Puño en Alto •  Opinión •  08/04/2022

El gatopardismo del PP

En 1958, Giuseppe Tomasi di Lampedusa publicó “El Gatopardo”, en la que expresaba la idea de que la aristrocacia tenía que aceptar cambios políticos que pueden ser inevitables con el fin de preservar su poderesta idea, estableciendo aquello de que “Si queremos que todo siga como está, es necesario que cambie todo”.  Esta aparente paradoja ha venido desde entonces impregnando a la política como doctrina en el sentido más amplio y en todo su abanico ideológico, lo que se ha venido a denominar como lampedusismo o gatopardismo. 

El recién congreso del PP celebrado en Sevilla, se ha convertido en todo un ejercicio de gatopardismo al más estilo ortodoxo del concepto. El congreso de los populares se ha celebrado bajo el lema de “PREPARADOS”, que visto lo visto, muy bien se ha podido traducir como dispuestos a que todo siga igual.  

Ha sido un congreso en el que no ha habido debate ideológico, ni análisis de ningún tipo porque no ha habido propuestas ni nada parecido. Tampoco ha existido ninguna reflexión sobre la relación del PP con la ultraderecha ni en las formas y modos de practicar la oposición en el Parlamento. Tan solo se ha tratado de un congreso para cambiar una dirección quemada por sus muchos errores y bandazos y finiquitada por el único acierto: señalar de dudosa moralidad las comisiones cobradas en plena pandemia por el hermano de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. La lucha contra la corrupción interna seguirá siendo la asignatura pendiente del PP de la nueva dirección. La lección ha sido contundente: cuidado con quien se mueva, porque no solo no sale en la foto, sino que se le borra.   

El ya expresidente del PP, Pablo Casado, pretendió cambiar de sede nacional en la madrileña calle de Génova reformada con dinero negro fruto de la corrupción, como gesto de una voluntad inequívoca de rechazo de la misma. Ya nadie en el PP habla de la necesidad de cambiar de sede, si sus nuevos moradores no se sienten incómodos en ella. 

Alberto Núñez Feijóo, que viene a sacar el PP del riesgo de desaparición tal como ha señalado el oráculo Aznar, viene con una abultada mochila a sus espaldas. Una estrecha relación con un conocido narcotraficante gallego que no ha sabido explicar del todo y de la que no quiere oír ni hablar y un supuesto trato de favor en forma de millonarios contratos a una empresa de seguridad en la que la hermana del actual presidente del PP nacional tiene un relevante cargo de responsabilidad. 

No se sabe si es el caso de la hermana de Feijóo lo que lleva a este a asumir de pleno todo lo referente al caso del hermano de la presidenta de Madrid, Díaz Ayuso. O a ese otro recién destapado de la contratación sin concurso de la empresa de la madre de la presidenta madrileña por la Junta de Andalucía. Todos ocurridos durante la pandemia.  

La designación como Secretaria General del partido de Cuca Gamarra, casadista acérrima hasta que vislumbró que traicionando a su mentor era la oportunidad, no solo de conservar sino de consolidar y mejorar su estatus en el partido, es el paradigma más meridiano de la mayúscula traición habida en el PP que lo ha llevado a cambiar todo, para que nada cambie. 

En definitiva, un gatopardismo extremo y paradigmático que nada presagia que las formas y modos de la política del PP cambien, ya sea por las rémoras que unos traen, las carencias que otros manifiestan y la ambición de los que no dan por terminada la fraticida lucha por el poder interno en el partido. Mientras tanto, la ultraderecha frotándose las manos y babeante relamiéndose los labios. 

Para este viaje no hace falta tanto equipaje ni tantas alharacas.  

 

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