Francí Xavier Muñoz •  Opinión •  09/03/2018

Mujeres al poder

Ha sido emocionante ver la movilización internacional de las mujeres este 8 de marzo que, sin duda, pasará a la historia del feminismo como un punto de inflexión, precedido de un movimiento de largo recorrido que ha tenido sus últimos acicates en las marchas de las mujeres norteamericanas contra las políticas del presidente Donald Trump, así como la más reciente campaña contra el acoso sexual, extendida por las redes con el lema #MeToo en los EE UU o #NiUnaMenos en Argentina.

La masiva convocatoria internacional, que abarcaba a unos 170 países, ha contado en España con una pionera huelga feminista general de 24 horas, convocada por los sindicatos minoritarios, que independientemente de su seguimiento también marcará un antes y un después en las luchas de las mujeres en nuestro país. Acertadamente, sin embargo, los sindicatos mayoritarios convocaron también paros parciales de dos horas, para que las mujeres y los hombres que sufren precariedad laboral pudieran sumarse a la protesta y a la reivindicación sin que eso supusiera una merma considerable de su salario mensual.

Se ha debatido mucho en los últimos días sobre este extremo, considerando que la situación económica de las mujeres obreras impide que muchas de ellas puedan permitirse una jornada completa de huelga laboral, y quizás en lo sucesivo los sindicatos deberían plantearse esta modalidad de paros parciales para las categorías laborales inferiores que pudieran acompañar a paros totales para las categorías laborales superiores. Quizá de esa manera las huelgas generales, sobre todo en contextos de crisis como el actual, tendrían más seguimiento en un país donde la escasa afiliación sindical hace difícil que las huelgas generales tengan un masivo seguimiento, salvo en determinados sectores muy sindicalizados donde se movilizan piquetes informativos.

Toda mi vida he sido feminista, como soy ecologista, pacifista, internacionalista, sindicalista, y en general activista de cualquier causa que considere justa. Y siempre pensé que la causa de las mujeres era la más importante porque afecta a la mitad del mundo y porque lleva unos cuantos milenios sobre la faz de la Tierra, justo desde que en el Neolítico se inventó el patriarcado, como muy bien explicó Friedrich Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, publicado en 1884. Después de leer este libro un par de veces, entendí perfectamente por qué los hombres, desde antiguo, establecieron lo que ahora llamamos el “techo de cristal”, que no es otra cosa que la exclusión de la mujer de los ámbitos directivos de la sociedad: para seguir manteniendo los conflictos políticos y económicos que tanto beneficio ocasionan a los hombres poderosos que dirigen las naciones y las corporaciones de todo tipo. Si las mujeres gobernaran el mundo estoy convencido de que se acabaría el negocio de la guerra y de la industria armamentísitica y eso es algo que, simplemente, algunos poderosos seguirán evitando a toda costa. Y si las mujeres estuvieran al frente de las grandes organizaciones supranacionales estoy convencido de que se encontrarían más fácilmente soluciones a los grandes problemas internacionales. Esta jornada internacional del 8M me ha llevado a recordar estas reflexiones que llevo haciendo desde que era niño, cuando ya me interesaba por la política y cuando observaba cómo en mi casa y en las casas de mis amigos las mujeres se entendían sin discutir y sin gritar apenas, a diferencia de los hombres, que todo lo resolvían con gritos y puñetazos en las mesas.

Esta idea, que me lleva acompañando toda la vida, ha venido hoy de nuevo a mi memoria, pero más que nunca ha quedado ratificada cuando he observado que en todas las manifestaciones convocadas no ha habido ningún altercado relevante, ya que de antemano se presuponía que iban a ser manifestaciones distintas, debido a la escasa presencia policial. Esa distinción, la pacífica, creo que es, por encima de todas, la que define a la mujer frente al hombre y no sé si se ha resaltado lo suficiente en estos días. Quizás a partir de hoy caigamos en la cuenta de que esa distinción marca la diferencia entre hombres y mujeres, y ése debería ser el punto de inflexión para que las mujeres vayan ocupando las posiciones sociales que les corresponden por derecho en la dirigencia del mundo y ojalá, a partir de hoy, ese punto de inflexión comience por que las mujeres ocupen, al menos, la mitad de los puestos de responsabilidad política en el mundo entero, aunque sea mediante la imposición legal de cuotas femeninas. Seguro que el planeta Tierra lo agradecería y respiraría aliviado para muchísimas generaciones. 

De momento, aquí en España los partidos políticos y sindicatos que han respaldado, entusiastas, este 8M deberían ir tomando nota y aplicarse el cuento rápidamente para ver hasta qué punto están dispuestos a dejar en manos de mujeres las responsabilidades más altas, incluidas la dirigencia de sus organizaciones. Seguro que el primero que promocione a una mujer para la presidencia del Gobierno en las próximas elecciones generales recuperará o incrementará sus apoyos electorales. Y lo mismo vale para las secretarías generales de los sindicatos o para las presidencias de las patronales empresariales.

* Diplomado en Humanidades y en Gestión Empresarial


Opinión /