La canalla mediática y la violencia
¿Qué son estas imágenes? ¿Denuncian la feroz represión del “tirano” Maduro? No. Es la que se ejerce en el Chile democrático –aquella tan publicitada “feliz copia” del Pacto de la Moncloa– contra manifestantes pacíficos que no levantan barricadas o guarimbas, no queman vivas a personas rociándolas con gasolina y prendiéndoles fuego, no arrojan bombas incendiarias contra jardines infantiles y hospitales, no destruyen autobuses por centenares, no saquean comercios ni depósitos de alimentos ni fabrican obuses caseros para atacar a las fuerzas del orden, ni disponen de francotiradores para escarmentar a quien intente atravesar la guarimba u oponerse a sus tropelías. Son gentes que salen a la calle a protestar, sin ningún tipo de armamento; en muchos casos niños mapuche y en otros estudiantes y mujeres reprimidos –con la brutalidad que demuestran las imágenes que acompañan esta nota– por los Carabineros que, a diferencia de la Policía Nacional Bolivariana, no tienen prohibición para llevar armas de fuego. Son imágenes estremecedoras que hablan de los límites a que llega la violencia represiva en un país cuyo gobierno se permite dar lecciones de democracia y derechos humanos a Caracas.
Con su interminable cadena de “posverdades” y “plusmentiras”, como acertadamente lo señalara Fernando Buen Abad, los medios de comunicación hegemónicos se convirtieron en cómplices y, en cierto sentido, autores intelectuales de la destrucción y las muertes que ha provocado la ofensiva de los vándalos, presentados ante el público como la valiente y pacífica oposición democrática enfrentada a la cruel tiranía de Maduro. Nada nuevo: repiten la operación que hicieran, por ejemplo, en Nicaragua cuando los mercenarios que atacaban al recién instalado gobierno sandinista fueron glorificados como virtuosos “combatientes por la libertad”. Lo mismo en Libia, con los mercenarios implantados en Bengasi para dar inicio a la demolición de ese país.
Medios que aplauden o exigen la “mano dura” contra la protesta social en Chile, o en Argentina o Brasil, pero que con infinita inmoralidad califican de “brutal represión” a la prudente y cuidadosa contención que con gases lacrimógenos y cañones de agua hace el gobierno bolivariano para controlar a quienes saquean, destruyen y matan. Exigen, y esto también está en el Plan del Comando Sur, que el estado desentienda de su obligación de preservar el orden público y deje a la sociedad, indefensa e inerme, a merced de terroristas y sicarios.
Totalmente subordinados a las ambiciones imperiales lo que estos medios buscan con su escandalosa manipulación (des)informativa es sembrar el caos y la anarquía, provocar una crisis humanitaria y la disolución de toda la trama social, instalando en Venezuela una suerte de bárbaro “estado de naturaleza” hobbesiano en donde el hombre sea el lobo del hombre.
Acuciada por el malhumor social que provoca el desabastecimiento programado de bienes esenciales (igual que en el Chile de Allende) y el terror de la violencia ciega, la sociedad se desintegra y se repliega sobre un feroz individualismo tipo “sálvese quien pueda”. Destruido o paralizado el estado y, por consiguiente, desaparecida la institución que salvaguarda el orden público, nada podría ya frustrar la obsesión norteamericana de apoderarse, para siempre, del petróleo venezolano. Este es el plan, un plan concebido a escala planetaria para dejar a los pueblos indefensos ante la voracidad imperial que se arroja sobre ellos para despojarlos de sus riquezas. Es lo que Washington hizo en Libia e Irak, y lo que ahora quiere hacer en Venezuela, sede de la mayor reserva petrolera del planeta. Por eso la oposición cipaya y sus peones mediáticos alientan la violencia y procuran inmovilizar con sus chantajes al gobierno de Maduro, para que finalmente reine el caos. En los papeles, el plan parece perfecto.
Pero en la patria de Bolívar, Zamora y Chávez, el imperialismo y sus compinches se encontrarán con la horma de sus zapatos. Chávez no pasó en vano y el bravo pueblo chavista y su gobierno sabrán, con ejemplar heroísmo, triunfar en esta batalla decisiva para su futuro como nación independiente y soberana.
*
Ver http://www.globalresearch.ca/us-southcom-operation-venezuela-freedom-american-strategy-to-overthrow-the-maduro-government/5530383 . Según el New York Times el Comando Sur ha negado la autenticidad de este documento, que establece doce pasos para derrocar a Maduro, mismos que se han venido cumpliendo meticulosamente. Es una arraigada costumbre norteamericana que cada vez que se filtra un documento de este tipo sea inmediatamente descalificado por la agencia en cuestión. Pasó en los años setenta cuando Daniel Ellsberg entregó al New York Times documentos secretos del Pentágono en relación con la Guerra de Vietnam. Poco después se reconoció su carácter genuino y fueron publicados con gran éxito editorial en todo el mundo. Lo mismo hicieron las autoridades norteamericanas con los Wikileaks. Hace más de un año que el periodista argentino Héctor Bernardo dio la voz de alarma en relación con los planes del Comando Sur en Venezuela. Ver http://www.diariocontexto.com.ar/2016/04/29/operacion-venezuela-doce-pasos-para-un-golpe/.
Fuente: http://www.telesurtv.net/bloggers/-La-canalla-mediatica-y-la-violencia-20170707-0005.html