentado por la revolución bolivariana, fue motivo de especial preocupación para las figuras políticas que le apoyaron. Ante todo, la preocupación por la falta de confianza a nivel doméstico e internacional indicaba que Obama les sería útil. No era un observador inocente ya que conscientemente envió las señales correctas a la elite en el poder. Apoyarlo seguramente fue la decisión correcta tomada por el círculo en el poder ya que uno bien puede imaginarse que la situación habría sido desastrosa para los intereses estadounidenses de haber ganado John McCain-Sarah Palin o Mitt Romney-Paul Ryan.
Los medios corporativos y sus dos partidos principales utilizan la campaña presidencial para promover el sistema bipartidista como la única opción. Esa es una meta sagrada ya que su objetivo es sofocar cualquier lucha pujante hacia una alternativa izquierdista. Implícita o explícitamente promueven la ‘doctrina del menor de dos males’ -lesser evilism-. La lógica es que si bien los electores detestan a ambos partidos y sus respectivos candidatos, deben votar por el ‘menor de dos males’. Según un análisis de Black Agenda Report, Obama no era el ‘menor de dos males’ sino ‘el más eficaz de dos males’ para regentar el programa de los círculos dirigentes”.
El imperialismo sigue promoviendo golpes de Estado…
“Barack Obama, el nuevo rostro del imperialismo, llevó a cabo exitosamente un golpe en Honduras, en 2009, poco después de ser electo. Estuvo directamente implicado con Hillary Clinton en su ejecución, aprovechando la ilusión que se estaba propalando con respecto a una nueva política exterior estadounidense combinada con el hecho que hábilmente recurrió a un subterfugio verbal. Naturalmente la resistencia hondureña estaba en una situación muy difícil desde el principio. Sin embargo, la Casa Blanca ganó mucho tiempo en el ámbito internacional. Alargó la incertidumbre alegando falsamente que Washington se oponía al golpe y algunos gobiernos en América Latina también fueron infectados por las ilusiones sobre Obama, de manera que la heroica resistencia hondureña perdió el apoyo regional que necesitaba tan urgentemente. Luego vino el golpe parlamentario paraguayo. Y se sintió la mano de Obama inmediatamente después de las elecciones presidenciales venezolanas del 14 de abril de 2013 para desestabilizar ese país. Y continúa interfiriendo. Hubo resistencia en la región, pero posiblemente habría sido mucho más intensa de no haber sido contenida hasta cierto punto por el nuevo enfoque de Obama con respecto al imperialismo estadounidense”.
¿Qué ocurre en EE.UU. con los afroamericanos, sectores populares y progresistas?
“El legado más importante de Obama ha sido su capacidad de cooptar algo de simpatía por parte de los afroamericanos, quienes se sentían tranquilizados por una persona negra en la Casa Blanca. Su acercamiento estaba integrado hábilmente en sus dos libros -de 2004 y 2006- y dos discursos importantes de su campaña de 2012, dedicados a la problemática racial. Si bien fingía empatía, también pronunciaba palabras clave para asegurar a la elite: ‘Estados Unidos es una sociedad post racial, no hay una América blanca, negra o de latinos, sino Estados Unidos de América’. Esta ilusión deslumbrante solo la podía pronunciar el primer presidente afroamericano como ‘prueba’ de que el sueño americano seguía vigente como nunca antes, haciendo caso omiso del hecho que su crianza relativamente privilegiada deja a la gran mayoría de los afroamericanos muy rezagados para enfrentar la pobreza, discriminación y el Estado racista violento. Dio un salto a la Casa Blanca en el trampolín de un oportunismo individual desenfrenado.
Su imagen fue ideada cuidadosamente por un consultor político blanco de Chicago, que se especializa en lograr que elijan a negros y tiene ya cinco victorias a su haber. Obama se sentó alegremente en el asiento del peluquero permitiendo que el maestro le elaborara y disfrazara su imagen para satisfacer las necesidades de los círculos dirigentes. Al principio del segundo mandato, cuando un vigilante armado de Florida asesinó al joven Trayvon Martin, Obama se presentó ante la televisión para manipular abiertamente y aplacar la indignación entre los negros y pacificarlos a ellos y a sus aliados. Ese enfoque fue combinado con una búsqueda sutil de impunidad. El Departamento de Justicia exoneró al asesino de Martin y lo liberó. Impunidad institucionalizada que dio luz verde para más matanzas por parte de la policía.
Obama es lo peor que le ha ocurrido a los afroamericanos. El y Hillary Clinton aprovecharon la indignación de las madres negras cuyos hijos o hijas fueron abatidos por la policía para pronunciarse en la convención demócrata de julio en apoyo a la heredera de Obama, Hillary Clinton, en vez de apoyar a Black Lives Matter -las Vidas Negras Importan- en las calles frente de la sede de la convención. Una de las madres era la de Trayvon Martin. ¿Habría sucedido esto de ser republicano el presidente? No. Esta situación aparentemente paradójica es el meollo de la condición insoluble del principio del menor de dos males.
