Champán para Wall Street y limosnas para las clases populares
Cuando Estados Unidos llevan dos semanas con una multitud de manifestaciones antirracistas, una serie de datos económicos muestran muy claramente la dirección tomada por las autoridades de Washington durante la crisis social y económica más grave desde los años 1930. Es una continuación de las medidas tomadas durante los últimos años, desde la crisis de 2008 y de ninguna manera va acompañada de compensaciones y avances sociales esenciales para el bienestar de la población, como ocurrió en el marco de la New Deal a partir de 1933.
Revisión rápida de la política llevada a cabo desde 2017-2018
Desde su llegada a la Presidencia del país, Trump ha hecho grandes regalos fiscales a las grandes empresas y a la gente más rica.
Pero a finales de 2018, Wall Street experimentó una caída de más del 10% en una sesión antes de Navidad. Inmediatamente, la Fed reaccionó y ayudó a Wall Street, haciendo de nuevo muy poco costosa la refinanciación de las deudas de las grandes empresas privadas.
Wall Street se recuperó rápidamente, pero a partir de septiembre de 2019, estalló una crisis en el mercado de los repos (Sale and Repurchase Agreement-acuerdos de venta con pacto de recompra) porque los bancos ya no se fiaban unos de otros. La Fed inyectó 1 billón de dólares en el mercado interbancario y la especulación continuó en Wall Street, que continuó su progresión mientras la economía de Estados Unidos ya estaba al ralentí, y en algunos sectores incluso entrando en recesión.
Los principales bancos y otras grandes empresas estadounidenses pagaban en abundancia dividendos y recompraban sus acciones para mantenerlas artificialmente al alza y para enriquecer a las y los grandes accionistas y ejecutivos que venden sus opciones sobre acciones (stock-options).
Actitudes de las autoridades de Washington ante la crisis del coronavirus. Respecto a las clases populares
Entre mediados de marzo, cuando se decretó el confinamiento en los Estados Unidos y el final de la primera semana de junio de 2020, 44 millones de personas residentes de la principal potencia mundial se registraron como desempleadas. La tasa oficial de desempleo, que subestima en gran medida la situación real, alcanzó el 13,3% cuando se situaba en el 3,5% a principios de año.
En el marco de las medidas tomadas por el Congreso de los Estados Unidos con el apoyo de los partidos republicano y demócrata, parte de las y los parados recibe una indemnización que se presenta como generosa. En realidad, sin embargo, es el Gran Capital el que tiene una vez más los favores de Washington. Las sumas recibidas en forma de ayuda pública por parte de las víctimas alivian la tesorería de las empresas, mantienen un cierto nivel de consumo, aseguran la supervivencia de la gente más pobre (y, por lo tanto, la reproducción de la fuerza laboral en desempleo forzado) y tienen como objetivo evitar que se rebele. Estas indemnizaciones pagadas en el marco del plan bipartidista son solo las migajas del pastel ofrecido a los ricos. Alexandria Ocasio-Cortez no se dejó engañar y fue la única entre las y los electos del Partido Demócrata en el Congreso que votó en contra del «stimulus package» en la tercera semana de abril de 2020. Denunció este programa de medidas «Anti-crisis» como «el mayor rescate de empresas» en la «historia de Estados Unidos», que ofrece solo «migajas para nuestras familias» [1].
Respecto al Gran Capital / del 1%
Como complemento de este plan de más de 2 billones de dólares, la Fed intervino aún más masivamente. Mientras que Wall Street se había desplomado en más del 20% entre el 17 de febrero y el 17 de marzo de 2020 (es decir, antes de que comenzara el confinamiento) y mientras el mercado de las deudas de las grandes empresas estadounidenses (en inglés: corporate bond market) estaba al borde de la implosión, la Reserva Federal gastó 3 billones de dólares entre fines de marzo y principios de junio para ayudar a Gran Capital.
Esta intervención masiva de la Fed intenta evitar contratiempos para el Gran Capital cuando una monumental crisis financiera golpea a los Estados Unidos.
