Donal Trump, Javier Milei, Giorgia Meloni… en el Jardín del Profeta
Una amiga norteamericana me envía unas palabras muy sentidas sobre la última elección a la Casa Blanca en los Estados Unidos. Acompañan sus líneas un poema de Khalil Gibran, sacado de su obra “El jardín del profeta”, publicada en 1933, como continuación doce años después de su libro “El profeta”. Estos versos manifiestan todo un pensamiento político ya que, dándole la vuelta contienen un mensaje positivo sobre el bien estar de cualquier nación. Cada verso por separado sorprende por la vigencia de su mensaje. Su lectura hace a la persona lectora, en cualquier coordenada espacio-temporal, evocar personajes o acontecimientos relevantes para ella. Algunos fragmentos tienen mayor impacto icónico. Por aquello de la reciente cita electoral en EEUU: “Compadeced a la nación que da la bienvenida a su nuevo gobernante con fanfarrias, y lo despide con gritos destemplados, para luego recibir con más fanfarrias a otro nuevo gobernante” En este caso habría que compadecer doblemente a esa nación que recibe con fanfarrias al que despidió con gritos destemplados. Y el siguiente hila automáticamente con el anterior: “Compadeced a la nación que aclama a un fanfarrón como a un héroe, y que considera bondadoso al oropelesco y despiadado conquistador.” Y mucho de esto es lo que acontece cuando se deposita masivamente el voto en quien no para de fanfarronear en toda una campaña electoral. Más de una persona lectora ha evocado la imagen del candidato de la gorra roja, aunque en estos momentos varios países “disfrutan” de personajes similares. A otros personajes además les viene al pelo el siguiente verso: “Compadeced a la nación cuyo estadista es un zorro”.
Es la nación la que debe ser compadecida, porque quienes las dirigen han conseguido su objetivo, porque esa nación “no eleva la voz más que cuando camina en un funeral, que no se enorgullece sino de sus ruinas, y que no se rebela sino cuando su cuello está colocado entre la espada y el zoquete de madera.” Y seguro que más de una persona lectora pensará que ni por esas. ¿En cuantas graves situaciones se ha visto la nación y no ha reaccionado? Confiando su destino en el fanfarrón, en el despiadado conquistador, en el zorro… se abandonan al exterminio de la esperanza, a la negación del futuro. Aunque el poeta en sus versos se hace eco de la fiebre nacionalista de la época, primer tercio del siglo pasado, en esta España de hoy sigue de actualidad la siguiente invocación: “Compadeced a la nación dividida en fragmentos, cada uno de los cuales se considera una nación”. Gibran al final del poema anuncia la posible causa de tanto padecimiento. Ya que todos ellos son consecuencia de que en esa nación los “sabios están aniquilados por los años, y cuyos hombres fuertes aún están en la cuna.” Y si eso fuese así cuanto ánimo se tendría. Pero ya se sabe que los hombres y mujeres fuertes no nacen, se hacen, y la tierna infancia solo aprende con el ejemplo. Nada vendrá si no se trabaja por ello.
La llegada al poder de todos estos personajes políticos autoritarios el poeta la justifica en el desvarío de las naciones. La pregunta que surge es ¿Por qué no se apoyó a otros candidatos? Porque en todos estos casos el pueblo votó. Pudiera ser que al fin y al cabo las mayorías huyeron de las “alternativas” porque las consideraron peores. Los análisis post electorales sacarían mejores conclusiones si se enfocaran mas en los motivos por los que los otros perdieron que en el por qué estos autoritarios ganaron. Pudiera ser que el electorado sólo elija al menos malo.