Vergüenza
No sé a ustedes, pero a mí, todo lo que se produjo en torno a la comparecencia de Rajoy ante la Audiencia Nacional por la financiación irregular del Partido Popular, es decir, el acto en sí y sus circunstancias concatenantes, me generó un fuerte sentimiento de frustración. Y ello por el hecho de asistir, con una absoluta sensación de impotencia, al espectáculo de un régimen en descomposición que, en un alarde de, mitad estulticia, mitad cinismo, no tiene ningún empacho en mostrar su putrefacción a la vez que se ríe de todos nosotros.
Comienza el presidente del gobierno sentándose en el estrado, no en el banquillo de los declarantes como correspondería por su condición de testigo, en una clara visualización de que en este país no todos somos iguales ante la ley. Desigualdad que se puso de manifiesto en todo su vigor cuando el presidente del tribunal se convirtió en el abogado defensor de Rajoy, mostrándose totalmente connivente con éste al facilitarle la huida ante preguntas incómodas de los letrados de la acusación particular. Pero retrocedamos en el tiempo hacia una cuestión previa que estaría en la génesis de la anormalidad en que vivimos: sigo sin entender cómo alguien que figuraba como perceptor de dinero negro en unos apuntes escritos hace décadas de puño y letra del gerente del partido, con el visado del tesorero, puede seguir en la política, y nada menos que de presidente del Gobierno. El mismo que, cuando se descubre que Bárcenas es un presunto delincuente con cuentas en Suiza, escribe a éste un texto de apoyo asegurándole que ‘se hace lo que se puede’. Por cierto, cuando en la comparecencia se le preguntó por esta cuestión aseguró, sin ruborizarse lo más mínimo, que esa expresión significaba exactamente que estaban haciendo lo que podían. Pillado con las manos en la masa, siendo más que evidente que cobró en negro de Bárcenas y que intentó sacar a éste del atolladero cuando fue sorprendido delinquiendo, emite una respuesta entre el surrealismo y la estupidez, pateando la lógica, el sentido común y los significados del lenguaje. Pero no pasa nada.
Como tampoco pasa cuando aseguró que, siendo director de campaña electoral del PP, desconocía los recursos de que el partido disponía para afrontar los gastos electorales, así como el origen y movimiento del dinero. En ese momento, si éste fuera un país normal democrático, el presidente del tribunal debiera haberle hecho saber al testigo que pasaba a la condición de procesado por mentir ostensiblememente.
Así pues, la comparecencia de Rajoy ante la Audiencia Nacional ha puesto de manifiesto en toda su crudeza que vivimos bajo un sistema de excepción, donde no existe la división de poderes y donde determinadas cúpulas del Régimen gozan de impunidad para robar y delinquir, aunque lo hagan a la vista de todo el mundo. Siempre tendrán a mano una explicación cargada de incoherencias lingüísticas que ofenden la inteligencia, pero que no son un impedimento para que millones de personas sigan depositando su confianza en un partido que ya ha sido calificada por guardias civiles, fiscales y jueces, en informes y autos, como ‘organización para delinquir’.
Casi en paralelo a la comparecencia judicial mariana, se emitió un vídeo por youtube llamado ‘Las cloacas de Interior’. En él se demuestra con nitidez cómo el PP utiliza políticamente a determinado sector de la policía para fabricar pruebas falsas contra los adversarios del partido del gobierno y tapar las corruptelas de responsables populares. Sector que mantiene un hilo conductor histórico con los GAL y, más atrás, con la brigada político social del franquismo. Esta ‘policía patriótica’, como se la conoce mediáticamente, es un paradigma de esta democracia de muy baja calidad en la que el robo impune a la ciudadanía, la utilización del Estado al servicio del partido y la inexitencia de la división de poderes son factores que, conectados, se entrelazan en una serie de tramas cuya imagen en negativo se pudo atisbar en la declaración del testigo Mariano Rajoy. Vergüenza.
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