Barack Obama resucita la doctrina de Monroe
Desde hace más de cinco años, el Gobierno norteamericano ha estado tratando de convencer a la opinión pública latinoamericana y caribeña de que la “era de la doctrina de Monroe terminó” y que EEUU y Latinoamérica ahora son “socios” con iguales derechos.
América para los americanos (James Monroe, 1823)
Así lo anunció el secretario de Estado, John Kerry, en 2013 y, posteriormente, lo confirmó Barack Obama en 2015, en el Fórum de la Sociedad Civil, declarando que EEUU ya no puede “intervenir con impunidad” en el continente. Sin embargo, aquellos “días del pasado” han sido restaurados por el mismo autor de esta frase, el señor Obama, quien hizo resucitar la vieja doctrina de Monroe (1823), le sacudió el polvo y la adoptó para deshacerse de todos los gobiernos progresistas en el continente sin necesidad de una intervención militar.
En condiciones del actual nivel de globalización que confirmó el rol de los países latinoamericanos como simples extractores y exportadores de recursos naturales en el Sistema Económico Mundial, la manipulación del mercado internacional por Wall Street y por el Sistema Financiero Mundial es suficiente para poner de rodillas a cualquier país latinoamericano y poner fin al populismo y progresismo. Como dijo el recientemente elegido presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, quien asumirá sus funciones el próximo 28 de julio, “lo que necesita la gente no son ideas y promesas, sino billetes” (dinero).
Precisamente, esta idea de “falta de billetes para el pueblo latinoamericano”, la lanzó el departamento de Estado norteamericano bajo la dirección de Hillary Clinton (2009-2013), aprovechándose de la crisis económica mundial que hizo bajar drásticamente el precio de la materia prima y haciendo “chillar” a las economías latinoamericanas. Aquella consigna fue acogida inmediatamente por los medios de comunicación globalizados, tanto norteamericanos como internacionales, en especial los latinoamericanos a su servicio, que intensificaron la guerra mediática contra los gobiernos progresistas en la región, acusándolos de corrupción y de incapacidad para ofrecer el prometido bienestar a su pueblo.
En este contexto, el Gobierno de Barack Obama está usando la variante “suave” de la neo-doctrina Monroe, aprovechando la nueva coyuntura política que se vive en América Latina debido, según The New York Times, a la “pérdida de popularidad de los gobiernos de izquierda”. Este periódico constata que “el cambio en el panorama político abrió la puerta para que una nueva generación de líderes definan un discurso distinto para América Latina. Esto ofrece una buena oportunidad a EEUU para reiniciar su relación con varios vecinos que, históricamente, han considerado a Washington como la intervención imperial”.
Lo que no quiere reconocer The New York Times, como el resto de los medios de comunicación globalizados, es que “el cambio del panorama político en América Latina” fue propiciado precisamente por el Gobierno norteamericano por medio de la “agresión interna y externa”, como lo denunció Evo Morales. Esta operación ha sido dirigida y financiada por Washington para desprestigiar, debilitar, desestabilizar y tratar de sacar del poder a los presidentes de los países progresistas legítimamente elegidos por su pueblo, refiriéndose a Cristina Fernández de Argentina, Dilma Rousseff de Brasil, Nicolás Maduro de Venezuela, Rafael Correa de Ecuador, Daniel Ortega de Nicaragua y sin olvidar al boliviano Evo Morales.
Los intentos de estos golpes de Estado “blandos”, como los definió el papa Francisco, fueron ensayados sin lograr el éxito esperado en Bolivia en el 2008, Ecuador en el 2010, Venezuela en 2002, 2014-2015. El principal patrón para el golpe fue llevado a cabo en Honduras, donde el presidente Manuel Zelaya, por promover un referéndum a favor de los más necesitados, fue arrestado por los militares y llevado a Costa Rica. Inmediatamente después de esta intervención, el Parlamento hondureño aprobó una resolución de la renuncia de Zelaya nombrando con la venia de Washington al presidente del Congreso, Roberto Micheletti, un nuevo jefe del Gobierno. Posteriormente, organizaron las nuevas elecciones presidenciales y eligieron en 2010 a un hombre de Washington, Porfirio Lobo como el nuevo presidente.
Así de simple, Hillary Clinton, quien organizó aquel golpe “blando” de Estado a través de su hombre de confianza, Lanny Davis, de la Trident DMG, mandó un mensaje a Latinoamérica indicando que Washington siempre defenderá los intereses de sus transnacionales y lo que tanto les gusta repetir a los políticos estadounidenses, actuarán siempre para proteger su seguridad nacional inventando los peligros que en realidad nunca han existido. Los nuevos tipos de golpe para sustituir a los presidentes progresistas o populistas recibieron el nombre de “cambios constitucionales”. Tres años después, en 2012, el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, que era un exsacerdote católico y seguidor de la Teología de la Liberación, sufrió “un golpe constitucional” violando los golpistas impunemente el orden constitucional también a instancias del departamento de Estado norteamericano.
El periodista norteamericano Wayne Madsen escribió en ‘Intrepid Report’ que el “neofascista Mauricio Macri”, protegido de EEUU, venció a Daniel Scioli en las elecciones cuya “votación se vio empañada por reportes de fraude electoral en Buenos Aires. Enseguida adoptó una drástica política neoliberal de ajuste estructural, implantación de tarifazos y reducción de los programas sociales. Ya es de conocimiento público también la interferencia de EEUU en las elecciones en la Asamblea Nacional de Venezuela, donde la oposición de extrema derecha ganó la mayoría con el apoyo abierto de la empresa del clan Clinton, Greenberg Carville Shrum, sin olvidar las donaciones de las fundaciones dirigidas por Álvaro Uribe, José María Aznar y las de los disidentes venezolanos en Miami.