A partir del 17 de febrero de 2020, la burbuja bursátil que se formó en años anteriores se desinfló a un ritmo impresionante. El descenso fue provocado por las y los grandes accionistas, que conscientes de que la fiesta podría terminar abruptamente con el desarrollo de la epidemia de coronavirus y sus consecuencias económicas, fueron los primeros que decidieron vender grandes paquetes de acciones. Esto afectó a Wall Street y el resto de los mercados bursátiles del mundo siguieron el movimiento a la baja, perdiendo entre un 20 y un 40% entre el 17 de febrero y el 17 de marzo de 2020. Hay que subrayar que si bien los precios de las acciones colapsaron, los grandes bancos tuvieron importantes ingresos porque son los principales intermediarios de las compras y ventas de acciones. Reciben una comisión por cada una de las transacciones bursátiles en las que están involucrados. Los ingresos de los grandes bancos vinculados a estas comisiones aumentaron un 30% en febrero-marzo de 2020. Las y los grandes accionistas también intervienen activamente en los mercados bursátiles vendiendo al comienzo de la sesión a un precio relativamente alto y luego comprando a un precio bajo en el momento en que el precio comienza a subir. Además, el precio puede subir precisamente porque comienzan a comprar lo que habían vendido en la mañana o el día anterior.
Grandes capitalistas también hacen negocios al apostar masivamente a la baja. Es así como el multimillonario Akman pudo presumir en abril de 2020 de haber ganado 2,6 millardos de dólares en medio de una recesión de los mercados de valores. Dijo que había utilizado un seguro que había pagado por 27 millones de dólares para protegerse de la caída bursátil. Según él, ganó 100 veces más que su apuesta inicial.
Desde el 23 de marzo de 2020, la Reserva Federal pone los grandes recursos frente a la caída de Wall Street (que en sí misma para el resto de la sociedad no es dramática) y, en tres meses, compra a los bancos títulos de deuda por un monto de 3 billones de dólares, lo que provocó una remontada de Wall Street. Entre el 17 de marzo y el 5 de junio, Wall Street recuperó el nivel que precedía al 17 de febrero.
El director de la Fed dejó muy claro que se trataba de evitar un hundimiento del mercado de las deudas privadas de las grandes empresas (el corporate bond market). Y desde este punto de vista, por el momento, ha ganado su apuesta.
Gracias a la afluencia de dólares provenientes de la Reserva Federal, las grandes empresas, aunque en dificultades, han podido seguir pidiendo préstamos en los mercados en forma de venta de obligaciones que han emitido. Es el caso de grandes bancos como Citigroup (tercer banco estadounidense en términos de tamaño), Wells Fargo (cuarto banco), Morgan Stanley (sexto banco). Citigroup y Wells Fargo han emitido obligaciones que vencerán en 2051. Northrop Grumman, una de las compañías de material militar más importantes del mundo, emitió obligaciones que vencen en 2050. Intel, la mayor empresa de semiconductores de EE. UU., emitió obligaciones a 30 años. Fox, Walt Disney, Coca-Cola, UPS, también han emitido obligaciones a largo plazo.
Estos títulos se vendieron fácilmente porque ofrecían rendimientos significativamente más altos que los títulos de deuda pública que están cerca del 0%. Y luego, incluso se volvieron muy atractivos … Cuando los grandes fondos de inversión se tranquilizaron definitivamente sobre las intenciones de la Reserva Federal, que les mostraba que haría todo lo posible para salvar el mercado de obligaciones (el corporate bond market), comenzaron a recomprar en el mercado secundario obligaciones recién emitidas aceptando pagar más que el precio de emisión.
Por ejemplo, las obligaciones vendidas por Morgan Stanley el 19 de marzo (en plena caída bursátil) por un monto total de 2 mil millones de dólares, se revendían un 50% más caras el 12 de junio de 2020. En pocas palabras, un bono de 100 dólares que Morgan Stanley vendió el 19 de marzo por 98 dólares se revendía el 12 de junio por 148 dólares. El 24 de marzo de 2051, cuando el último titular de un bono de Morgan Stanley emitido el 19 de marzo de 2020 se presente para el reembolso de su inversión, podrá pretender recibir 100 dólares. Mientras tanto, el precio de este bono habrá cambiado significativamente según las circunstancias. Actualmente, está completamente sobrevaluado como resultado de la nueva ola de compra de bonos favorecida por la política de la Fed.
También podría mencionar las obligaciones emitidas por Intel en marzo de 2020 a un precio de 98 dólares que se revenden a 144 dólares y que vencerán el 25 de marzo de 2060. Aún más sorprendente, como una indicación de la naturaleza ficticia de este tipo de capital: los títulos podridos vendidos por Avis Budget Car Rentals, que está al borde de la bancarrota, se venden por un 15% más que su valor nominal. Así pues, una obligación de 100 dólares emitida por Avis en mayo de 2020 se vendió por 115 dólares a principios de junio, cuando sabemos que esta empresa podría ir a la bancarrota antes de que venza la obligación dentro de 5 años.
