Amazon Flex, u otra vuelta de tuerca en la precarización del trabajo
En el siglo XIX, la ciudad de Manaos prosperó en base a la explotación rentista de enormes campos de producción de caucho en una ventajosa situación de monopolio mundial. La base de la enorme rentabilidad de la explotación de este recurso fue el novedoso modelo de trabajo introducido por los propietarios. Convencían a los campesinos de las zonas de tradicional producción de café del prometedor futuro y la riqueza que les esperaba si se convertían en seringueiros, jornaleros autónomos de recolección de caucho. La realidad, una vez llegaban a la París del Amazonas, era bien distinta. Los propietarios de los terrenos con árboles del caucho les obligaban a adquirir las herramientas de trabajo a precios prohibitivos y controlaban la totalidad del comercio de bienes de primera necesidad, que proporcionaban a crédito a los jornaleros para mantenerles en un permanente estado de endeudamiento. Poco después de llegar bajo la promesa de un seguro enriquecimiento, descubrían que realmente sus condiciones eran incluso peores que las de los esclavos. Pero ya era demasiado tarde.
En noviembre de 2017 irrumpía en España la línea de reparto Amazon Flex, una apuesta de la gigantesca multinacional para hacerse con el control directo de los repartos y reducir su dependencia de Correos y de las empresas privadas de envío de paquetería. Fiel a su política de adoptar los más “innovadores” modelos laborales, lejos de crear una flota de reparto propia, apostó por invitar a la gente a colaborar con los repartos como autónomos con sus propios medios.
La oferta, anunciada a bombo y platillo en portales de empleo en una nueva campaña de captación de repartidores, supone un auténtica canto de sirena. Ingresos de hasta 56 euros por cuatro horas de trabajo repartiendo paquetes. Para comenzar solo hace falta disponer de un coche (¡un coche!), una aplicación de móvil y “unas horas libres”. En todo momento se promociona como una actividad extra, una forma de obtener un dinero complementario tan necesario en estos tiempos de precariedad. Además de con la total libertad de escoger horarios y amoldar tu “colaboración” con la compañía. “Sé tu propio jefe”.
Sin embargo, como siempre en estos casos, la cuestión tiene truco. Con “hasta 56 euros” se señala de forma implícita que la empresa marca un sistema de pagos propio, con la suficiente complejidad como para que el ingreso final de los repartidores quede muy lejos de esa cantidad por cuestiones que escapan completamente a su control. También escapan a su control las rutas de reparto, por supuesto, quedando todo a discreción de la compañía de cual terminan siendo en realidad meros empleados en precariedad total. Las rutas son limitadas y, por motivos obvios, no resulta tan sencillo como se promete encontrar una cuando el repartidor decida, viéndose obligado a mantenerse constantemente atento para “atrapar” una. La jefatura, finalmente, no parece ser tan propia.
A esto hay que sumar los bien conocidos problemas para los empleados en el fraudulento modelo de falsos autónomos, ya experimentados y comentados en el caso de otras empresas logísticas de “trabajo flexible” como Glovo o Deliveroo. De los hasta 56 euros al día, el empleado tendrá que descontar la carga fiscal que tendrá que asumir personalmente. Así mismo, asume la total responsabilidad por los paquetes que reparta, una carga mucho más pesada de lo que a priori pueda parecer.
Aún con todo, la compañía de Jeff Bezos le incorpora otra vuelta de tuerca a la inversión y coste del trabajo de los propios empleados al exigirles la disposición de un coche, lo que supone un gasto considerablemente superior a las bicicletas y, por consiguiente, un grado más en la precarización del trabajo. Al disponer los empleados su propio vehículo, la multinacional se ahorra de un golpe la totalidad de los costes de una flota de reparto, costes que tienen que asumir los propios empleados en una época francamente difícil para los vehículos privados en los entornos urbanos.
El daño, por supuesto, no se limita a las condiciones laborales de las personas que emplea. Depositando todas las responsabilidades e inversiones de partida y mantenimiento en los propios empleados, la compañía se ahorra una ingente cantidad de costes en lo que las compañías de reparto han catalogado como competencia desleal.
Lamentablemente, la estructura y la legislación laboral actual le permiten a la multinacional desarrollar un modelo que en cualquier otro contexto no dudaría en ser calificado como un fraude. Y los niveles de desempleo, la “situación del mercado laboral”, continúa siendo lo suficientemente desesperada como para que mucha gente se sienta en la necesidad de aceptar estas leoninas condiciones incluso después de descubrir la oscura verdad tras las promesas de libertad y flexibilidad. Un paso más en la implantación de un modelo que está tornando el sector servicios en algo que nos recuerda demasiado a un genuino campo de caucho de Manaos.