Durante el referéndum en Bolivia, celebrado en febrero pasado y que perdió Evo Morales, numerosas Organizaciones No Gubernamentales, el Instituto Open Society de George Soros y la agencia para el Desarrollo internacional (USAid), usaron la tecnología virtual para desinformar a la opinión pública boliviana. En Ecuador, el presidente Rafael Correa declaró hace poco que “las campañas de desinformación son parte del nuevo Plan Cóndor. Sabemos quiénes eran comprados por la CIA y ahora son políticos que van a las marchas. Hay financiamiento para grupos opositores, hay estrategias articuladas, redes sociales y supuestos analistas e investigadores para generar escándalo”.
En total, la Fundación Nacional para la Democracia (NED) gastó, en 2015, para fomentar la oposición en Ecuador 1.052.818 dólares y, en especial, financió, según el secretario de Comunicación, Patricio Barriga, plataformas digitales “con el único propósito de desprestigiar mediáticamente al actual Gobierno”. La Fundación Freedom House y la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) también están participando activamente en la desestabilización de la revolución Ciudadana ecuatoriana.
La oposición brasileña recibió un fuerte apoyo financiero y moral de la Fundación Albright Stonebridge Group, de la exsecretaria de Estado, Madeleine Albright (1997-2001), para destituir a la presidenta legítimamente elegida Dilma Rousseff. Madeleine Albright se convirtió en una persona tristemente famosa cuando declaró que la muerte de 500.000 niños iraquíes durante la guerra de EEUU contra Irak fue un “precio que valía la pena de pagar”. Hilary Clinton siempre ha sido su seguidora y admiradora. Los líderes opositores brasileños estaban permanentemente consultando a Washington como proseguir con la destitución de la presidenta. No le importó a la Casa Blanca la participación de la mayoría de los golpistas en las redes de corrupción y el lavado de dinero. Lo que valía era terminar con el populismo de Lula da Silva y Dilma Rousseff para asegurar el acceso de las transnacionales norteamericanas a los recién descubiertos 100.000 millones de barriles de petróleo.
La neo-doctrina Monroe, incorporada por Barack Obama para América Latina, tiene también su parte militar dura, que fue definida por el exjefe del Comando Sur, general John F. Kelly (2012-enero 2016), en los siguientes términos: “Estados Unidos tiene nuevas amenazas en Latinoamérica, como el narcotráfico, terrorismo, la migración, la ayuda humanitaria y la protección de los recursos naturales. Todo esto justifica la intervención del Pentágono en cualquier lugar”. Para este general, Honduras, El Salvador y Guatemala se aproximan a la categoría de estados fallidos y, como no son capaces de gobernarse por sí mismos, necesitan ayuda de EEUU.
Para los líderes norteamericanos, esta ‘ayuda’ no puede ser otra que la instalación de bases militares.
Se calcula que, actualmente, el Pentágono tiene más de 70 bases militares conocidas en América Latina y no menos de 20 bases clandestinas, especialmente en Amazonía. Brasil y Venezuela están prácticamente rodeados por estas instalaciones militares estadounidenses. Actualmente, el nuevo presidente de Argentina, Mauricio Macri, está negociando la instalación de dos bases militares norteamericanas en zonas estratégicas de gran importancia de Argentina. Una se edificará en la provincia sureña de Tierra del Fuego para apoyar “tareas científicas” en la Antártida, según anunció el presidente de Argentina. Pero es de conocimiento público que las bases militares en el extranjero no tienen nada que ver con las tareas científicas, sino con el control geoestratégico y geoeconómico de la zona de su interés.
La otra base se instalará en la Triple Frontera (Argentina, Paraguay y Brasil), donde está ubicado uno de los acuíferos más grandes del mundo, Acuífero Guaraní. Tanto los presidentes Néstor Kirchner como Cristina Fernández jamás permitieron la instalación de las bases norteamericanas en su territorio. Ahora están corriendo tiempos nuevos en América Latina, donde las élites están logrando dominar a las “masas ignorantes”, en expresión de James Traub, del Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), quien alguna vez llamó a las élites a “sublevarse contra las masas ignorantes”, simplemente aplicando la neo-doctrina de Monroe.
Después de terminar de desmontar los gobiernos progresistas, los globalizadores tratarán de hacer desintegrar al MERCOSUR, la UNASUR, la CELAC, la CARICOM y el ALBA. Para cumplir con sus metas, los ‘iluminados’ globalizadores siempre encontrarán políticos prestos a ser sus servidores, como fue alguna vez Alan García, de Perú, quien lanzó en 2010 la idea norteamericana como si fuera la suya de que “no hay que crecer para adentro, como soñaron en el Pacto Andino y el Mercosur. Hay que hacer el bloque para crecer hacia afuera”, afirmó al revelar que “quisiera que la historia me recuerde como promotor de la Alianza del Pacífico (AP)”. Es cierto que el expresidente de Perú fue uno de los promotores de la AP por encargo de EEUU, pero no su creador, pues AP fue la obra de Washington para facilitar la creación de la TPP (Acuerdo Transpacífico de la Cooperación Económica), cerrando el pase al avance comercial de China tanto en América Latina como en Asia y Oceanía.
Así funciona la neo-doctrina de Monroe, que combina la fuerza “blanda” y la brutal para proteger y expandir los intereses norteamericanos en América Latina, haciendo retornar poco a poco a sus “hijos” extraviados y desinformados por completo a su “patio trasero”.
Fuente: http://www.librered.net/?p=45439