Las obligaciones emitidas por la compañía de automóviles Ford en abril de 2020 cuando estaban rebajadas por las agencias de calificación a la categoría de bonos basura (junk bonds) se vendían a principios de junio un 19% más caras que en el momento de su emisión. Lo mismo ocurre con las obligaciones emitidas por Viking, una compañía especializada en cruceros (también al borde de la bancarrota), que recientemente se han apreciado en un 15%.
Tenemos aquí la prueba evidente de la prosecución a muy gran escala de la especulación en el mercado obligacionista con una sobrevaloración impresionante del precio de los títulos financieros. Se supone que los mercados son capaces de medir la solvencia de una empresa emisora de deuda. Sin embargo, en realidad, a las y los grandes compradores en los mercados financieros les importa muy poco la solidez de las empresas que solicitan préstamos, para ellos se trata de obtener ganancias a corto plazo. Consideran que siempre podrán revender a tiempo los títulos emitidos por compañías en dificultades.
Mientras que algunos usan la expresión «dinero helicóptero a favor de la gente» para designar la política de la administración Trump y la Fed para enfrentar la crisis económica actual, debemos denunciar el «dinero helicóptero a favor de Wall Street», por las impresionantes y generosas cantidades puestas a disposición del gran capital estadounidense que domina la Bolsa de Nueva York.
Si la Reserva Federal no hubiera puesto los «grandes medios» para evitar dificultades y pérdidas a Wall Street, los grandes accionistas habrían tenido que registrar pérdidas muy grandes, lo que no habría sido en absoluto una tragedia.
¿Por qué hablar de «capital de riesgo» si no existe un riesgo real porque el Estado protector siempre está ahí para absorber y socializar las pérdidas de las y los capitalistas? Estos pueden agradecer tanto a la Fed como a los líderes republicanos y demócratas haberles permitido no «sufrir» y, por el contrario, aumentar aún más su parte del pastel. Las desigualdades están aumentando y el 1% más rico está fortaleciendo sus privilegios, sus ganancias y su patrimonio.
Como muestra la caída de casi el 6% en Wall Street el 4 de junio de 2020, un «accidente» financiero puede sacudir una vez más a Wall Street, que se encuentra sentado sobre una montaña de deudas privadas. Pero si fuera solo por la buena voluntad de la Fed y el dúo republicano-demócrata, todo continuaría funcionando para lo mejor en el mejor de los mundos … al menos para el Gran Capital.
La ausencia de asunción de los derechos sociales en la respuesta a la crisis sanitaria
Está muy claro que esta política no se parece en nada al New Deal de Franklin Roosevelt aplicado desde 1933 y al keynesianismo en boga hasta la década de 1970. Esta vez no hay ningún progreso en los derechos sociales; ni imposición de una fuerte disciplina financiera a los bancos; ni se imponen esfuerzos fiscales a las y los ricos, por solo tomar tres criterios.
Recordemos que en el marco del New Deal en los Estados Unidos y de las políticas keynesianas que se extendieron a Europa occidental después de la Segunda Guerra Mundial bajo la presión de importantes movilizaciones populares, los derechos sociales mejoraron significativamente, se estableció una protección social importante, los bancos de negocios fueron separados de los bancos de depósito, la tasa de imposición de las rentas más elevadas alcanzó el 80% en los Estados Unidos. Podríamos agregar que las desigualdades en la distribución del ingreso y el patrimonio se redujeron, que en Europa occidental se nacionalizaron sectores clave de la economía (Francia, Italia, Gran Bretaña, etc.); que el sistema de salud pública se desarrolló claramente (establecimiento del Servicio Nacional de Salud National Health Service en el Reino Unido en particular)…
Nada de esto está en la agenda de las y los gobernantes ni en la de las y los dirigentes y propietarios de grandes empresas. Por el contrario, ven en esta crisis una nueva oportunidad para aumentar la precarización de los contratos de trabajo, para reducir el costo salarial: tanto las cotizaciones patronales como los salarios netos.
Los gobiernos y la Gran Capital solo abandonarán la prosecución de esta ofensiva contra los intereses de la abrumadora mayoría de la población si movilizaciones muy poderosas les obligan a hacer concesiones.
Notas
[1] ‘one of «the largest corporate bailouts» in «American history» that only provided only «crumbs for our families.»’. Https://theintercept.com/2020/04/09/coronavirus-stimulus-package-congress-vote/
http://www.cadtm.org/Champan-para-Wall-Street-y-limosnas-para-las-clases-populares