Eduardo Luque •  Opinión •  09/12/2016

Alepo: punto de inflexión

Alepo era hasta el 2011 una ciudad intercultural. La convivencia pacífica entre culturas y credos era la norma y no la excepción. Existían en Alepo más de 45 iglesias cristianas con culto hasta el 2012 (los cristianos eran un 13% de la población). Hoy es una ciudad mártir, la más devastada detrás de Homs. Desde 2012 muchos de sus barrios han sido controlados por grupos terroristas que imponían unas condiciones de vida brutales a la población que no era afín a sus supuestos ideales. La especulación con el precio de los alimentos ha generado enormes beneficios entre los oficiales y comerciantes sin escrúpulos (muchos de ellos de origen kurdo), la represión y persecución religiosa, la imposición de los aspectos más retrógrados de la ley islámica (la Sharia) han sido algunas de las consecuencias de la ocupación de las fuerzas mercenarias. La hermana Mª Guadalupe Rodrigo, una voz neutral, realiza una descripción durísima sobre las condiciones impuestas a la población alepí en estos años de asedio.

Desde el principio la intervención en Alepo, fracasado el intento de conquistar Damasco a finales del 2012, contó con un coro de propagandistas a sueldo.  Los medios y personajes relevantes de la autodenominada izquierda “otanista”, de forma perfectamente orquestada, fabulaban sobre las hazañas del denominado “ejercito libre sirio” fundado sobre supuestos desertores que con “las manos desnudas” combatían al régimen en las calles de Alepo. La evidencia de que estos “desertores” no eran sino mercenarios a sueldo de potencias extranjeras que los financiaban y armaban no implicó una rectificación por parte de aquellos que los apoyaban; bien al contrario, se olvidaron de ellos y continuaron su campaña mediática. Ese supuesto ejército sirio libre desapareció poco después de su creación integrándose, sus escasos efectivos, en Al-Nusra o marchando, sus dirigentes, hacia un exilio dorado en la costa azul francesa.

La liberación de Alepo es el punto de ruptura en esta guerra y es al mismo tiempo la evidencia del cambio producido en la nueva política a nivel internacional. Occidente y las monarquías del Golfo, que habían apostado por la caída de la ciudad apoyando a los grupos terroristas, se ven ahora abocados a cambiar de estrategia. La reconquista de la ciudad por parte del ejército sirio y sus aliados evidencia que, por ejemplo, Rusia, a la que Obama calificó despectivamente como “potencia regional”, ha vuelto a entrar en la escena internacional con pie firme, además de contar con la implicación directa en el conflicto de China, Irán, Hezbola e incluso Egipto que se alinea con la posición siria.

Los últimos días, casi horas, han visto como el ejército sirio y sus aliados avanzan con enorme velocidad. El frente yihadista colapsa, aunque aún queda mucha batalla, para finales de mes se espera el control total sobre la ciudad por parte del gobierno sirio. Las deserciones en el bando terrorista se multiplican. La ruptura de las líneas de defensa empuja a los militantes a abandonar sus posiciones huyendo hacia otras zonas que aún controlan, cada vez menores y cada vez más aisladas unas de otras. Fuentes militares sobre el terreno informan que, al margen de las conversaciones que llevan Moscú y Ankara, multitud de grupos intentan negociar su rendición al Ejército sirio. A 7 de diciembre, las zonas que se encuentran en manos de los terroristas sólo alcanzan entre el 10 y el 20% del total de la ciudad. Los movimientos diplomáticos están ayudando. Mientras se combate, el gobierno ruso impone un acuerdo bajo auspicio turco que permite la rendición de decenas de militantes de origen turcomano y la consiguiente recuperación de barrios enteros, reduciendo el costo en vidas humanas y ahorrando más sufrimientos a los 10.000 civiles que se presupone que están cercados en lo que queda de bolsa en Alepo.

Por otra parte, el veto de China y Rusia a la resolución propiciada por el gobierno Rajoy en el Comité de Seguridad de la ONU, que pretendía un alto el fuego revela que los nuevos actores en la escena internacional tienen ya una enorme fuerza. Madrid pretendía, arguyendo razones, “humanitarias” conseguir un alto el fuego de una semana, lo suficiente para que las fuerzas yihadistas se pudieran reorganizar. La propuesta contaría con el apoyo de EEUU, Reino Unido y Alemania, lo que revela la inconsistencia política de la canciller Merkel en esta fase del conflicto. Las conversaciones entre miembros destacados del gobierno Obama y el Reino Unido para proveer de armamento, vía aérea, a los terroristas en Alepo han quedado en nada. La desmoralización cunde entre los “rebeldes”. Las páginas de estos grupos en las redes sociales comenzaron a buscar responsables de este fiasco militar entre sus cabecillas, a los que acusan de traición y de estar detrás de la “gran derrota”, señal inequívoca de la descomposición del ejército yihadista.

La irritación de los países occidentales es enorme, todos son conscientes de que la reconquista de Alepo señala la revisión de todo el sistema de relaciones internacionales. Reino Unido, Francia y especialmente Alemania perciben que hay un cambio de escenario. Cada gran guerra (y la guerra siria es una de las principales del siglo XXI) cambia el destino de los países intervinientes y con ello cambian las relaciones internacionales. Algunas transformaciones se apreciarán de forma inmediata, otras veremos sus efectos a largo plazo. Cuando Estados Unidos lanzó “la primavera árabe” persiguiendo el derrocamiento de Assad, difícilmente podría haber supuesto que sus acciones se saldarían con una derrota político-militar de esta envergadura. Alepo representó en su momento el símbolo del colapso del “régimen” de Al-Asad y el mantenimiento del ritmo ganador de las primaveras árabes. La derrota de los militantes representa por el contrario el “ataúd” de la revolución “siria” y las revoluciones auspiciadas por los EEUU.

El mundo cambia de base. Alepo es hoy el epicentro se ese cambio.


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