La oligarquía repite el refrán del excepcionalismo estadounidense. Concuerdo con éste solamente en un aspecto: se trata del único país en Occidente que se basa hoy en un Estado violento racista como vestigio de la esclavitud. Por lo tanto, ciertamente es una excepción en ese sentido. El legado de Obama de cooptar y pacificar a los afroamericanos, combinado con la impunidad para la violencia policial seguirá. Hillary Clinton ganará las elecciones superando a Donald Trump por una de las mismas razones que propulsaron a Obama al poder: la mayoría de los círculos dirigentes lo convocó para cooptar o, cuando menos, neutralizar a los afroamericanos. Por lo tanto, la repercusión más importante de la doctrina del ‘mal menor’ consiste en postergar para siempre la lucha desde la base al encasillar a la gente en un callejón sin salida. Esa postergación perpetua ciega a la gente de la necesidad de una lucha revolucionaria alternativa al bipartidismo”.
“Hay una gran oposición por parte de la Izquierda y progresistas. Me refiero a la candidatura del Partido Verde -que ha logrado despegar después de que Bernie Sanders apoyó el nombramiento de Clinton-, compuesta por la candidata presidencial Jill Stein, y como vicepresidente, Ajamu Baraka, corresponsal del Black Agenda Report y Counter Punch -uno de los sitios alternativos más importantes de Estados Unidos-. Baraka declaró que su intención es perpetuar el legado de W.E.B. Du Bois y Malcolm X, dos de los revolucionarios más importantes de la historia de los afroamericanos progresistas. Esta coalición creciente también incluye al movimiento Black Lives Matter, que algunos describen como cada vez más socialista. Se pueden observar en las calles miles de cuentas twitter, cientos de sitios en la red, cadenas de televisión autofinanciadas, programas de radio, etc. El argumento de que el voto es inútil porque no pueden ganar no toma en cuenta el movimiento actual en la base y su futuro. Terminadas las elecciones, ¿continuará el movimiento en las calles exigiendo sus reivindicaciones? ¿Elevará el lema del Poder Popular a una posición de preeminencia? ¿Este clamor popular y una continua implosión del sistema bipartidista abrirán camino para que una alternativa de Izquierda cobre más terreno? Estas y otras preguntas debieran estar al alcance de todos aquellos que se interesan en lo que sucede en EE.UU. Desafortunadamente, en mucha de la prensa progresista o de Izquierda en América Latina y el Caribe, casi no hay información o análisis desde esta perspectiva.
Se está desarrollando una oposición al sistema bipartidista como nunca antes. Es alentador que, por primera vez en decenios, haya un despertar en EE.UU. contra el águila americana intervencionista, que coincide con el proceso electoral. Si bien esta antítesis justa y floreciente contra la política oficial doméstica y extranjera estadounidense no es tan radical como algunos esperarían, se opone a la mortífera maquinaria de guerra imperialista, al régimen absoluto de la oligarquía, al Estado de violencia racista, a la Alianza Trans Pacífica (TPP), a la cual Hillary Clinton se opone de dientes para fuera, aunque todos saben que ella la impondrá, y la violación de los derechos humanos del pueblo palestino de la cual forman parte tanto Clinton como Trump.
Hay muchos otros ejemplos que hacen hincapié en la contradicción entre los partidos del statu quo y la oposición. Permítanme brindarles uno que no podría ser más claro: Obama y Hillary Clinton fueron responsables por el golpe de Estado en Honduras, el régimen resultante y por ende, el asesinato de la militante Berta Cáceres. En julio, Berta estaba en las calles de Filadelfia acompañando a la oposición progresista protestando contra la convención demócrata. En contraste diametral, Obama, Clinton y su sarta aparentemente sin límites de portavoces militares y aduladores se ocupaban de consolidar aún más el Partido Demócrata de guerra e injerencia extranjera, mediante un espectáculo de cuatro días casi sin precedentes, en casi 24 horas diarias de emisiones en CNN, con el trasfondo de la patriotería norteamericana que palidecía ante la convención republicana la semana anterior. Cualquier confrontación progresista efectiva a esta oligarquía bipartidista merece la atención de los medios de Izquierda en el Sur”.
(Tomado del Blog REDH-Cuba)
Arnold August es escritor, periodista y conferencista canadiense. Es miembro activo de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad. Escribe regularmente en Counter Punch, Global Research, Cubadebate y TeleSur, entre otros medios.
Fuente: Punto Final