Lo de Errejón, una cuestión de poder
Conmoción en todo el mundo progresista causó el descubrimiento de Errejón como machista violento. No se daba crédito a que alguien asociado a un movimiento político que ha hecho del feminismo su casi principal bandera, que además exhibía una altura intelectual y un sentido común aparentemente incompatibles con esa expresión de barbarie que supone agredir sexualmente a las mujeres, llegara a caer tan bajo. Y que además, viéndose sorprendido, achacara su deleznable y delictivo comportamiento a un problema de desajuste emocional producto de la incoherencia entre lo que pregonaba en su discurso público y su ‘neoliberal’ vida privada.
Con todo, hay personas que tenemos un plus de indignación por este asunto. Somos los y las que el 23 de Julio de 2023 votamos a una coalición, Sumar, para cambiar las cosas en este país. Este presunto delincuente nos representaba en su condición de portavoz del grupo parlamentario. Y hemos descubierto, con pavor, que hay gente en esta organización política que, en lugar de transformar desde el gobierno, se dedicaba a tapar a un impresentable con la evidente finalidad de sortear un escándalo que pudiera reventar al socio minoritario de la coalición gubernamental y, por consiguiente, acabar con ésta. Porque aquí lo que se ventila es una cuestión de poder, ése desde el que Errejón agredía a las mujeres. El poder, en primera instancia, dentro de Sumar, donde una élite sin implantación organizativa alguna en los territorios hace y deshace a su antojo, ninguneando al conjunto de la coalición, particularmente a IU. El nombramiento de Errejón como portavoz parlamentario, cuando ya existía un cierto ruido sobre sus andanzas, fue una imposición de Yolanda Díaz, una más. El poder, en fin, para consolidar a Sumar como ese apéndice, subsidiario del PSOE, que este partido necesita para redondear victorias electorales.
Esta crisis de la izquierda no es ajena al contexto general de descomposición moral que atraviesa la política de este país. Y que en la ciudadanía está generando un estado emocional sumamente negativo que provoca desafección hacia todo lo que venga de los partidos y de las instituciones, lo cual es muy peligroso porque abre las puertas a los monstruos de la historia. La derecha ha adoptado una actitud macarra, instalado en el extremo, que cabalga sobre los bulos y la provocación para, pretendiendo que olvidemos la corrupción estructural que la atenaza, llevarnos al reino de la felicidad del argentino Milei, donde conoceremos ciertamente lo que es la libertad verdadera, ésa de la que Ayuso es profeta.
El PSOE ha vuelto por sus fueros de siempre, una vez superado ese breve paréntesis que fue dado en llamar escudo social, y exhibe sin pudor tanto su querencia por los poderosos como su indiferencia hacia las condiciones de vida y trabajo de la mayoría social, que se las ve y se las desea para poder llegar a fin de mes en un país donde tener trabajo no significa dejar de ser pobre, sobre todo si eres joven y buscas casa para alquilar. También han recuperado los de Sánchez su cuota participativa en la tarta de la corrupción, con la clara voluntad de que la derecha no se la quede toda.
Bueno, y luego tenemos la agonía por la que pasa la izquierda en estos días, resultado de asumir los valores y las políticas del sistema al que aseguraba querer superar. Su redención pasa por recuperar la ética y el programa, los dos aspectos que fundamentaban la dignidad de Julio Anguita. Concepción austera de la política; el gobierno sólo si sirve para aplicar ese programa que mejore la vida de la gente y cambie la correlación de fuerzas sociales; superación de este capitalismo rentista que en lugar de a la fábrica va al casino a apostar; opción decidida por la paz y la soberanía frente a entidades supranacionales que niegan la una y la otra; mecanismos legales y administrativos que hagan muy difícil la corrupción; cumplimiento de la Constitución en lo que atañe a la vivienda y el salario; y, en fin, todas aquellas medidas que sirvan para salir de ese pozo en el que nos hundimos cada día un poco más.
Ocurre que los instrumentos con que contamos no sirven para esta tarea. La izquierda ha de hacer una catarsis para refundarse. Sumar está en fase terminal porque se ha limitado a copiar lo peor de la vieja política, incluso a hacer lo que sea, como encubrir a un agresor machista, para mantenerse en el poder. Hay que armar otro instrumento de naturaleza republicana y social, tanto en su forma horizontal de articularse como en las propuestas a presentar a la sociedad. A ver si de este modo la izquierda sale de esta frustración paralizante y emprende un camino que ilusione a su parroquia. joseharohernandez@gmail.com