Declaración sobre el manifiesto por una política exterior independiente y de paz
Recientemente, se ha puesto en circulación una incitativa ciudadana para reclamar una Política Exterior Independiente y de Paz. Vaya por delante el mayor respeto por los promotores de la iniciativa y los firmantes, entre los que se encuentran conocidos, amigos y compañeros de la lucha antiimperialista.
Estas líneas han sido motivadas por un elemental sentido crítico, que nos alerta sobre la inconsistencia y falta de rigor con las que se plantean cuestiones de singular importancia.
El manifiesto tiene un sentido marcadamente positivo, mirando hacia lo que es necesario hacer, proactivo en términos posmodernos, presentando 5 propuestas que de alcanzarse, significarían cambios profundos en nuestra sociedad y eliminarían una parte sustancial de los problemas que hoy nos angustian. Supondría además que muchos de los países con los que nos relacionamos también habrían cambiado.
Sin embargo, nada parece sustentar las buenas intenciones de las propuestas del manifiesto, lo que las convierte en meros deseos. Sería aventurado pensar que su sola formulación daría lugar a las transformaciones necesarias para alcanzarlos, o que despierte una conciencia política que luche por esos objetivos. Si expone que existen alternativas a las políticas a las que nos tienen sometidos, pero no menciona ni las causas que lo impiden, ni la necesidad de luchar para alcanzar esos objetivos.
Para fundamentar esta crítica nos referiremos a tres elementos del manifiesto: El termino paz, el carácter propositivo y su construcción como alternativa.
La paz, que está presente en toda declaración que se precie, es un término polisémico, que solo adquiere sentido cuando se establece el contexto al que hace referencia; así, “estamos en paz” significa saldar una cuenta, “descanse en paz” es un rito funerario, “Fraternalmente dense la paz ” tiene un sentido religioso, “déjame en paz” connota una tensión.
En el contexto político, que es en el que se inserta el manifiesto, los autores clásicos la definen como un pacto resultado de una determinada correlación de fuerzas, por tanto se refieren al ejercicio del poder, nada que tenga que ver con ningún atisbo virtuoso, que es para lo que se inserta, venga o no a cuento, en cualquier texto político.
La paz se convierte así en un eslogan, un cliché, una consigna, un sello que acredita a quien lo usa. Esta perversión tiene funestas consecuencias: permite asignarle un papel esencial en las políticas belicistas; los romanos lo expresaban así “si vis pacen, para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra. Un concepto muy parecido al actual de la OTAN de la “seguridad ampliada”. Hay que comprender que la paz no implica el cese de las tensiones en todos los órdenes, ni ningún tipo de justicia, ni el cese de la opresión. El fin de la guerra civil en España no implicó la consecución de la paz, de igual modo que, especialmente en las últimas décadas, las guerras se prolongan de forma indefinida por cualquier medio cuando cesa “oficialmente” la guerra. Palestina, Siria, Libia o Colombia, son ejemplos destacados de que no se puede reclamar la paz en términos generales y abstractos y sobre todo, sin tener en cuenta el contexto y lo necesario para conseguirla.
Quienes tienen claro este concepto son los que se encuentran asediados por el imperialismo: cuando ellos reclaman la paz, están hablando de librarse de las agresiones del imperio y saben que defender su independencia y soberanía implica hacer frente a los agresores.
Pero es más, para quienes pensamos que la lucha de clases existe, la verdadera paz solo se conseguirá cuando se supere la explotación del sistema capitalista; hasta entonces, el imperialismo estará presente y conviviremos con las guerras.
Los cinco puntos del manifiesto comparten un marcado carácter propositivo, son miradas hacia el futuro, que carecen de toda referencia a las causas que impiden que se alcancen y a los responsables de que esa situación se perpetúe.
Sin mencionar ni tener en cuenta la causalidad, solo expresamos deseos sin ningún valor político; adentrarse en las causas pone en pie el carácter político del conflicto, cabe pensar que mientras existan bases militares extranjeras en nuestros territorios sobre las que no tenemos ningún control, no podemos tener ninguna política exterior propia y dejar de contribuir a la lógica belicista. Del mismo modo sucede con la pertenencia a la OTAN, totalmente incompatible no solo con la renuncia al belicismo, sino con las propuestas sobre el multilateralismo. Pertenecer a una organización jerárquica y disciplinaria de mando único decidido por EEUU anula cualquier pretensión de democratización de las relaciones internacionales. Es obvio que nuestro contexto y coyuntura determinan la verosimilitud de las propuestas del manifiesto.
Entendemos que los cinco puntos del manifiesto pretenden configurar una alternativa a la política existente; sin embargo, en sentido estricto, una alternativa es un elemento de una disyunción lógica, es un camino diferente. La renuncia a la causalidad, el carácter meramente propositivo, impiden construir realmente una alternativa política al orden establecido.
Puede que solo se pretenda mostrar que existen otros objetivos, puede que sea una propuesta deseable que este cargada de buenas intenciones, pero carece de fundamento y del rigor necesario para ser una propuesta política transformadora; los buenos deseos satisfacen pero no transforman.
9 de mayo de 2022.
Frente Antiimperialista Internacionalista.